El régimen de bandas cambiarias lanzado por el Gobierno el 11 de abril, quedó bajo la lupa de los economistas, tanto del propio equipo de Luis Caputo, como de analistas, a punto tal de que se anunció que a través del Tesoro se acentuará la intervención en el mercado de dividad.
En un trabajo, el Ieral-Fundación Mediterránea explicó que el Gobierno priorizó usar el tipo de cambio como ancla antiinflacionaria, lo que derivó con el tiempo en restricciones financieras y mayores encajes bancarios para evitar que los pesos sueltos terminen en la divisa.
Estas medidas buscan que los bancos actúen como demandantes de última instancia de la deuda doméstica del Tesoro. En la práctica, se generó un “encepamiento” del sistema financiero, explica el economista Jorge Vasconcelos.
En las últimas semanas, el Tesoro intervino en el mercado cambiario para evitar que el dólar tocara el techo de la banda, una jugada fuera del libreto original. Con una capacidad limitada de apenas 1.700 millones de dólares, se especula con gestiones ante el Tesoro estadounidense para una asistencia especial, aunque la situación argentina no encaja en antecedentes como México (1995) o Uruguay (2002/03).
A la par, se intensificó la venta de futuros, que ya acumula compromisos equivalentes a 6.000 millones de dólares.
La credibilidad es central en este esquema, y allí radica la principal debilidad, explicó el análisis del Ieral. La “dolarización endógena”, presentada como vía para dinamizar el consumo con los “dólares del colchón”, tampoco funcionó.
Ante la escasez de pesos, lo que subió fueron las tasas de interés, mientras la actividad económica se amesetó y los indicadores fiscales de agosto sugieren un tercer trimestre con posible caída.
De cara al futuro, el gobierno necesita recrear condiciones para el ingreso sostenido de capitales que refuercen reservas y complementen el ahorro interno. En paralelo, el Banco Central continúa interviniendo en futuros con precios alineados al techo de la banda, que se ajusta 1% mensual. Sin embargo, la experiencia muestra que sin confianza es difícil sostener el andamiaje.
Las reservas de Argentina equivalen a apenas 6% del PIB, muy por debajo del promedio de 20% que registran países con regímenes de flotación administrada. Al mismo tiempo, la “crisis de las Lefis” dejó una pesada herencia: más deuda interna, roles difusos entre Tesoro y BCRA y un sistema bancario condicionado.
Para normalizarlo será necesario reducir encajes y recomponer liquidez, al tiempo que se acumulan reservas, un doble desafío que requerirá una fuerte recuperación en la demanda de dinero.
Si el régimen de bandas no recupera credibilidad, la alternativa sería avanzar hacia un esquema de libre flotación, aun con el riesgo de una sobrerreacción inicial del tipo de cambio.
Un “bimonetarismo a la peruana”, indica el análisis, aparece como horizonte posible. Pero cualquier camino exigirá consistencia macro, acuerdos políticos amplios y un giro hacia la gestión y la transparencia, más allá de los gestos de ajuste inicial.