El dato de la inflación en julio (1,9% trajo alivio. Pero no es el momento de celebrar ni bajar la guardia en el Gobierno. “La baja reciente “es alentadora”, dijo ayer el economista Esteban Domecq, aunque advirtió que el camino hacia una inflación cercana a cero está lleno de ruido político, fragilidad financiera y tensión cambiarias.
En el streaming La Voz en Vivo, Domecq hizo una lectura que mezcló prudencia técnica con una advertencia política: se ganó un primer tiempo, pero el segundo exige disciplina fiscal, orden monetario y, sobre todo, paciencia.
“Sin lugar a dudas fue un buen dato”, dijo este jueves al analizar la inflación de julio. Lo que lo entusiasma no es sólo el número mensual (por tercer mes consecutivo por debajo del 2%) sino la composición. “La inflación núcleo fue de 1,5%. La inflación de bienes fue de 1,4%”, explicó y subrayó que la parte de bienes es la más sensible al tipo de cambio.
Para él, ese comportamiento indica que “el traslado a precio del movimiento, del ruido en julio estuvo bastante mitigado”.
El economista puso el dato en perspectiva histórica. “La inflación, hoy ya está en un régimen de la zona del 20%-25% anualizado”, contextualizó. Es decir que una Argentina que, meses atrás, estaba en espiralización con tasas mensuales cercanas al 12% y un interanual que rozaba el 300%, habría descendido “dos o tres escalones”.
Traducido: el país pasó de un régimen de “muy alta inflación” a uno que Domecq define como “moderado”, un patrón que no se veía “desde fines de 2017”.
Pese a la mejora, no relativizó la magnitud del desafío. “Todavía queda una batalla final… la inflación del 1,5%, de 2% tiene que ir a cero como en el resto de los países del mundo”. Y recordó que hay que pasar de tasas mensuales residuales a niveles que no erosionen el poder adquisitivo ni anclen expectativas.
¿La corrección cambiaria fue positiva?
El punto más polémico de julio fue la fuerte corrección cambiaria. “El dólar estaba 1.150 hace 3, 4 meses, hoy está en 1.350; se corrigió o aumentó un 20%”, dice Domecq.
¿Fue dañina? Para él, no necesariamente. “A pesar de la tensión y la volatilidad que ha generado en términos de inflación, trajo buenas noticias”. ¿Por qué? Porque, en su visión, esa corrección “permite un tipo que es un poco más competitivo” y reduce presiones importadoras, lo que a la vez “tiene bajo impacto inflacionario” si se acompaña con prudencia monetaria.
No obstante, advirtió que la volatilidad tendrá “coletazos” en agosto y quizá más adelante: “Probablemente agosto empiece con… inflación de vuelta”, admitió y proyectó que la medición de alta frecuencia de su consultora los ubica “en la zona” de un 2,2%–2,4% mensual tras la corrección.
La pregunta central que muchos se hacen es si la extinción de la inflación será rápida, como promete la narrativa oficial para 2026, o gradual. Domecq respondió con prudencia. “Si la Argentina hace los deberes en términos macroeconómicos, es decir que respeta el orden fiscal, tiene cuentas públicas equilibradas, maneja el Banco Central en un formato prudente, no hay emisión monetaria que no sea convalidada por la creación de la economía, entonces tal o temprano va a resolver el problema”, destacó.
“¿La Argentina descubrió la pólvora? No. Lo que está haciendo es lo que hicieron el resto de los países del mundo”, agregó. Pero también deslizó que el calendario puede diferir: “La discusión puede estar en torno a cómo se da ese proceso en términos de forma y de tiempos… yo no estoy tan optimista”.
Y puso al fútbol metáfora. “El primer tiempo, que fue sincerar precios relativos, ajustar tarifas, evitar el estallido, ya fue jugado; pero el segundo tiempo, que tendrá como objetivos bajar la inflación residual hasta cero, será el más exigente”.
La trampa de los servicios y la inercia
Domecq identificó un punto clave: los servicios regulados y la recomposición de ingresos, ambos motores de “inercia”.
“La inflación de corto plazo viene con tarifa de servicios públicos que hay que seguir corrigiendo, con componentes de servicios regulados que avanzan como la salud, la educación…”, ejemplificó, y advirtió que aunque la “núcleo” o los bienes cedan, los servicios pueden mantener una dinámica que dificulta la convergencia a cero.
De ahí su conclusión práctica: “La batalla contra la inflación en este segundo tiempo será un partido difícil”. Y si a eso se suma la necesidad de revisar el esquema monetario y cambiario, la volatilidad parece una certeza más que un riesgo.
Mini crisis de tasas
La entrevista saltó al problema del desarme de las Lefis, el incremento de las tasas y las licitaciones extraordinarias del Gobierno. ¿Error técnico o simple turbulencia? “Dudo de que esto sea parte del plan y era lo esperado”, reconoció Domecq.
Para el economista, Argentina enfrenta cuatro problemas que había que “atender con urgencia”: agujero fiscal, normalización financiera, falta de acceso al crédito externo y un banco central “quebrado”. ¿Progreso? Sí, en lo fiscal: “Se avanzó muy firme con una corrección de 5 puntos sobre el PBI de déficit fiscal”.
Y en el riesgo país hubo mejoras (de 2.000 a 700 puntos), pero el “sujeto de crédito” aún no está ganado.
En lo monetario, Domecq afirmó que hay una “herencia viva”: el Banco Central viene moviendo instrumentos (leliqs, pases, lefis) y ahora experimenta con encajes o sumas regulatorias. Resultado: la papa caliente quedó en la mesa del Central. “Este diagnóstico llevó a movimientos desafortunados o equivocados, que explican un poco toda la inestabilidad cambiaria y de tasas que empezamos a ver desde mediados de julio”, sentenció.
El otro costo visible de la turbulencia financiera es el impacto sobre tasas de interés y, por ende, el crédito y la actividad. Domecq adviertió que “esta tasa de interés se empieza a ser nociva para la economía real, para la producción, para el consumo”.
Según el especialista, la recuperación que empezó en 2024 tuvo tres motores (recomposición de ingresos reales, expansión del crédito y sectores de oferta pujantes, como la minería, energía, petróleo, real estate); pero hoy la recomposición está estancada y el crédito, que había empujado el crecimiento, se frenó por las subas de tasas.
El resultado es una economía “en meseta irregular”. Para Domecq, lo más plausible es que el PBI cierre con un arrastre positivo pero sin mucho impulso adicional. “Si mantengo este nivel de actividad hasta fin de año me va a dar 4,5%… si hay algún bache, puede quedar en 4%”. En su diagnóstico no hay colapso, pero sí un castigo a la aceleración que el país necesitaba para recuperar dinamismo.
¿Hay riesgo de devaluación post-electoral?
El calendario electoral funciona como sombra. ¿Veremos una devaluación abrupta después del 26 de octubre? Domecq no lo cree. “No veo un riesgo de devaluación disruptiva por delante, salvo algún cisne negro político externo o económico interno”, explicó.
¿Qué sería un “cisne negro”? Una derrota del Gobierno, lo que haría “entrar en una zona de indefinición política”.
Más probable, según su lectura, sería una “depreciación de mercado” —una corrección gradual, como la observada— que, aunque incómoda, puede ser “sana para la salud de las cuentas externas”.