Se cumplen 25 años consecutivos de gobiernos justicialistas en Córdoba; un récord desde la perspectiva histórica.
Desde la Ley Sáenz Peña del año 1912 que democratizó la política hasta el presente, ningún partido o alianza logró esa permanencia en la provincia. Lo más cercano fue el ciclo de la Unión Cívica Radical de once años y medio entre 1987 y 1999. La pregunta obligada es, entonces, por qué se da este fenómeno en una provincia que no es de cuño peronista o, al menos, no tanto como otras.
Un electorado nada complaciente el cordobés, memorioso y difícil de seducir con cotillón de ocasión. Obtener su favor no es sencillo. José Manuel de la Sota tenía en claro el perfil de esa Córdoba que no es de derecha ni de izquierda, sino más bien independiente, y que a la hora de elegir privilegia la gestión antes que la retórica. Le costó tres intentos llegar a la gobernación; pudo lograrlo en el tercero y hubo otros dos mandatos.
Juan Schiaretti también cumplió tres períodos, alternándose con De la Sota los dos primeros. En todos esos turnos gubernativos, ambos apostaron fuertemente a la gestión, cada uno conforme a su personalidad y estilo, sin incurrir en deslices o excesos que los cordobeses suelen penalizar. En otras palabras, acatando lo que Córdoba es.
La convivencia con presidentes de signo kirchnerista durante 16 de esos 25 años requirió pericia suficiente para regular el grado de independencia o distancia sin romper lanzas, una de las claves a tener en cuenta. La segunda clave es la gestión: el quehacer gubernamental de De la Sota y Schiaretti fue aprobado en las urnas, un hecho incontrastable.
Y, con el debido respeto, la tercera clave la provee la oposición, que no generó alternativas más atrayentes para la ciudadanía. Cabe recordar que un rasgo virtuoso de la democracia es facilitar la alternancia de los gobernantes si la mayoría no está conforme, siempre y cuando haya mejores opciones.
Ambos espacios enfrentan sus propios desafíos de cara al futuro: el oficialismo, seguir siéndolo, y la oposición llegar a serlo. Se verá a su debido tiempo.
