La mañana del 18 de mayo de 2019 no fue una más para el escenario político nacional. En las primeras horas de aquel sábado, la entonces senadora nacional Cristina Fernández de Kirchner anunció que no sería candidata presidencial, pero hubo una sorpresa aún mayor: acompañaría en el segundo escalón a la fórmula que encabezaría Alberto Fernández.
El anuncio de la expresidenta por sus redes sociales generó un tembladeral político. En aquel momento, el presidente Mauricio Macri lidiaba con la alta inflación y sufría con la cotización del dólar paralelo.
Aunque el jefe del Estado tenía una cuota grande de optimismo, este comenzó a desmoronarse con el anuncio de la senadora. A Macri las encuestas le marcaban que era favorito para ganar en segunda vuelta, en lo que parecía un mano a mano cantado con Cristina Kirchner.
El mensaje de la expresidenta tuvo otra consecuencia inesperada: derrumbó el espacio del Peronismo Federal, que desde hacía un año venían impulsando el gobernador Juan Schiaretti, el mandatario salteño Juan Manuel Urtubey y el senador Miguel Ángel Pichetto.
A esta nueva propuesta que tenía al peronismo moderado, no cristinista (“republicano y federal”, según Schiaretti), como columna vertebral, hacía unos meses que se había sumado Sergio Massa.
También hubo un intento fallido de incorporar a Roberto Lavagna. El propio Schiaretti encaró una negociación personal en una reunión reservada con el exministro de Economía de Néstor Kirchner, pero el diálogo terminó en malos términos.
“Se cree Churchill (en referencia a Winston Churchill, premier británico durante la Segunda Guerra Mundial)”, les habría dicho Schiaretti a sus dirigentes más cercanos, luego de una reunión que mantuvo con Lavagna, antes de una cumbre de los referentes del Peronismo Federal que se realizó en la casa de Massa, en Tigre.
La sorpresa de Cristina Kirchner se dio seis días después del contundente triunfo de Schiaretti en Córdoba, cuando el 12 de mayo logró su reelección para un tercer mandato no consecutivo con el 57% de los votos.
Los otros referentes del Frente de Todos, especialmente Pichetto y Urtubey, creían que el amplio triunfo de Schiaretti en el segundo distrito electoral del país sería un espaldarazo para el Peronismo Federal a nivel nacional.
Sin embargo, el mandatario cordobés puso un freno al impulso de sus socios políticos. Ordenó que ningún dirigente nacional viajara a Córdoba para festejar su victoria.
“Los de afuera son de palo”, dijo de manera pública el gobernador, quien ya en aquel momento mantuvo su estrategia de alambrar al PJ provincial.
Liderazgo en discusión
La estrategia de Cristina Kirchner de bajarse de la candidatura presidencial y ungir a Alberto Fernández tenía un objetivo claro: unir al peronismo nacional y sumar a Sergio Massa a su espacio político, que en aquel momento aún no se llamaba Frente de Todos.
La expresidenta era la peronista que mejor medía, pero su fuerte liderazgo generaba mucho ruido entre los peronistas más moderados o tradicionales.
No eran sólo Schiaretti, Pichetto, Urtubey o Massa los que resistían su conducción.
La elección de Alberto Fernández como candidato presidencial tuvo varias razones. Algunas las explicitó recientemente la propia vicepresidenta. “No tenía espacio político propio”, argumentó en Chaco en su última aparición pública.
Cristina Kirchner no dijo lo que esa característica de no tener liderazgo político significaba: que sería fácil de manejar, aunque ahora la realidad dice otra cosa.
Alberto Fernández había sido el jefe de campaña de dos dirigentes que habían enfrentado a Cristina: Massa, en 2013, y Florencio Randazzo, en las legislativas de 2017.
El ahora presidente era el hombre ideal para tratar de sumar el apoyo de esos dos dirigentes. Además del exgobernador Felipe Solá.
La realidad le dio la razón a Cristina Kirchner. La arriesgada movida política terminó con Massa y con Solá dentro de lo que luego se denominó “Frente de Todos”. Randazzo fue el único que rechazó el convite.
Dispersión
Además del impacto que generó en el oficialismo nacional, el sorpresivo anuncio de la expresidenta terminó por derrumbar al Peronismo Federal que habían gestado Schiaretti, Pichetto y Urtubey.
Ante la decisión del gobernador de Córdoba de no jugar a nivel nacional para refugiarse en la provincia, y ante la salida de Massa para sumarse al Frente de Todos, Pichetto y Urtubey también tomaron caminos electorales distintos.
El rionegrino luego acordó ser el candidato a vicepresidente de Macri, mientras que el salteño también ocupó el segundo escalón de la fórmula de Roberto Lavagna.
Schiaretti se quedó en Córdoba y no tuvo participación en la pulseada nacional. Su único aporte a Macri fue no integrar el Frente de Todos e impulsar una lista corta en Córdoba, con candidatos propios a legisladores nacionales.
El resto de la historia es conocida. La fórmula del Frente de Todos ganó en primera vuelta, cosechando el 48% de los sufragios, con un Macri haciendo una buena elección con casi el 41% de los votos.
Schiaretti y Randazzo fueron de los pocos peronistas que no se subieron al tren ganador del Frente de Todos.
A 1.095 días de aquel anuncio en las redes que conmocionó a la política nacional, el escenario hoy es muy distinto. Alberto Fernández y Cristina Kirchner están peleados y no se hablan desde hace 70 días.
El Presidente busca consolidar su propio perfil, con la resistencia de su vicepresidenta y de todo el cristinismo.
Macri amaga con volver y Schiaretti parece decidido a intentar una proyección nacional, con futuro incierto.
