El peronismo cordobés aceleró a fondo desde el inicio de 2023 en la campaña electoral más anticipada y más planificada del oficialismo provincial en lo que va del siglo. La oposición, que en todo 2022 no logró despejar un liderazgo claro ni definir cómo elegirá a sus candidatos, en diciembre frenó por el Mundial y en enero cerró por vacaciones.
El contraste del primer mes del año electoral es abrumador y constituye el dato político saliente de la escena cordobesa cuando todo indica que, cuanto más, estamos a cinco meses de la elección.
Hacemos por Córdoba cuenta con todas las ventajas objetivas que otorga el ejercicio del poder. Además tiene un candidato definido desde hace casi cuatro años –cuando Martín Llaryora fue designado como candidato a intendente de Córdoba– y administra las reglas del juego electoral a su conveniencia. Pese a todo eso, el peronismo actúa como si estuviese perdiendo: ese es el segundo dato saliente.
En todos los frentes
El oficialismo parece jugar solo desde hace casi un mes y sin embargo lo que manda es la hiperactividad, tanto en las gestiones de la Provincia y la Capital como en el armado político: la decisión de sumar radicales se volvió un desvelo para Hacemos por Córdoba. Como si no le bastara con el incuestionado liderazgo de Juan Schiaretti, con el alineamiento en torno de Llaryora, con el poder como factor ordenador, con el alto nivel de aprobación de las gestiones a nivel provincial y en casi todas las ciudades más importantes, con las obras en marcha en todo el mapa y con las cuentas públicas robustas para lo que haga falta.
Nadie descansa en el PJ. La agenda de Schiaretti reserva medio día, de lunes a viernes, para recorridas por el interior o la Capital. El vicegobernador Manuel Calvo es el armador principal en cada rincón del territorio provincial. Llaryora desdobla cada jornada entre la gestión municipal y la campaña, y sus incursiones al interior se volvieron sistemáticas los fines de semana: en lo que va de enero visitó una decena de departamentos y en febrero completará el mapa. Esas visitas suelen tener dos capítulos: uno público, con intendentes y legisladores de Hacemos por Córdoba que manifiestan su respaldo y se comprometen a “pegar” las elecciones; otro privado, con intendentes opositores.
Llaryora hace meses que trabaja en tándem con la intendenta de Estación Juárez Celman, Miryan Prunotto –que preside el Ente Metropolitano impulsado por el intendente capitalino–, y con el también radical Gustavo Benedetti, de Arroyito. Carlos Brinner, intendente de Bell Ville, estrecha relaciones con el llaryorismo, pero asegura a sus correligionarios que priorizará la pertenencia a la UCR. Todos son igualmente críticos de la dirigencia partidaria y cuestionan principalmente los acuerdos de cúpulas que dejan todas las candidaturas en manos de dirigentes de la Capital.
Las incursiones del PJ en tierra radical reiteran esos argumentos. También se repite a los intendentes radicales que “deben elegir entre dos peronistas” porque la conducción partidaria le entregó el radicalismo a Luis Juez, en perjuicio de Rodrigo de Loredo. A renglón seguido, Hacemos por Córdoba ofrece una “coalición de gobierno” que garantiza cargos en la futura administración provincial y colaboración permanente. Llaryora plantea una idea cuasi vecinalista para la integración y ofrece libertad de acción a la hora de los encolumnamientos nacionales.
El peronismo también pesca en el desencanto de los intendentes opositores que se quedaron sin reelección y hasta se encarga de las internas radicales: la semana pasada en importantes despachos de Capital celebraron, por ejemplo, una reunión entre Prunotto y una dirigente radical de Río Tercero que desafiará al intendente Marcos Ferrer –el más cercano a Rodrigo De Loredo– en la Paso por esa Intendencia. ¿Necesita el PJ gastar energía en ese terreno? ¿Por qué lo haría si no necesitara meter ruido en la inestable pero persistente sociedad entre Juez y De Loredo?
Una respuesta que los peronistas reiteran a coro es que Hacemos por Córdoba no está haciendo nada diferente, solo que en el pasado los acuerdos con sectores de la UCR eran secretos y ahora las convocatorias son públicas.
El nombre de Gustavo Santos como candidato a la Vicegobernación sigue figurando en las encuestas de Hacemos por Córdoba, y el ruido en esa categoría es cada vez más fuerte: Juan Manuel Llamosas y Natalia de la Sota aspiran a ser los compañeros de fórmula de Llaryora. Igual de indefinida está la candidatura a la Viceintendencia capitalina. En cambio, todo indica que en breve Daniel Passerini será oficializado como candidato a intendente.
14 meses de indefinición
En Juntos por el Cambio el año electoral arrancará en febrero. Y lo hará exactamente en el mismo punto en el que permaneció desde el triunfo legislativo de 2021: con Juez y De Loredo pugnando todavía por la candidatura a gobernador, sin acuerdo sobre el modo en que definirán esa controversia y sin definiciones nacionales que contribuyan a un ordenamiento local. Son carencias sustanciales frente a la maquinaria que el peronismo ya tiene en marcha, pero en la oposición nadie se desvela: al contrario del PJ, actúan como si estuvieran ganando y no hubiera nada por hacer.
Juez ya advirtió que no irá a una interna y los radicales que lo apoyan –la mayor parte de la conducción partidaria– acuerdan en el rechazo de esa alternativa. De Loredo es quien tiene en sus manos la principal definición opositora: si aceptará ser vice de Juez o si le hará caso a las encuestas y será candidato a intendente de Córdoba. La oposición espera esa definición y el oficialismo la espera todavía más.
