En política no hay contratos firmados. Y la palabra –por solemne que suene– suele tener un valor relativo, al menos para muchos políticos curtidos en mil batallas electorales. Con estas reglas tácitas sobre la mesa, el armado de la alianza Somos en Buenos Aires, una opción que intenta abrirse paso entre los polos libertario y kirchnerista en el cada vez más tenso tablero bonaerense, arrastra una consecuencia que parece inevitable: Juan Schiaretti, su principal impulsor, queda ahora forzado a jugar una carta fuerte en Córdoba. Y esa carta es su candidatura.
Durante los últimos dos meses, Schiaretti no escatimó esfuerzo. Trabajó con intensidad quirúrgica para tejer Somos Buenos Aires, un espacio que busca romper la lógica de los extremos en el principal distrito electoral del país. Un espacio moderado en medio de la grieta que representan los libertarios y los K.
En esas negociaciones, el exgobernador activó su agenda nacional: conversó con los radicales Facundo Manes, Maximiliano Abad y Martín Lousteau, y con Miguel Pichetto, Emilio Monzó y Elisa Carrió. Incluso tuvo un intercambio reservado con Mauricio Macri.
Con cada gesto y cada charla, Schiaretti se posicionó como el rostro visible de esa llamada “avenida del medio”, una propuesta política que pretende hacer pie a nivel nacional.
Aunque no blanqueó su futuro político inmediato ante ningún dirigente nacional, el mensaje fue claro de interpretar: Schiaretti convenció a muchos en Buenos Aires para construir una alternativa. Pero ahora le tocará hacerse cargo en su propio territorio. En Córdoba, donde Milei sigue con una alta imagen positiva –aunque la curva esté en descenso–, esquivar el desafío sería un movimiento difícil de justificar.
Por ahora, el exgobernador juega al misterio. No ha oficializado su candidatura. Sin embargo, incluso desde su propio círculo íntimo –que hace dos meses descartaba de plano esa posibilidad– hoy son más prudentes. Nadie se anima a cerrar la puerta.
Mientras tanto, en el Centro Cívico, los llaryoristas dan por descontado que Schiaretti encabezará la lista del cordobesismo. La expectativa no es menor: lograr tres bancas en octubre sería una victoria política, aun perdiendo contra La Libertad Avanza.
Además, su eventual candidatura traería alivio al gobernador Martín Llaryora, que necesita una figura potente para enfrentar el vendaval libertario. Sin Schiaretti en la boleta, Hacemos por Córdoba podría sufrir una derrota contundente que debilite al oficialismo rumbo a 2027.
Por eso, desde el Centro Cívico, se habla de “responsabilidad histórica”. Dejar pasar la elección no sólo podría ser leído como una retirada, sino que pondría en riesgo la continuidad del peronismo cordobés en el poder.
Schiaretti, fiel a su estilo, se toma su tiempo. Nadie sabe cuándo confirmará o siquiera insinuará su decisión. Pero todos miran el calendario con atención: el 7 de agosto, cuando se oficialicen las alianzas, será la primera fecha clave.
Tal vez para el oficialismo provincial no sea un hito, pero sí lo será para los otros espacios. Ese día se sabrá, por ejemplo, si La Libertad Avanza y el radicalismo cordobés sellarán un acuerdo, o por qué alianza optará la peronista Natalia de la Sota. El tablero empezará a definirse.

El kirchnerismo ya se adelantó: irá por Fuerza Patria, un sello integrado por entre ocho y 10 partidos que suelen integrar el universo K en Córdoba.
Historia del armado
El intento de Schiaretti por trascender las fronteras provinciales no es nuevo. El año pasado, lanzó el partido Hacemos por Argentina, como expresión nacional del “modelo cordobés”. Un espacio que, hasta hace poco, parecía atado al límite geográfico de la provincia.
Ya no se habla solamente del PJ cordobés. Desde 2023, tanto Schiaretti como Llaryora invocan el término “cordobesismo”, en un intento de construir identidad propia y autonomía política.
En el tramo que fue desde las elecciones del 25 de junio hasta la asunción de Llaryora, el 10 de diciembre, ambos diagramaron un plan de expansión. Tres ideas fuerza los guiaron: federalismo, producción y republicanismo.
Un programa pensado para marcar diferencias con el kirchnerismo, pero también con el vertiginoso ascenso de Milei, que, en tiempo récord, se transformó en presidente.
Fue el nacimiento de un proyecto nacional con ADN cordobés. Pero también de un proceso lleno de obstáculos. A Hacemos le cuesta pisar firme en otras provincias. La irrupción de Milei obligó a muchos gobernadores –peronistas, radicales y del PRO– a replegarse sobre sus territorios y reconstituir sus estructuras como si fueran partidos provinciales.
Con el kirchnerismo atrincherado en Buenos Aires, el distrito que concentra el 37% del padrón nacional, la suerte del proyecto nacional de Schiaretti dependía, en buena medida, de lo que pudiera construir en ese escenario.
La jugada bonaerense
El sábado pasado, venció el plazo para presentar candidaturas. Pero, como si el destino quisiera agregarle suspenso a la trama, dos cortes de luz forzaron a la Junta Electoral –con dependencia del gobierno de Axel Kicillof– a demorar la oficialización de las listas hasta el lunes a las 14.
En las semanas previas, Schiaretti mantuvo encuentros con casi todos los actores nacionales, salvo con libertarios y con kirchneristas.

En esos diálogos, dejó dos ideas claras: que el plan económico de Milei es frágil y sin rumbo, y que hace falta una alternativa moderada de centro para frenar la marea de los extremos.
Así se fue tejiendo Somos Buenos Aires, una alianza plural, que agrupa desde peronistas no K hasta socialistas, pasando por exmacristas, la Coalición Cívica y el GEN de Margarita Stolbizer. Pero su columna vertebral es el radicalismo bonaerense, que aporta estructura y territorialidad.
Las candidaturas bonaerenses
El armado dejó conforme a Schiaretti. Aunque no todo fue color de rosa. El intendente de Esteban Echeverría, Fernando Gray –peronista crítico de La Cámpora–, finalmente cerró con Kicillof y con Cristina Fernández. Fue un golpe duro: dejó a Somos sin una figura fuerte del PJ en la Tercera Sección, donde votan más de cinco millones de personas.
El radical Pablo Dominichini, un radical del sector de Martín Lousteau, será el candidato de Somos en ese territorio, donde el kirchnerismo es más fuerte.
Aun así, Schiaretti –junto con Florencio Randazzo– logró asegurar una pieza importante: en la Primera Sección, donde el intendente de Tigre, Julio Zamora, será el candidato del espacio. Un peronista anti-K con peso propio. En este territorio es dónde más electores votarán: 30 mil más que en la Tercera sección, el lugar “más peronista” del país, según se jactan los cristinistas.
En las demás secciones, Somos estará representado por radicales y por exmacristas. Según encuestas internas, la alianza podría ganar en la Cuarta, con el intendente de Junín, Pablo Petrecca, que conserva un alto nivel de apoyo.
En la Segunda Sección, Somos eligió no competir. Fue un gesto para no entorpecer la estrategia de los hermanos Passaglia (Manuel y Santiago), que se alejaron del PRO, pero no acordaron formalmente con la alianza que integra Schiaretti.
La meta de Somos es concreta: consolidarse como tercera fuerza en Buenos Aires y plantar bandera en varios distritos rumbo a las legislativas del 26 de octubre.
En este escenario, todo apunta a que Schiaretti no podrá bajarse del ring cordobés. Córdoba, el segundo distrito más relevante del país, lo espera. Para muchos dentro del propio PJ cordobés –y especialmente entre los llaryoristas–, ya no es una cuestión de si será candidato. Es sólo una cuestión de tiempo cuándo lo anunciará.