La elección del 26 de octubre significa, para La Libertad Avanza, una oportunidad de aumentar la cantidad de legisladores para ponerle un freno a las derrotas e imponer agenda propia. Sin embargo, no es solo una cuestión de números: el presidente Javier Milei también enfrenta el desafío de contar con espadas parlamentarias idóneas para dar las batallas que necesita en la segunda etapa de su gobierno.
A partir del 10 de diciembre, el Gobierno tiene intenciones de pasar a la ofensiva en el Congreso y avanzar con reformas estructurales, como la laboral. Según distintas proyecciones, podría ascender de los 39 diputados actuales (“violetas puros”) a entre 71 y 75, mientras que en el Senado pasaría de apenas seis representantes a unos 21. Pero, ¿qué hay detrás de los números?
En la escala de valores libertarios, el primero es la lealtad: en estas filas no hay lugar para traidores. Y la fidelidad tiene su recompensa: el cordobés Gabriel Bornoroni está a punto de ser ungido para encabezar la lista de candidatos por su apego incondicional a la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, aunque le quedan dos años más de mandato.
En una gestión donde la centralidad de Milei es indiscutida, los legisladores libertarios (en su mayoría, debutantes en política) se limitan a mantener la disciplina y la obediencia, mientras las gestiones pasan por otras esferas y los debates son monopolizados por la oposición. Diputados y senadores son ajenos a las negociaciones, ignoran los próximos pasos del Ejecutivo y tienen pocas herramientas para desenvolverse en la arena parlamentaria.
Esta semana, por ejemplo, nadie explicó ni defendió en las comisiones las contrapropuestas del Gobierno sobre el reparto de ATN (Aportes del Tesoro Nacional) e impuesto a los Combustibles, elaboradas sobre la hora por la Secretaría de Hacienda. Es más: los libertarios llegaron al debate sobre ICL con un dictamen de rechazo hasta que, a último momento, se enteraron del nuevo texto. José Luis Espert, uno de los principales activos de la bancada, se limitó a conducir el debate.

Pilotear en la tormenta
Aunque Martín Menem ganó cierta muñeca política, le sería difícil maniobrar las sesiones sin sus dos ruedas de auxilio. Por un lado, Adrián Pagán, un funcionario que lleva años en el Congreso y a quien nombró como su secretario Parlamentario. Por otro, la diputada del PRO Silvana Giudici, que hace el trabajo que supo realizar con éxito Silvia Lospennato, corrida a un bajísimo perfil tras la derrota porteña.
El PRO también suele asumir las posturas del oficialismo en las comisiones, donde las intervenciones de los libertarios escasean y, a veces, son erráticas. Esta semana, en un debate menor en la Comisión de Economía, un diputado oficialista por Salta, Julio Moreno Ovalle, dio como vigente un anuncio de Milei que aún no fue concretado.
“Les quiero recordar a los señores diputados que ayer se publicó en el Boletín Oficial un decreto que, de alguna manera, le daba algún tipo de sanción a los diputados y senadores que sancionen temas que comprometan el déficit fiscal”, dijo. La medida no solo no se publicó, sino que se hará por ley, y el proyecto ni siquiera fue enviado al Congreso.
A la hora de las negociaciones, tanto el cordobés Bornoroni en Diputados como el jujeño Ezequiel Atauche en el Senado tienen escaso margen para tratar con la oposición: se limitan a esperar órdenes de la Casa Rosada, sin poder de decisión como el que supieron mostrar líderes parlamentarios de anteriores gestiones.
El Gobierno también carece de una figura fuerte que haga de nexo entre el Ejecutivo y el Legislativo. El puesto formal de secretario de Relaciones Parlamentarias lo ocupó primero el dirigente mendocino Omar De Marchi, que renunció en octubre de 2024 y le dejó su lugar a Oscar Moscariello, un funcionario que pasó por distintos rubros. Pero ninguno de los dos pudo exprimir al máximo el cargo.
Del enlace de poderes se encarga, en la práctica, el vicejefe de Gabinete, José “Cochi” Rolandi. El segundo de Guillermo Francos fue quien negoció con los dialoguistas la Ley Bases, y al día de hoy suele caminar por pasillos y oficinas durante las sesiones.
Pese a todas las debilidades, en el bloque de diputados mileístas hay un puñado de perfiles parlamentarios que sobresalen, como el santafesino Nicolás Mayoraz (presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales y convencional constituyente en su provincia) y la neuquina Nadia Márquez (mano derecha de Bornoroni).
Se suman el bonaerense Santiago Santurio (titular de Legislación General e integrante de Las Fuerzas del Cielo, la agrupación de Santiago Caputo y Daniel Parisini, alias “Gordo Dan”) y el mendocino Álvaro Martínez (discípulo de Omar De Marchi, con experiencia política y legislativa previa).
En la bancada de senadores, que tiene apenas seis integrantes, las dos caras visibles son Atauche y el presidente provisional del Senado, Bartolomé Abdala, uno de los pocos que todavía mantiene un diálogo institucional con la vicepresidenta Victoria Villarruel. Es quien conduce las sesiones en su ausencia, aunque tampoco se mueve sin aval de la Rosada.
Con el recambio legislativo desembarcará en la Cámara alta la actual ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, que será primera candidata a senadora por la Ciudad de Buenos Aires y, por ende, ya tiene un lugar prácticamente asegurado. Bullrich ya fue diputada nacional en tres períodos, por lo que conoce el Congreso.