Daniel Artana, el prestigioso economista de FIEL y docente universitario, estuvo en Córdoba. Invitado por La Voz, disertó en el ciclo “Coyuntura y agro”. En una entrevista con Voz y voto, analizó el acuerdo con el FMI, su impacto sobre el dólar, la inflación y las reservas del Banco Central.
–¿El acuerdo con el FMI soluciona buena parte de los problemas macroeconómicos del Gobierno?
–No, no soluciona todos los problemas. Pero hay que reconocer que este gobierno logró un avance muy importante en materia fiscal, reconocido por todos. A pesar de algún tropiezo en marzo, consiguió una baja significativa de la inflación y una recuperación económica en “V”. Es decir, la economía reaccionó bien. Sin embargo, quedaba pendiente la acumulación de reservas. En ese aspecto, el programa con el Fondo le da a la Argentina un respaldo importante para defender, si fuera necesario, el techo de la banda cambiaria. Si se alcanzaran los $1.400 de hoy, el Banco Central estaría autorizado a intervenir. Además, tiene la tranquilidad de que, si hubiera un evento externo que complique el programa, podría contar con apoyo extraordinario del Tesoro de EEUU, como ocurrió con México en 1995. Por eso digo que el techo está bastante blindado. Más allá de que ahora estemos discutiendo si el tipo de cambio irá al piso, sabemos que desde los $1.400 actuales, más o menos, va a resistir un tiempo.
—Hay poder de fuego, entonces.
—Sí, claro. Y eso da tranquilidad: el tipo de cambio va a moverse dentro de la banda, que se va ampliando, pero no se va a disparar a niveles que generen zozobra. Eso es clave. El acuerdo es muy significativo, especialmente por los desembolsos que se harán este año. Ya se realizó uno inicial y vendrán más: 15 mil de los 20 mil millones de dólares comprometidos llegarán este año, sumado a apoyos del Banco Mundial y el BID. Es un respaldo muy contundente del mundo, que en parte el Gobierno se ganó con las reformas que hizo.
—Se discute también si el dólar está bajando demasiado. ¿Puede ser un problema? ¿Debería el Gobierno intervenir?
—El informe del staff del Fondo preveía que el Banco Central compre dentro de la banda. Pero el Presidente dijo que lo harían solo en el piso. La discusión sobre si la Argentina está cara o barata en dólares es estructural. A corto plazo, lo importante es saber si el precio actual es sostenible. Si hay reservas, se sostiene. Pero eso no quiere decir que no tenga efectos negativos. Pensar que vamos a quedarnos en el piso de una banda, que encima baja 1% mensual y que pierde poder adquisitivo con la inflación... no parece sostenible. No estamos acostumbrados a pensar en un tipo de cambio fijo de acá a 2030, como prevé el acuerdo. En algún momento habrá que corregir. Ahora bien, de acá a fin de año, si el Gobierno sigue con el apretón monetario, puede que el tipo de cambio se mantenga en el piso.
—¿Ve una intención del Gobierno de mantener el dólar bajo para evitar que suba la inflación, con fines electorales?
—No sé si es electoralismo. En un momento, el Banco Central vendió muchas reservas, porque algunos esperaban una devaluación fuerte. Eso no pasó. El tema es que le estás pidiendo a tu sector transable que se reconvierta -no solo exportadores, también los que compiten con importaciones-, porque venías de un país donde se prohibían las importaciones, y los que sí podían importar vendían lo que querían al precio que querían. Ese era el modelo anterior, que para mí era pésimo. Ahora se apunta a algo más competitivo, más en línea con países emergentes que se desarrollaron: abrir razonablemente la economía. Pero le estás pidiendo a las empresas que cambien muy rápido. En mi opinión, hubiera sido mejor hacerlo con un tipo de cambio más depreciado. Pero a veces la realidad va más rápido que la prudencia. Es como correr Fórmula 1: no vas despacio, vas al límite. Y a veces, esa adrenalina también da resultados.
—Cuando se salió del cepo, hubo una devaluación del 10%. Eso movilizó precios. ¿No es demasiado grande la brecha entre $1.000 y $1.400 como para reavivar a la inflación?
—En economías emergentes o desarrolladas, el tipo de cambio fluctúa y los precios ni se inmutan. Pasa en Europa con el euro y el dólar, o en países dolarizados de la región, donde la depreciación tiene poco traslado a precios. En cambio, en Argentina es distinto. En el caso de la devaluación de Massa, cuando al cabo de seis u ocho meses, todo fue a precios porque la macro estaba desordenada. Hoy, con una macro más ordenada, ese traslado debería ser mucho menor. Aunque, claro, la historia pesa y en Argentina hace que algunos se apuren a remarcar. Hoy el Gobierno manda un mensaje claro: “No voy a aflojar. Si los precios se quedan altos, vas a vender menos. Y si no sos competitivo, te abro la economía”. Está cambiando esa lógica tradicional de pensar que si el dólar sube 10%, la inflación sube 10%. Hoy eso no es así. ¿Estamos como Brasil, Chile o Europa? No. Entonces algo se va trasladar, pero no es automático. Las cosas están cambiando pero todavía no somos una economía estable. Eso llevará tiempo. El Gobierno va bien encaminado, pero en el medio habrá turbulencias. Cuando salimos de la convertibilidad, veníamos de 10 años de inflación baja. Costó volver a pensar como una economía inflacionaria. Hubo una devaluación de 1 a 4 pesos, que después bajó a 3. Y la inflación del primer año fue baja, claro que hubo una recesión brutal. Después hubo años con inflación del 10 o 12% anual, luego del 2% mensual, y más tarde vino el populismo con inflaciones del 10% mensual. Bajar a medio punto mensual - que es el objetivo del Fondo- implica llegar a 7,5% anual. Eso tomará entre dos y tres años, según el propio acuerdo.
El superávit y la política
–¿Casos como el reclamo de Córdoba por los fondos de la Caja ponen en riesgo el equilibrio fiscal que Milei quiere mantener?
—Son pasivos contingentes. No conozco los detalles finos, pero sé que hay un acuerdo donde la Nación se comprometió a cubrir el déficit previsional, si las cajas provinciales se alineaban a los parámetros del régimen nacional. Dejando de lado quién tiene razón, algo que decidirá la Justicia, hay un problema estructural: los sistemas previsionales, tanto nacionales como provinciales, están quebrados. ¿Por qué? Porque otorgan beneficios que no se corresponden con la nueva realidad demográfica. Los parámetros que definen un sistema de reparto —edad de jubilación, años de aporte— están desactualizados. El régimen nacional, que es más exigente que el de Córdoba, fija 65 años para hombres y 60 para mujeres. Esa edad hoy es insostenible.
–Ha quedado baja la edad.
–Claro. Esa ley se votó en 1994 y desde entonces la expectativa de vida subió varios años en Argentina gracias a la medicina y otros factores. Eso habrá que corregirlo a nivel nacional. En general, las provincias permiten jubilarse incluso antes. Y después está la tasa de reemplazo: el porcentaje del último sueldo que se cobra como jubilación. El régimen nacional ronda el 50%, lo cual está más o menos alineado, pero todo eso deberá revisarse.