En su mejor momento político al frente de la Casa Blanca, el presidente norteamericano Donald Trump irrumpió en la campaña electoral argentina con dos definiciones nítidas. Opinó que Javier Milei ganará las elecciones y advirtió que, si el Gobierno argentino resulta derrotado, Estados Unidos no será generoso.
Con la impetuosa intervención de Trump, la campaña argentina se encamina a una polarización intensa, con la economía en suspenso a la espera de los resultados de las elecciones y un ancla única para la transición hasta el 26 de octubre: el Tesoro norteamericano.
Para entender la magnitud inusual de esta novedad conviene observar el desarrollo de dos momentos: cómo llegó Trump a la reunión con Milei y cómo la ejecutó.
El presidente norteamericano dio el golpe global más potente de sus dos gestiones al lograr un acuerdo de paz para la guerra en Gaza que implicó la rendición de los terroristas que perpetraron la masacre del 7 de octubre de 2023. Fue recibido con honores en Israel mientras los últimos rehenes de Hamas eran liberados.
En el parlamento israelí se permitió la licencia de pedirle al presidente Isaac Herzog el indulto para el jefe de gobierno Benjamin Netanyahu que lideró la guerra en siete frentes simultáneos tras el ataque de Hamas en Gaza. Pero también le reclamó a Netanyahu que empiece a acordar con la oposición.
De allí partió a Egipto, donde lideró la cumbre global que celebró el fin de las hostilidades en Gaza. Protagonizó una puesta en escena en la que expuso a la galería más destacada de líderes de occidente. Apenas disimuló su disgusto con el británico Keir Starmer y con el francés Emmanuel Macron, dos jefes de Estado que pidieron la creación de un Estado Palestino, moviendo el tablero mientras la Casa Blanca enhebraba los acuerdos de paz.
De allí, Trump partió a Washington donde tenía prevista una reunión a solas con Milei. Transformó ese encuentro en una reunión conjunta de sus funcionarios con los de Milei, con ambos presidentes sentados a la mesa y expuestos en una conferencia de prensa abierta a la audiencia global.
Las expectativas previas parecían restringidas a las definiciones pendientes sobre el paquete de asistencia financiera directa del Tesoro norteamericano que había anticipado Scott Bessent. Trump dio un giro político que opacó esas expectativas, al punto de dejarlas otra vez en situación incierta. Porque eligió interpelar a fondo al electorado argentino, que votará el domingo 26.
Quedó claro que el Tesoro oficiará de custodio de la estabilidad cambiaria hasta entonces, pero cifró toda la continuidad de la ayuda norteamericana en un triunfo de Javier Milei.
Trump eludió el debate central de los economistas argentinos, que venían enfrentados en dos posiciones nítidas. Los críticos opinando que el rescate norteamericano es el certificado definitivo del fracaso integral del programa económico de Milei; los moderados señalando que el rescate es al mismo tiempo un respaldo inédito al rumbo económico adoptado, en especial la política de equilibrio fiscal. Si bien se mira, ambos tienen una cuota de razón: nadie pide un rescate si no es superado por una emergencia; nadie lo otorga si considera que el programa a respaldar carece de toda virtud.
Trump se asomó a dos incertidumbres adicionales: el debate sobre una eventual dolarización y el impacto en las relaciones bilaterales entre Argentina y China. En el primer caso, descartó esa posibilidad como una condición inmediata. En el segundo, aclaró que un acuerdo de intercambio de monedas (swap) con Estados Unidos no implica el desarme del pacto similar vigente con China. Añadió que, con China, su principal adversario en la guerra comercial global, “todos somos cautelosos”.
Misiles
La agenda global de Trump tiene la guerra en Ucrania como prioridad tras la paz en Gaza y a Venezuela como principal foco de conflicto al sur del Río Grande. Dijo que se verá con el ucraniano Volodimir Zelenski el viernes y advirtió que podría ceder a Kiev los temidos misiles Tomahawk si el ruso Vladimir Putin sigue apostando a la guerra en Europa.
Como al pasar, les preguntó a Milei y los funcionarios argentinos si no necesitaban algo parecido para lidiar con la oposición.
La consecuencia más directa de la irrupción de Trump en la campaña es una nueva polarización. El Tomahawk lanzado detona una divisoria de aguas. Cristina Kirchner salió de inmediato a tomar posición, sin evocar por ahora el lema “Braden o Perón”. Con el respaldo (y la advertencia) de Trump, Milei tendrá una herramienta eficaz para convocar a quienes lo votaron en el balotaje y se disgustaron con su gobierno a medida que avanzaba el ajuste económico.
James Carville, asesor de Bill Clinton, lo hizo ganar la presidencia con una consigna: “Es la economía, estúpido”. Trump tradujo para el 26 de octubre: “Es la geopolítica”. Reteniendo la economía en un puño, hasta que Argentina decida.