Para Martín Llaryora, las obras son una obsesión. Inspirado en su antecesor Juan Schiaretti, el gobernador está convencido de que su gestión será evaluada por los proyectos que termine ejecutando.
Los números y algunos hechos le dan razón a este convencimiento. El propio mandatario se encarga de dejarlo claro ante cualquiera que lo visite en el despacho principal del Centro Cívico.
Según las encuestas que maneja en la Provincia, que son coincidentes con las que se difunden desde el búnker schiarettista del complejo Capitalinas, en el centro de la ciudad de Córdoba, desde que dejó el poder en diciembre de 2023 el exgobernador mantiene una imagen positiva que ronda el 70%.
Con esa cifra, Schiaretti es el dirigente político mejor valorado por los cordobeses. Aunque los números que muestran desde el cordobesismo son algo exagerados.

Pese a sus escasas declaraciones y lo poco que se mostró en público en los últimos 16 meses, el exgobernador conserva una imagen positiva de alrededor del 66%, el mismo nivel que el presidente Javier Milei tuvo al principio de su gestión, y también al final del año pasado.
Desde su errático discurso en Davos (Suiza), el escándalo por la criptomoneda $Libra y la suba de la inflación, Milei tiene ahora en la provincia un respaldo popular más acotado: alrededor del 54%.
Las obras fueron un sello indiscutible de las tres gestiones no consecutivas de Schiaretti. Sobre todo, en los últimos dos mandatos (2015-2023).
Las encuestas no lo explican todo, pero en la gestión llaryorista son feligreses de una creencia: el cemento tapa todo.
No pocos peronistas aceptan esta conclusión con el ejemplo de Schiaretti, quien atravesó algunas tormentas en sus gestiones. Su ambicioso plan de obras le sirvió para sobrellevar situaciones difíciles de remontar.
Hubo tres casos muy dolorosos y de fuerte impacto político para cualquier gobernante. Por un lado, los asesinatos de Blas Correas, en la ciudad de Córdoba, y del adolescente Joaquín Paredes, en la localidad de Paso Viejo, departamento Cruz del Eje. Ambas muertes fueron producidas por el brutal accionar de miembros de la Policía de Córdoba.
La muerte de cinco bebés en el hospital Neonatal de la ciudad de Córdoba, cuyo juicio oral está en pleno desarrollo, también fue un hecho traumático en la última gestión schiarettista.
El exministro de Salud Diego Cardozo, quien está sentado en el banquillo de los acusados, rompió su silencio el miércoles pasado con una declaración inquietante. “Durante casi tres años guardé un silencio respetuoso. Me arrepiento de no haber podido recibir a las madres. No dependía de mí, pero lo lamento profundamente”, dijo.
¿Quién debió autorizar a un ministro para que recibiera a las madres de los bebés fallecidos? Esa declaración en el juicio se puede interpretar como un tiro por elevación a su jefe máximo, el entonces gobernador Schiaretti.
Sin embargo, sólo por nombrar esos tres hechos conmocionantes, al que se puede agregar la resonante investigación por corrupción en el Servicio Penitenciario de Córdoba, nada de eso parece haber hecho mella en la imagen del exgobernador.
De allí que en el Panal sintetizan el horizonte futuro de la gestión provincial con una palabra: obras.
Contexto complicado
A Llaryora le toca gobernar en un contexto económico complicado. Además, convive en el poder con un presidente como Milei que, salvo la coparticipación federal, cortó el resto de los envíos a las provincias.
En algunos casos, como en el del corte del financiamiento de las cajas previsionales, lo hizo sin respetar leyes vigentes.
Más allá de sus diferencias ideológicas, el gobernador cordobés es uno de los más interesados en que el nuevo “plan otoño” de Milei y del ministro de Economía, Luis Caputo, logre estabilizar la macroeconomía.
Llaryora necesita de la estabilidad del dólar y, sobre todo, que baje el riesgo país, para salir a buscar financiamiento externo para obras. Además, para colocar deuda en pesos en el mercado local para afrontar los vencimientos en dólares de la deuda externa que dejó el ambicioso plan de infraestructura que ejecutó Schiaretti.
Esta obsesión del gobernador por las obras se podría alimentar con los datos de una encuesta que llegó al Centro Cívico, de una prestigiosa consultora nacional.
Según este sondeo de opinión, la inseguridad sigue siendo la mayor preocupación para los cordobeses. Pero en segundo lugar aparece “la corrupción provincial”.
Una luz de alarma para la gestión llaryorista y un argumento para los opositores, pensando en el lejano 2027. Otra obsesión del gobernador.