No sólo aplica para la elección del distrito Córdoba. También para lo que ocurra este domingo en cada jurisdicción. Y por supuesto –y especialmente– para la mirada nacional de estas legislativas 2025: qué significará ganar y qué perder.
¿Ganar es obtener más bancas de las que se arriesgan? ¿O sólo sacar más votos que los adversarios? ¿Se puede perder aun superando el objetivo de los escaños a los que se aspira? ¿Cómo se mide el desempeño de quienes no tienen chances de ser los más votados pero, sin embargo, pueden cumplir su meta o incluso superarla?
Hay disputas más grandes y otras de menor escala dentro de una misma elección. Todas marcarán surcos y dejarán huellas para lo que vendrá. Se reitera: aplica para Córdoba y para todo el país. Nadie duda de que las elecciones del domingo trazarán un nuevo paisaje para el gobierno de Javier Milei. El trajinar de los dos años que restan de mandato de la gestión libertaria será más o menos desafiante en función del apoyo que logren los candidatos de La Libertad Avanza. Desde la perspectiva de la Casa Rosada, es obvio que habrá escenarios diferentes frente a un triunfo, un empate o una derrota. Incluso habrá interpretaciones disímiles de acuerdo a quién las haga.
Asoma una fuerte disputa simbólica y discursiva para el domingo a la noche, con la interpretación que unos y otros harán del resultado. Los matices, que los habrá en abundancia, complejizarán el panorama. Trump y Bessent esperan en el otro extremo del continente.
Schiaretti, la presión de vencer a Milei de local
En ese contexto, Juan Schiaretti está obligado a sacar más votos que el libertario Gonzalo Roca. El PJ provincial descuenta que obtendrá más bancas que las dos que arriesga, pero sólo podrá decir “gané” si se impone ante la lista de Milei.
El ministro de Gobierno, Manuel Calvo, lo puso en palabras al hablarle a la dirigencia. “Estamos a días de lograr un triunfo histórico”, lanzó en sus redes, con el claro objetivo de evitar algún tipo de relajamiento.

Para el gobernador Martín Llaryora, que sabe lo que es perder –y duro– una elección de medio término, el valor de estos comicios tiene características fundacionales: el resultado marcará qué tanta vitalidad y futuro tiene el armado de Provincias Unidas, la construcción transversal que apunta a poner un candidato presidenciable –¿el propio Llaryora?– en 2027.
Roca, la apuesta arriesgada de Karina Milei
Saque más o menos votos que Schiaretti, Roca no será responsable del desempeño del oficialismo nacional en Córdoba. Cada voto que obtenga Milei en esta provincia será una ratificación y un apoyo al rumbo del jefe del Estado. Para bien o para mal, será Milei, y en especial su hermana Karina, quienes se harán cargo de la cuenta de la mesa Córdoba.

A Milei, no a Roca, le caben las mismas generales que a Schiaretti: debe imponerse para decir que ganó. Cualquier otro resultado será un revés. Hace tres o cuatro meses, en filas libertarias se descontaba un triunfo aplastante. Se proyectaba una cosecha de hasta seis bancas para Diputados. Todo cambió. Ese pronóstico se esfumó. Si hay triunfo, sería por la mínima.
De la Sota, la novedad que todos miran
Natalia de la Sota, con su Defendamos Córdoba, tendrá una lupa especial del sistema político local. Su escisión del PJ provincial es el dolor de cabeza más grande que tiene el oficialismo desde hace mucho tiempo. Para De la Sota, aplica una lógica particular: ella no necesita sacar más votos. Su victoria particular será significativa si logra renovar la banca que pone en juego.

El cumplimiento de ese objetivo le dará un estatus diferente para el día después y su futuro. Si el caudal de votos le sirve para seguir cuatro años en el Congreso, De la Sota alivianará mucho la carga que representa ser “la hija de”.
El kirchnerista Pablo Carro, de Fuerza Patria, asoma como la principal víctima de la candidatura de De la Sota. Los K tienen el sello de la derrota en Córdoba desde hace años. Eso no cambiaría.
Mestre, una gran incógnita
Otro candidato para el cual la vara es inestable es el radical Ramón Mestre. Entrar al Congreso representaría un renacer. No alcanzar una banca, en cambio, es una posibilidad que el exintendente capitalino no desconoce. Está en los planes. Si celebra este domingo, habrá otros que no participan de la elección, como Rodrigo de Loredo, que perderán sin haber siquiera corrido la carrera. Ni más ni menos que las reglas de la política, en la que ganar una elección suele ser presentado como la meta suprema. Pero ganar no siempre significa vencer, ni perder equivale necesariamente a fracasar.

Porque hay victorias que, en realidad, encubren derrotas. Y derrotas que pueden parecerse a pequeñas victorias. Partidos que ganan elecciones pero pierden su rumbo; líderes que logran el poder pero se alejan de las ideas que los llevaron hasta allí; movimientos que, en el afán de sumar votos, se vacían de sentido. Se puede ganar una elección y, al mismo tiempo, perder.
También hay derrotas que contienen una semilla de futuro. Quienes pierden pero lo hacen con coherencia, manteniendo sus convicciones, pueden construir algo más sólido que una victoria efímera. A veces, quien “pierde” gana en credibilidad, en respeto o en la posibilidad de reconstruirse sin las ataduras de otros. El valor de ganar, entonces, no está sólo en el resultado del escrutinio, sino en lo que se preserva o se entrega en el recorrido. Porque en política –como en la vida–, ganar o perder puede a veces ser relativo. Todo eso se revelará este domingo.