Cinco meses. Pasamos cinco meses organizando el mejor viaje de nuestras vidas. Con la estadía y los pasajes comprados (un trámite engorroso, ya que las opciones de pagos son nulas y los bancos se esmeran por hacértela aún más difícil), armamos un grupo de WhatsApp y otro de TikTok para enviarnos videos de actividades para hacer. Nunca pensamos que eso definiría nuestro viaje en un 80%.
Lo que empezó como un “che, esto está bueno” o “mirá adonde fueron estas chicas” se convirtió en la seña de una experiencia o en una entrada adquirida con antelación. Gracias a TikTok y sus incontables publicaciones de influencers y usuarios, pudimos conocer lugares en Río de Janeiro y Arraial do Cabo que no teníamos en el radar: la noche en Pedra do Sal, tirarnos en ala delta desde Pedra Bonita, disfrutar de una puesta de sol en el Morro da Urca y hasta elegir el mejor horario para ver el Cristo.
Además, pudimos saber de antemano los precios de las excursiones y la gastronomía e incluso descubrir las mejores aplicaciones para usar PIX, el novedoso sistema de pago para extranjeros que se volvió furor en estas vacaciones. Es similar a las transferencias bancarias que acostumbramos a hacer acá, ya que nos permite pagar en pesos y conocer la conversión a reales en ese mismo instante.
El algoritmo de TikTok se convirtió en el mejor motor de búsqueda. Siempre arrojaba nuevas opciones del destino por visitar, se actualizaba a cada instante y exhibía una interesante variedad de opciones y opiniones para descubrir. Sin embargo, no todo era color de rosa.
TikTok para viajar: del beneficio al perjuicio
Por un lado, era evidente que muchos influencers estaban trabajando para ciertas marcas y sus recomendaciones estaban debidamente condicionadas. De esta manera, cientos de usuarios recomendaban determinadas billeteras virtuales para pagar con PIX, pero que tenían el tipo de cambio más alto de todos o comisiones irrisorias.
Por otro lado, había que prestar atención a las fechas de publicación de los videos. No es lo mismo el turista que arroja información de servicio en octubre que el que la comparte en enero.
En tercer lugar, se popularizaron ciertas experiencias como stand up paddle para ver el amanecer en Copacabana y, si bien la experiencia es maravillosa y depende un poco del clima, va demasiada gente exclusivamente a sacarse fotos o hacer videos.
TikTok nos ayudó a conocer la inmensa mayoría de actividades turísticas en Río y definió el 80% de lo que hicimos finalmente. El 20% restante lo determinaron las recomendaciones de amigos y familiares que viajaron antes que nosotras; notas periodísticas de turismo; Google; y el maravilloso mundo de chat GPT.
Herramientas de viaje y una compañera de lujo
Mi amiga “Sofi” merece una condecoración aparte por su capacidad de organizar itinerarios de viaje. Yo le decía a dónde me gustaría ir y ella sacaba de la galera un tablero de Noxion con el día en el que se podía hacer en función de las otras actividades, el pronóstico extendido, el mejor horario, la página para comprar las entradas o el contacto para hacer la reserva, la recomendación de la inteligencia artificial, la aplicación del sitio a visitar y hasta la locación exacta en un mapa para calcular cuánto tiempo nos llevaría llegar allí.
En este sentido, organizar un viaje implica el uso de más de una herramienta, pero es indispensable matchear con tu compañero o compañera para idear el itinerario, no perfecto porque después hay muchos factores que lo van modificando, pero sí ideal, donde se respeten los deseos y el presupuesto de cada uno. Eso hace que el destino sea recordado como único.
Nos tomó cinco meses coordinar todo. Cinco meses de reuniones virtuales y una pantalla compartida con 200 pestañas abiertas; charlas presenciales con mate de por medio para calcular los gastos; cruzada de dedos para que pase la tarjeta o el gobierno aguantara un poco para no cambiar ninguna ley que nos modificara los precios que vimos el mes pasado; miles de videos acumulados en TikTok; miles de recomendaciones de seres queridos… Y todo valió la pena.
Hice buceo en Arraial do Cabo; anduve en buggy y vi el atardecer en Praia Grande con la piel de gallina; caminé por la pasarela de Arubinha que conecta la Laguna de Araruama con el océano Atlántico; me metí en la selva del Parque Nacional Tijuca gracias a la aplicación de senderismo que se bajó “Sofi”; probé açaí por recomendación de mi editor Diego y moqueca por consejo de Gabriel, el mozo del restaurante Casa da piedra en Praia dos Anjos.
También me animé a saborear pinza de cangrejo por pura curiosidad. “Si no es ahora, ¿cuándo?”, me decía mientras escuchaba la campanilla de transacción aprobada.
Ningún viaje es igual al otro, pero sí aprendemos mucho de cada uno. De esta manera, usamos más o menos instrumentos en función de nuestras necesidades. Nosotras queríamos hacer turismo de aventura, por lo que todas esas aplicaciones nos fueron de gran utilidad. Sin embargo, hay que reconocer que fue agotador planear en detalle cada cosa. El dicho “necesitás vacaciones de tus vacaciones” es real.
Después habrá quienes sólo busquen descansar, probar sabores nuevos, conocer la vida nocturna de la ciudad o incluso “ver qué pinta” estando allá. Lo interesante es descubrir nuevas herramientas que puedan darle una nueva perspectiva a los planes y que sea conocimiento acumulativo.
Ahora, hay que saber discernir entre aquello que nos sirve de lo que nos quieren vender y a su vez de lo que realmente queremos/podemos hacer. En definitiva, no hay mejor artilugio que el boca en boca, la charla previa, el mate de la tarde. Ese no falla nunca.