La intervención del presidente Javier Milei en Davos puede ser considerada desde varias perspectivas.
En primer término debe destacarse que haya sido convocado para exponer en un ámbito que reúne a importantes dirigentes y empresarios del mundo.
Con referencia al contenido de su presentación, quedó claro en su primera frase: “Estoy acá para decirles que Occidente está en peligro”; obviamente no es ni el primero ni el último que formulará profecías apocalípticas sobre el capitalismo, si el mundo no sigue sus ideas.
En el otro extremo ideológico ya lo hizo Karl Marx en el siglo XIX. En ese siglo también nació la Escuela Austriaca. En 1871, con los Principios de Economía de Karl Menger, “los austriacos” contribuyeron a un nuevo paradigma teórico de la economía. Junto a las escuelas neoclásica y del equilibrio general protagonizaron la Revolución Marginal.
La idea que el mercado asigna los recursos automáticamente, en forma óptima y que siempre alcanza el equilibrio se aceptaba casi como un dogma de fe.
En su presentación nuestro presidente destacó las virtudes indiscutibles del capitalismo para la generación de riqueza aunque, mas allá del grado de precisión de los datos mencionados, se advierte una contradicción con su adhesión a las ideas de la Escuela Austríaca.
Efectivamente el capitalismo ha desarrollado las fuerzas productivas como nunca antes había sucedido y desde el fin de la Segunda Guerra ese proceso se aceleró más aún. Pero no fueron las ideas ultraliberales que abrazan los epígonos de Menger las que guiaron las decisiones económicas de los gobiernos de los países más desarrollados de la tierra.
La recomendaciones ultraliberales de la Escuela Austríaca han tenido ciclos de auge y de olvido. Las ideas de Keynes las opacaron desde 1936 hasta la década de los setenta del siglo pasado. Pero las ideas de la economía no mueren, se duermen hasta que algún teórico las retoma y las presenta con un nuevo ropaje adaptado a su tiempo.
Los “austriacos” renacieron en una versión mas extrema y conservadora, pero ello no garantiza su capacidad explicativa de la realidad.
La verdad en la economía es bastante más compleja que la que sugieren las posiciones reduccionistas casi mágicas. Aunque se digan en voz alta y las torpezas de quienes lo precedieron parecieran justificarlo, nuestro presidente debería recordar a Rabindranath Tagore: “La verdad no está de parte de quién grite mas”.
