En un mundo de sociedades que evidencia una especie de malestar global y dinámicas de tomas de decisiones de cambios permanentes, cualquier vaticinio sobre comportamientos electorales corre el riesgo de tener menos rigor que una apuesta de café entre dos aburridos parroquianos.
El último informe sobre creencias sociales elaborado por Pulsar, de la Universidad Nacional de Buenos Aires, da cuenta de que no llega a un tercio la población que se mantiene estable respecto de la preferencia en las urnas, y que otros dos tercios de los votantes, es decir una abrumadora mayoría, va variando en cada elección según diversas cuestiones.
A eso deben sumarse otros estudios sobre conductas de los votantes que revelan que la decisión final se toma cada vez más cerca del momento de encarar hacia la mesa de sufragio.
Ese comportamiento ciudadano viene de la mano de situaciones de contexto cambiantes a una velocidad cada vez mayor.
Si consideramos la foto de la Argentina del viernes pasado al mediodía y la del lunes a media mañana, salta a la vista que fueron extremadamente diferentes, más allá de que la situación personal de cada habitante del país no haya cambiado en lo más mínimo.
Pero hay climas que crean humores diferentes. Para decirlo en otros términos, es probable que si la elección hubiese sido el domingo 21 de septiembre hubiera arrojado un resultado muy diferente que si la votación legislativa se hubiera realizado este domingo 28.
Pero recién son el domingo 26 de octubre. O sea, los climas pueden seguir variando.
Las dudas
Vistas desde Córdoba, las incógnitas se agradan, lejos de despejarse.
Sigue habiendo dos actores centrales en la campaña: la lista libertaria de Javier Milei y su ignoto Gonzalo Roca, y la del oficialismo provincial, con Juan Schiaretti a la cabeza, más un número a determinar de actores secundarios.
Los mileístas quedaron entusiasmados después del paso presidencial por Córdoba, pero más aun con el contexto de paz de los histéricos mercados después del aval de Estados Unidos a la gestión Milei.
Creen que se genera un clima de polarización que debilita las chances del discurso moderado de Schiaretti.
Por primera vez en largas semanas, Milei recuperó el centro de la escena y, después de ir detrás de la agenda opositora, logró instalar los temas de conversación.
En las huestes de Schiaretti, sostienen que el exgobernador quedó mejor parado al subirse al ring con Milei y discutir temas económicos.
Que el manotazo de ahogado de pedir ayuda a Estados Unidos revela inconsistencias del plan libertario y que hay lugar para ese discurso de avenida del medio.
Lo mismo admiten que fue un error que el fundador de Provincias Unidas quedase atrapado por esos fragoteros que salieron a armar una nueva versión del “club del helicóptero” y mentar una salida presidencial anticipada.
El propio Schiaretti debió salir con vehemencia a enmendar la plana de los mismos que le ayudaron a armar este nuevo espacio político.
No es bueno que alguien que se presenta como el más sensato sea mencionado como la insignia de los desestabilizadores.
Otra cuestión que dejó la visita presidencial alude a esa decisión de Milei de arrancar la campaña en Córdoba apuntando a Schiaretti por sus propuestas impositivas, y no a la gestión de Martín Llaryora.
Algunos creen que tenía más margen por ese lado. Plantear para Córdoba una especie de plebiscito cruzado de ambas gestiones, la nacional y la provincial.
Lo que sí está demostrado en términos numéricos es que Milei y Schiaretti-Llaryora compartieron alguna vez en elecciones diferentes buena parte de esos dos tercios de cordobeses que citábamos al comienzo de la nota con base en el estudio de Pulsar.
Y que el 26 de octubre tienen espacio para marcar un solo casillero.