La “imagen” se volvió viral; fue un gesto que desconcertó a muchos. Comparto una reflexión personal que se inspira en el gesto del papa Francisco para con el Presidente.
El peor calificativo que se le puede hacer a un Pontífice se lo propinó Javier Milei a Francisco. Le dijo que era el “representante del Maligno en la Tierra”. Le dijo “imbécil” y ratificó que la justicia social, que es doctrina social de la Iglesia, y que se inspira en la Palabra de Dios, era una aberración. ¡Muy fuerte!
El mismísimo Papa, víctima y consciente de semejantes improperios, tuvo gestos de grandeza con quien lo descalificó y lo agravió. Lo llamó por teléfono, lo recibió y tuvo ese encuentro ameno tras la canonización de Mama Antula. Momento en el que Milei le preguntó si le podía dar un beso. Francisco contestó: “Sí, hijo”.
A modo de paréntesis, pensaba en “el beso”. Un gesto tan humano, tan nuestro, tan bíblico. Menciono dos escenas de la Escritura: una, la mujer pecadora y perdonada que llora y besa a Jesús en los pies, como expresión de amor y gratitud. La otra escena es el beso de Judas, el mismo gesto hacia Jesús con intenciones, sentimientos y desenlaces tan distintos.
Volviendo a Francisco, me hizo reflexionar una vez más en lo importante que son el encuentro, la fraternidad y el perdón. Aunque cuesta y no siempre es posible “el abrazo”, ¡cuánto bien nos hace vivir y procurar la fraternidad! Con odio y espíritu de venganza, jamás sale algo bueno. Ni en la patria, ni en las comunidades, ni en las familias.
Como creyente, este y otros gestos me ayudan a redescubrir qué importante es anteponer el Evangelio a la ideología, la persona a las ideas, las convicciones a las modas, los valores a los intereses, el bien común al bien personal o sectorial, la capacidad de autocrítica a la rigidez, el perdón al rencor.
Creo que fue un gran gesto de grandeza. Un gran gesto de caridad y humildad de uno de los hombres más importantes y poderosos del planeta. Gesto que ojalá podamos imitar.
El perdón es una gracia, un proceso y una decisión. El perdón sana; el odio enferma. El perdón es fortaleza; el odio es debilidad.
Culmina el Carnaval y comienza la Cuaresma...
Si el Carnaval es un tiempo para ponerse las máscaras, la Cuaresma es posibilidad para quitárselas, porque Dios no mira las apariencias: mira el corazón y nos ama con nuestras luces y sombras...
Si el Carnaval nos invita a la fiesta de las máscaras, la Cuaresma nos propone la alegría de creer en el Evangelio.
Que este tiempo de Cuaresma que iniciamos nos ayude a crecer en actitudes que nos hagan bien a nosotros y les hagan bien a los demás. Gestos tan divinos y tan terrenos...
* Sacerdote, integrante de la Pastoral Social
