Es sabido: en el altar libertario sólo había lugar para cumplir un solo precepto y se eligió bajar la inflación. Para que eso se hiciera rápido y de manera notoria, eran necesarias dos cosas: enfriar la economía y pisar el tipo de cambio. No hubo confiscación de depósitos, ni plan Bonex, ni reseteo monetario, como fue el pase del austral al peso argentino, que perdió cuatro ceros. Esa fue la base que recibió Domingo Cavallo para implementar la exitosa convertibilidad.
El freezer económico implicó detener la emisión monetaria para financiar los gastos del Estado nacional y eso llevó a cortar abruptamente buena parte de los gastos de la Nación. Ya sabemos: Milei eliminó el incentivo docente, cortó subsidios al transporte y algo a los servicios públicos, congeló dos años el Presupuesto nacional y licuó salarios y jubilaciones públicas. Heredó en 2023 un resultado primario del -2,7% y financiero del -4,8% y en 2024 lo dio vuelta al 1,8% y al 0,3%.
La inflación, que alcanzó su punto interanual máximo en julio de 2024 con el 289%, hoy está en el 33%. A diferencia del gradualismo de Mauricio Macri, el camino que se eligió fue el de shock. Motosierra pura y dura. “Hachazo”, según el exgobernador Juan Schiaretti, primer candidato a diputado al Congreso Nacional.
Este lunes, el exgobernador disertó en la Bolsa de Comercio de Córdoba y fue durísimo con Milei. Dijo que no dialoga y que no tiene gestión y que “está enceguecido con su escuela austríaca”. “Esto no es el infierno o la cámara de gas”, señaló. “No quiere decir que sea la única manera: el kirchnerismo o un iluminado que pretende hacer cuadrada la realidad a los hachazos”, insistió.
Sorprendió al sostener que el plan económico de Javier Milei “fracasó” y que la prueba irrefutable de ese fracaso está en el auxilio negociado con el Tesoro de Estados Unidos.
Y pasó a enumerar: 47% de pérdida del haber jubilatorio de Anses de 2017 a esta parte, que un país no funciona si no se desarrolla la infraestructura, que la poda del hospital Garrahan fue insensible y cruel, que no les puede reducir a las universidades públicas su presupuesto a la mitad y que las presiones, las marchas y el descontento son obvias porque la gente no se banca tanto sacrificio y no le alcanza el sueldo.
“Un programa así no perdura en el tiempo”, remarcó. “No queremos que el Gobierno se caiga, queremos que cambie lo que está mal, y la economía está mal, a la gente no le alcanza”, insistió.
Tiene razón, pero
En buena parte, Schiaretti tiene razón. Lo que sirve un año puede no servir más al siguiente. Hoy tenemos todos bastante claro los errores del gobierno libertario y la astucia del Congreso y de los gobernadores en apurar proyectos que minen el superávit fiscal, la piedra basal del éxito del plan, al menos hasta el primer semestre de este 2025. Lo que no sabemos, y Schiaretti tampoco explicó, es cómo se puede hacer sostenible el ajuste con “sensatez”, como dijo varias veces.
Veamos. Pidió la eliminación de las retenciones, que representan, según el exgobernador, “sólo” el 0,9% del PIB. No era tan enfático cuando era gobernador y debía negociar con Alberto Fernández. La soja entonces pagaba el 33% y hoy está en el 26%. No es cero, por supuesto, pero es 21% menos que con el kirchnerismo.
Schiaretti ensayó la idea de que eliminar las retenciones no genera rojo fiscal, aunque antes decía que el agujero podía compensarse reduciendo la evasión, que representa el 3,7% del PIB. Ahora dice que hay que eliminarlas en dos años: el primero se bajan a la mitad y el segundo, a cero. El aumento de producción que acarrea la retención cero hace que suba el resto de los impuestos y se compense la pérdida.
Lo que tampoco explicó el tres veces gobernador de Córdoba es cómo se podrían reponer las transferencias cortadas a las provincias, aumentarle el presupuesto al Garrahan, darles a las universidades lo que les corresponde y mejorarles el 47% de atraso a los jubilados, bajando retenciones y sin alterar el superávit fiscal.
Podría haber usado la fórmula en su gestión, cuando el déficit previsional comprometía el pago de jubilaciones y mandó un proyecto de ley en plena pandemia que implementó el aporte solidario, un descuento de hasta el 20% del haber que paga la Caja que se aplica a aquellos que tienen un segundo beneficio, como una pensión por viudez. En esa reforma exprés, redujo el cálculo del haber inicial y planteó el pago de los aumentos con una demora de dos meses. Algunos dirán que no quedaba otra, porque no hay magia.
Es cierto que Schiaretti admitió que el Impuesto a los Ingresos Brutos es nocivo, porque grava toda la cadena, y que somos el único país del mundo que exporta impuestos. No dijo que en su gestión, en la misma reforma previsional de 2020, aplicó un aumento adicional al sistema financiero para sostener las jubilaciones, que hacen que aquí los créditos sean carísimos. Nadie lo ve a eso: no figura en ningún ticket.
Tampoco prometió iniciar un proyecto para que al menos los seis gobernadores que conforman Provincias Unidos sean los primeros en sacar los pies del plato y propongan bajar Ingresos Brutos. Si se puede con las retenciones, ¿por qué no con Ingresos Brutos? ¿Y Sellos, que es tan malo como el impuesto al cheque?
Siempre es más fácil hablar desde la tribuna. Cuestiona el sistema de salud fundido y el Garrahan, cuando dejó a un Apross debiéndole una vela a cada santo, pagando tarde y mal, con corte de servicios de varios proveedores y con un déficit que entonces equivalía a 12% de sus ingresos.