Juan Schiaretti y Martín Llaryora están convencidos de que el mapa político nacional ya es otro y procuran que el mapa político de Córdoba siga siendo el mismo. Ese es el primer objetivo de ambos.
El segundo es negociar con el futuro gobierno nacional los temas más urticantes de la Provincia: que la Nación envíe los recursos para cubrir el déficit descontrolado de la Caja de Jubilaciones y que no complique la reestructuración de la deuda externa provincial, que Llaryora intentará tras asumir.
El tercer objetivo es que Schiaretti tenga un rol nacional gravitante –que facilite la proyección de su sucesor– en la defensa de las banderas del federalismo.
El actual gobernador y el que lo sucederá coinciden en que todos y cada uno de esos objetivos dependen de la decisión que adopten de cara a la segunda vuelta presidencial. Todavía no definieron cuál será la posición formal del peronismo cordobés y optaron por borrarse del mapa en las dos semanas más estratégicas de la política argentina, a la espera de que al regreso se haya consumado ya el colapso de Juntos por el Cambio y esté a la vista el reordenamiento total del tablero en torno de Sergio Massa y Javier Milei.
Se fueron sin decir una palabra respecto de la segunda vuelta. Ambos están en Arabia Saudita para la firma de un crédito de U$S 100 millones para el acueducto Paraná-Córdoba. Luego Schiaretti estará en París y Barcelona –regresa en una semana– y Llaryora seguirá buscando financiamiento en Kuwait, Catar y Emiratos Árabes, para volver a Córdoba el 7 de noviembre.
Ansiedad peronista
Hay mucha ansiedad en el peronismo, y la guerra de nervios seguirá por varios días: hay que esperar definiciones recién 10 días antes de la elección, coinciden desde el Panal y el Palacio 6 de Julio. La presión para evitar posicionamientos de los dirigentes de segunda y tercera línea es creciente, y a quienes se expresaron a favor de Massa –hasta ahora, ningún peronista cordobés apoyó a Milei– los conminaron a aclarar que se trata de posturas estrictamente personales.
La obediencia desafía el más elemental sentido político. Para la militancia peronista, no hay dudas entre las dos opciones disponibles: Milei es indigerible para la mayoría –lo mismo ocurre en el radicalismo– y por lo bajo hay densos reproches de quienes no aceptan la especulación ante la posibilidad de que triunfe el libertario, no toleran que al schiarettismo le dé igual uno que el otro y esperan una actitud diferente de Llaryora. Todo indica que esa diferenciación no ocurrirá.
Schiaretti y Llaryora esperan que pase el temblor, pero sobre todo aguardan más encuestas. Las primeras muestran un gran favoritismo por Milei entre los cordobeses, mientras que quienes votaron a Schiaretti en primera vuelta se dividen en partes iguales entre los dos postulantes, con un sector importante indefinido.
El peronismo cordobés tal vez sea la fuerza política más dependiente de las encuestas, desde el momento mismo de su fundación. Posiblemente sea también la que mejor conoce a su electorado. “La mitad de los votantes de Hacemos por Córdoba es no peronista: apoyar a Massa puede ser un camino sin retorno con esos votantes, y apoyar a Milei sería una opción inaceptable para la otra mitad”, explican quienes vaticinan que prosperará el intento de neutralidad, al menos en los papeles. Aceptan que los intendentes ya están haciendo su juego.
Más allá de la postura formal del peronismo cordobés, se descuenta que Schiaretti encabezará una negociación nacional. Si en 10 días sigue habiendo paridad entre Massa y Milei, es posible que haya negociaciones a dos puntas: es en esas circunstancias en que se pondrán sobre la mesa las necesidades de gestión de Córdoba y se harán valer los votos propios en el Congreso.
Casi socios, ¿futuros socios?
El schiarettismo mira con especial atención a Horacio Rodríguez Larreta y a la conducción nacional de la UCR, con quienes el gobernador cordobés intentó una alianza contrarreloj antes de las Paso. Nadie descarta que estén en curso gestiones para reactivar esa sociedad, que en junio pasado fue impedida por Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Luis Juez.
Entre aquel intento y la disyuntiva actual, hay concidencias de nombres: quienes antes querían sumar a Schiaretti ahora se resisten a avalar a Milei. Y viceversa: Macri y Bullrich quebraron Juntos por el Cambio para aliarse al candidato libertario, algo que Juez no descarta y podría concretar en los próximos días. No está claro cuántos dirigentes radicales cordobeses podrían seguirle los pasos.
Macri ofreció “apoyo incondicional” a Milei al mismo tiempo que acusó al radicalismo y al sector del PRO que lidera Rodríguez Larreta de “transar” con Massa desde hace meses. El candidato del peronismo, en simultáneo, reitera que hará un gobierno de unidad nacional y una gestión de coalición, con dirigentes de otras fuerzas en lugares clave.
Todo indica que hay movimientos importantes que aún deben producirse, aunque no es seguro que incluyan a Schiaretti: deberían ser muy ostensibles las señales de Massa contra el kirchnerismo para que esa sea una opción real.
Tampoco es seguro que Juntos por el Cambio Córdoba logre resistir la crisis nacional. Se trata de un dato clave para el poder cordobés: los socios locales que tendrán mayoría en el futuro Tribunal de Cuentas de la Provincia y constituirán la primera minoría de la Legislatura provincial. El tembladeral que domina a la coalición es de altísima magnitud y entusiasma al peronismo local: Llaryora se siente más cercano a la mayoría y a gobernar sin trabas legislativas.
Antes de festejar, el futuro gobernador tiene pendientes negociaciones clave para no perder bancas propias a manos del massismo. Esa nueva construcción ya es un hecho en Córdoba.
