El exdirector del Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI), Alejandro Wernier, habló este jueves con el streaming La Voz En Vivo y trazó un panorama respecto de lo que se ve en materia económica desde el exterior sobre el gobierno de Javier Milei.
Luego de ponderar lo que se ha hecho hasta ahora con definiciones como “va por un buen camino” o “hizo lo que tenía que hacer en este momento” ó “está mucho mejor de lo que se pensaba”, el especialista también alertó respecto de los inconvenientes que se enfrenta la actual administración.
–¿Cómo se ve hoy Argentina a partir del nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, en un año electoral con mucho ruido político?
–Si uno ve la situación económica en Argentina hoy, comparándola con lo que anticipábamos al inicio del gobierno de Milei, el país está en un lugar mucho mejor de lo que se pensaba hace 16 o 18 meses. El presidente Milei logró atender el principal problema detrás de los desequilibrios financieros y fiscales: la sobrerregulación. Ha desregulado la economía y logró bajar fuertemente la inflación, que después del pico de octubre-diciembre de 2023 y comienzos de 2024 hoy está en torno al 1,5 o 2% mensual. También mostró pragmatismo en temas como el cierre del Banco Central o la dolarización, al dejarlos de lado. Argentina va mejor de lo esperado. El problema principal ahora es la política cambiaria y monetaria: el Gobierno ancló el tipo de cambio como estrategia de estabilización, pero salió tarde de ese esquema y quedó en una especie de “purgatorio”, condicionado por el calendario electoral. Otra debilidad es la falta de acumulación de reservas, lo que junto con los fuertes vencimientos de deuda en 2026 mantiene alto el riesgo país. El programa con el Fondo va bien, pero lo importante será qué hace el gobierno después de las elecciones: un esquema monetario más claro, política de acumulación de reservas y perder la obsesión con el tipo de cambio.
–Respecto al equilibrio fiscal, el gobierno se muestra inflexible, incluso en cuestiones sensibles como la discapacidad. ¿El FMI espera realmente tanta rigidez?
–Otra deficiencia del programa es la falta de un apoyo político más amplio. Al final, todos los gastos son justificables, pero el presupuesto debería reflejar las prioridades de la sociedad. Lo que preocupa al Fondo es que no haya un consenso mayoritario en el Congreso detrás del cero déficit. Hoy ese equilibrio depende casi exclusivamente de la voluntad del presidente. Lo que se quisiera ver es que los logros fiscales sean compartidos por el sistema político, validados y aprobados por el Congreso. Eso daría más sostenibilidad.
–El riesgo país no baja de los 700 puntos y el Gobierno dice que es por el “riesgo kuka”. ¿En el exterior se percibe así?
–Claramente hay un riesgo político: que vuelva un sector del peronismo con ideas económicas similares a las del kirchnerismo. Pero también hay factores técnicos. El mercado duda sobre cómo Argentina pagará sus compromisos externos sin acumulación de reservas. A 18 meses de iniciado el programa era ingenuo esperar que todo estuviera resuelto, pero esa es una tarea pendiente. Si al Gobierno le va bien en las elecciones legislativas y muestra una política de acumulación de reservas más explícita, el riesgo país podría bajar a niveles de 500 puntos hacia principios de 2026. No lo veríamos en 300, pero sí en un rango menor. El contexto internacional también influye: hoy las tasas de interés globales son más altas que en el pasado, lo que dificulta la salida al mercado.
Los gobernadores
–¿Qué impacto puede tener la aparición de un bloque de gobernadores con posición intermedia en el Congreso?
–No sigo la política argentina tan de cerca, pero creo que la articulación de una oposición sensata siempre es positiva. La falta de diálogo hoy es, sobre todo, responsabilidad de Milei, porque políticamente le conviene sostener la estrategia de outsider. Eso le da réditos en la calle, pero le resta institucionalidad y continuidad a sus políticas.Un bloque de gobernadores que actúe como contrapeso y que incluso abra una vía de diálogo puede ser importante. El presidente también debería reflexionar: si llega un shock internacional o una caída en los precios de exportación, y no tiene puentes con el Congreso, su reelección puede complicarse. Un mínimo de articulación política sería clave para la estabilidad del programa.