La gran novedad que dejó el cierre de listas para la elección provincial del 25 de junio es la magnitud del espacio político cedido por el peronismo cordobés a dirigentes opositores que ni siquiera hubieran figurado al fondo de las boletas de Juntos por el Cambio.
La atípica generosidad que Juan Schiaretti y Martín Llaryora impusieron a favor de la candidata radical a vicegobernadora Myrian Prunotto y del candidato del PRO a viceintendente de Córdoba por el peronismo, Javier Pretto, es el dato político más significativo de estas jornadas de rosca febril. En el peronismo, aseguran que esto recién empieza: “Creen que vamos con una ambulancia, pero vamos con un colectivo”, ironizaban en el llaryorismo al filo de la medianoche.
El mandato de Schiaretti –asumido sin objeciones y con ahínco en el búnker de la Municipalidad de Córdoba– fue que los compañeros de fórmula de Llaryora en la boleta provincial y de Daniel Passerini en la boleta municipal debían ser opositores. Los nombres propios siempre fueron aleatorios, porque el PJ asumió desde el vamos que ninguno sumaría votos: el peronismo llegó tan confiado al cierre de listas que dedicó buena parte de sus boletas al sostenimiento discursivo de la precandidatura presidencial de Schiaretti.
El gobernador dijo ayer en medios porteños que el peronismo cordobés ya exhibe en sus candidaturas lo que él propone a nivel nacional: una amplia coalición de gobierno, que necesariamente debe incluir a dirigentes del radicalismo y del PRO para lograr volumen político y capacidad legislativa.
Confía en que tras el raid de elecciones provinciales de mayo, varios gobernadores peronistas se plieguen al proyecto que encabeza con Juan Manuel Urtubey y Alberto Rodríguez Saá, pero confía todavía más en las gestiones incansables ante los cada vez más conflictuados socios nacionales de Juntos por el Cambio, comenzando por Facundo Manes, pero sin despreciar a nadie que se encuentre enrolado en la oposición al kirchnerismo. El amenazante crecimiento de Javier Milei es el telón de fondo de esa estrategia.
Calma, peronistas
Así, mientras la oposición cordobesa repite que ese intento nacional es una “desesperada” forma de apoyo a la candidatura de Llaryora para la continuidad en la Provincia, lo que hizo el peronismo en las últimas semanas fue exactamente lo contrario: a la hora de conformar las fórmulas provinciales, priorizó la estrategia presidencial de Schiaretti, con su discurso aliancista y antigrieta, aun a riesgo de generar auténtica indignación entre algunos peronistas cordobeses. Ocurrirá lo mismo a la hora de armar listas municipales.
Nadie parece estar pensando en dejar el confortable buque oficialista, pero buena parte del peronismo considera inentendible que el apellido Prunotto pueda pesar más que el apellido De la Sota, y advierte que hacer campaña en el norte cordobés por una vice radical es un imposible. A la hora de calmar a los propios, el llaryorismo hizo un amplio reparto de bancas y explicó apelando a la preocupación creciente que evidenció Juntos por el Cambio.
Los rostros que desde el jueves se vieron en el búnker opositor, alojado en el hotel del empresario Euclides Bugliotti, evidenciaron fatiga: el estrépito que generó la inclusión de Prunotto como vice de Llaryora –se imponía el criterio de que eso jamás ocurriría– y, sobre todo, el inesperado pase de Pretto, fue el principal argumento del schiarettismo para tranquilizar a peronistas. La promesa de cargos provinciales y municipales ayudó mucho más que las explicaciones.
Calma, radicales
Juntos por el Cambio sintió fuerte el impacto. Desde el momento en que Rodrigo de Loredo anunció que sería candidato a intendente de Córdoba y no compañero de fórmula de Luis Juez, la desconfianza interna subió de modo estrepitoso y las expectativas tomaron el sentido contrario. Todo cierre de listas es traumático en el radicalismo, y Juez quedó –una vez más– en el medio de una interna radical: hubo una larguísima pulseada entre Mario Negri y De Loredo por imponer el candidato a vicegobernador y volvió a imponerse la institucionalidad del partido.
Negri no aceptó ser el vice de Juez pero logró que Marcos Carasso, el presidente de la UCR, ocupe ese lugar. Fue un cierre escandaloso, en el que cada candidatura demandó varias batallas. La faena fue extremadamente dura y muy larga –terminaron confeccionando la lista contrarreloj en el Juzgado Electoral–, por lo que quedaron cantidades industriales de heridos, en especial en el mestrismo, pero también en el PRO.
La opción propuesta a casi todos ellos es esperar para ser candidatos a concejales de la lista municipal que encabezará De Loredo. El principal problema para Juez es que casi todos los decepcionados recibieron ya la gentil invitación del peronismo, que oferta “espacios de poder en serio” a quienes se consideran perjudicados por el reparto opositor. Muchos de ellos llevan años negociando con el oficialismo tras bambalinas, pero ahora el peronismo les exige negociaciones a la luz, porque el objetivo de Schiaretti es el partido cordobés.
Los 24 años del peronismo en el poder parecían un laberinto para el oficialismo, pero ayer quedó claro que es la oposición la que llegó al momento de las definiciones sin encontrarle la salida a la falta de liderazgo. Lo que viene es una campaña cuesta arriba y una elección mucho más difícil que la imaginada por Juez y De Loredo. Claro que nadie gana hasta que no se cuentan los votos.
