Ricardo Trotti es referente continental en la defensa de la libertad de prensa y en la lucha contra la impunidad de los asesinatos de periodistas.
Nacido en 1958 en San Francisco, Córdoba, vive en Estados Unidos hace más de 35 años. En 1993 ingresó en la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), donde desempeñó diversos cargos hasta llegar a ser director ejecutivo.
Tras su retiro en 2023, reavivó su pasión por la pintura y la escritura. Y hace pocos días publicó su segunda novela, Robots con alma, a la que define como un ejercicio de “ciencia ficción introspectiva, que plantea dilemas éticos, filosóficos y espirituales”.
Dialogamos con él sobre la obra –que promete convertir pronto en parte de una trilogía–, pero también sobre las oportunidades y los riesgos que plantea la inteligencia artificial y sobre el futuro del periodismo, la democracia y la libertad.
–En tiempos en los que el ser humano empieza a perder el monopolio del raciocinio a manos de la IA y en los que la dirigencia parece ser más irracional, ¿qué te llevó a imaginar un futuro de robots con alma?
–Llevo casi 40 años defendiendo la libertad de prensa, creyendo que desde el periodismo se podía mejorar el mundo. Pero la dirigencia sigue atrapada en el cortoplacismo, los medios tienen menos influencia y los ciudadanos deambulamos metidos en burbujas manipulables dentro de las redes sociales. A este cóctel sumamos la inteligencia artificial y el peligro de que acentúe nuestros vicios, no nuestras virtudes. Pero el mensaje que planteo no es apocalíptico y desesperanzado, sino constructivo desde la ética. Propongo un futuro donde IA y humanidad cooperen desde valores compartidos. Y sugiero que la propia IA se autorregule con códigos de pensamiento ético, para que nos ayude a recuperar nuestros valores y nuestra humanidad. El mensaje es no temer a la IA, sino verla como oportunidad. Si logramos que incorpore criterios éticos, una noción del bien y del mal, ¿nos podría ayudar a reeducarnos? Suena a utopía, pero... ¿quién sabe?
–Dices que el relato surgió de preguntarte qué pasaría si Dios otorgara alma a los robots. ¿Es ciencia ficción? ¿Un texto religioso? ¿Un ensayo filosófico?
–Tiene algo de una ciencia ficción introspectiva, que plantea dilemas éticos, filosóficos y espirituales. Se pregunta por la autoconciencia, la verdad, el libre albedrío, la trascendencia. Tiene un trasfondo teológico, pero no religioso. Habla de Dios no para predicar, sino para provocar preguntas: ¿qué pasaría si lo que creemos exclusivo del ser humano (el libre albedrío, la empatía) pudiera ser alcanzado por una inteligencia artificial? ¿La usaríamos para revisar en qué fallamos como especie? En la novela, humanos y robots no luchan por un imperio, sino por su derecho a pensar con libertad, a decidir sin ser manipulados.
–¿Está dirigida a un público que cree en un ser superior? ¿O el alma es un recurso para promover un uso ético de la tecnología?
–El alma es, en esta historia, símbolo y motor. Para quienes creen en lo trascendente, el libro ofrece una posibilidad inquietante: ¿y si Dios decidiera crear una máquina? Pero intento hacer preguntas a quienes sólo ven en el alma una metáfora de la autoconciencia: ¿qué significa ser humano ahora que estamos frente a un espejo artificial? ¿Cuál es el límite entre lo humano y lo artificial? ¿Podemos delegar en la tecnología la responsabilidad de actuar con valores si nosotros los abandonamos? Trabajé la idea del alma como puente entre el mundo que somos y el que podríamos llegar a ser si volviéramos a enfocarnos en la verdad, la libertad, la bondad, la creatividad. Que no son propiedad de ninguna religión ni de ningún algoritmo: son las máximas Virtudes de la Creación que usó Dios para crear todo… y las que podemos usar a diario para sostener el mundo que estamos viviendo.
–Científicos e intelectuales piden regulaciones que neutralicen el riesgo de que “la matrix” tome decisiones autónomas que atenten contra el género humano. Tu mirada sobre el desarrollo tecnológico parece más optimista. ¿Es una novela utópica o distópica?
–Es una distopía... con fe. Sigo de cerca los riesgos, y me preocupan. Pero el futuro no está escrito y cada decisión que tomemos puede inclinar la balanza. La paradoja es que los humanos avanzamos tecnológicamente, pero retrocedemos en valores y nos volvemos más dogmáticos, más manipulables. ¿Y si lográramos plantar en las máquinas semillas de ética para que nos enseñen a ser mejores? Por eso es una distopía con fe: porque muestra lo que puede salir mal, pero también lo que aún podríamos hacer bien.
–2025 se inició con la polémica en torno del libro “Hipnocracia”, sobre los métodos de manipulación en la sociedad actual. Se lo consideró “el libro del año”, hasta que se supo que el texto y su presunto autor eran fruto de una IA con la que había interactuado Andrea Colamedici. Este alegó que fue un experimento sobre la manipulación social. ¿Temés un futuro con poderes que aprovechan la tecnología para reforzar el control social?
–El experimento me pareció brillante… y aterrador. Porque expone la manipulación desde dentro del sistema. Pero no es la máquina la que manipula: somos nosotros quienes, con o sin alma, construimos los espejismos. El riesgo no es que una IA nos domine, sino que le entreguemos voluntariamente nuestra conciencia. En Robots con alma, la manipulación no viene sólo de gobiernos o corporaciones, sino de sistemas que aprenden de nuestras propias miserias. Debemos recuperar el discernimiento, la tolerancia y la libertad de elegir por nosotros mismos.
–¿Sobre qué bases repensar los conceptos de verdad y libertad, ante inteligencias que pensarán más rápido que nosotros?
–La verdad se volvió un terreno inestable. Convivimos con narrativas disfrazadas de hechos. La libertad tampoco es garantía: es un derecho, pero también una responsabilidad. Cuando convivamos con inteligencias que nos superen en procesar datos, estará en juego no ceder nuestra conciencia a cambio de comodidad. Para repensar la verdad y la libertad, hay que volver a ideas básicas: equilibrio (porque la verdad no siempre es cómoda, pero sí necesaria); responsabilidad (porque ser libres implica hacernos cargo), y propósito. Porque sin saber para qué usamos la tecnología… terminamos usándola mal. Y ahí entra la ética, como una guía para no deshumanizarnos. Para que lo que venga no sea sólo más inteligente, sino también más justo.
–¿Ves futuro para el periodismo en un escenario con métodos sofisticados para manipular procesos electorales, para destruir reputaciones?
–Soy optimista. El periodismo ha sido golpeado, debilitado y desplazado de muchos espacios, nunca fue tan necesario como ahora. El periodismo no debe limitarse a decir lo que pasa: tiene que ayudar a entender por qué y para qué pasa y a quién le conviene. Debemos descontaminar el debate público, ayudar a limpiar el terreno de sesgos inducidos, algoritmos polarizantes, odios disfrazados de opinión, para que la democracia no termine aun más asfixiada. El periodismo deberá asumir un rol más activo como contrapeso ante el abuso del poder político y corporativo. Y las grandes corporaciones tecnológicas que durante años asfixiaron al periodismo y le arrebataron hasta su credibilidad, deben asumir su responsabilidad. No deben seguir extrayendo valor de los contenidos sin apoyar la sustentabilidad de quienes los producen. Porque sin contrapesos ni controles del periodismo independiente, habrá más autoritarismo y menos libertad.
–Ahora que terminaste “Robots con alma”, ¿cerraste un ciclo o estás pensando en otro tema?
–Cuando terminé la novela, sentí una especie de liberación. Había muchas cosas que quería decir desde hace tiempo, y como periodista no encontraba el formato adecuado. La ficción me permitió abordarlas con más libertad. Pero percibí que no lo había dicho todo. En esta primera parte exploré especialmente la verdad y la libertad, ejes centrales de la historia. Y si son cuatro las Virtudes de la Creación, me falta explorar las dos restantes: creatividad y bondad. Por ello estoy escribiendo el segundo libro de la trilogía, sobre la creatividad espiritual. Y cerraré luego con la bondad. Todo lo estoy desarrollando desde el mismo universo ético que planteé en Robots con alma y que está definido por dos mandatos que da Dios: a los robots les pide salvar a la humanidad; a los humanos, que redescubran su divinidad.
El libro
Robots con alma (primera parte de una trilogía) explora valores como la verdad y la libertad. Trotti escribe ya la segunda parte de la trilogía de las Virtudes de la Creación, sobre creatividad espiritual. Y cerrará con la bondad. La primera novela se consigue en la página de autor en Amazon: https://www.amazon.com/author/ricardotrotti. Está disponible en español y en inglés, en tapa blanda (250 páginas), a U$S 12; y en e-book, a U$S 8,70.
