Luego de meses de intensos debates, de marchas y contramarchas, de dilaciones sin justificación, en el seno del Concejo Deliberante de Córdoba aprobamos el nuevo sistema para las aplicaciones de transporte privado: Uber, Didi y Cabify.
A lo largo de mis intervenciones sobre este tema, procuré no caer en simplismos o en demagogias. Desde el primer momento, defendí la postura de no hablar del transporte por aplicaciones como una isla.
Hacerlo de ese modo me hubiera llevado a compartir la lógica del oficialismo, un Gobierno municipal que naufragó profundamente en uno de los temas cruciales de nuestra ciudad.
Óptica integral
Con Daniel Passerini a la cabeza, y de la misma manera que lo hizo su antecesor Martín Llaryora, se ha entendido al sistema de transporte como eso: un archipiélago. Colectivos, taxis y remises, aplicaciones, vehículos privados, bicicletas, peatones, todos desintegrados y sin una visión clara; todos tratados con parches y medidas cortoplacistas e insuficientes.
Fue bajo nuestra influencia, la de los distintos bloques de la oposición, que logramos sentar el debate en el renglón que merece. Desde una óptica integral, sostuvimos la necesidad de cortar con visiones anquilosadas, para dar lugar al futuro que la gente hace rato viene implementando.
Sobre el tratamiento de este tema, vale señalar un par de cuestiones. En la explanada de ingreso al Concejo tuvimos varias manifestaciones y algún que otro incidente menor.
No podía ser de otra manera: los representantes de ambos grupos -los de taxis y remises y los de las aplicaciones, que expresaron sus posiciones reiteradamente y con claridad—terminaron topándose con la especulación, la desidia y la falta de coraje y de criterio por parte de la Intendencia, que defraudó a todos.
Nuestro proyecto –que en esencia terminó prevaleciendo– contemplaba la realidad de nuestros vecinos. Adoptaba el sistema privado de transporte por aplicaciones sin restricciones de cupos, al mismo tiempo que promovía la quita de trámites y trabas burocráticas que pesan sobre taxis y remises.
Los problemas estructurales
Si bien la ordenanza que vio la luz no es enteramente lo que sostuvimos desde la oposición, pudimos corregir los vicios de los proyectos iniciales del oficialismo, más preocupado por intereses sectarios y con actitud conservadora, que por el bienestar general de los ciudadanos.
Ahora bien, con esa ordenanza en mano, conviene volver la mirada sobre lo que el peronismo vernáculo quiere poner, infructuosamente, debajo de la alfombra. Me refiero a los problemas estructurales del sistema de transporte.
Son esos verdaderos dramas los que han desquiciado un juego que debiera ser armónico, seguro y práctico entre los intervinientes.
Al persistente fracaso en el sistema de colectivos, este año le sumaron los fiascos de FAM y SiBus.
Es notorio el caso del primero, en tanto prometió la adquisición de 150 unidades para cubrir los cuatro corredores que le fueron asignados.
Sin embargo, los datos más actualizados señalan que, en la actualidad, tiene 96 coches en las calles. Es decir, más de un tercio de lo prometido está incumplido.
En lo que respecta a las otras empresas, entre las que cabe agregar a Tamsau y Ersa, las condiciones de las unidades a menudo son deplorables, con episodios críticos de incendios o disfuncionalidades que arriesgan la seguridad de los pasajeros.
Este escenario se completa con el magro número de taxistas y remiseros, que en conjunto llegan a 6.335 coches. Ante una creciente demanda, y en tanto la población no encuentra soluciones de resguardo y buena frecuencia en los colectivos, a lo que se suman los costos que afrontan los choferes, los viajes en coches particulares aumentaron de manera considerable.
Esta situación es la que pronunció el viraje de los vecinos al transporte privado por aplicaciones, con todos los episodios que siguieron.
Cambios necesarios
La Municipalidad no podía seguir con su ya legendaria manía de apostar al castigo como forma de intervención social (como vemos en la ruta, con la Caminera, o en la ciudad, ahora, con las nuevas formas de penalizar la velocidad).
Ni nosotros, los actores políticos, ni la gente de a pie, leen en esto una intención de mejorar la educación vial: vemos el claro intento –uno más– de aumentar la recaudación. ¿Para mejorar capacitaciones y calles o colocar reductores? Los gastos en publicidad, en alquileres o en planta política dan la respuesta.
Con esto, vuelvo al título. Hemos conseguido cambiar el sistema y, con él, la mentalidad hacia el transporte, en el que ahora se incorporarán las aplicaciones privadas. Pero ni Uber, ni Cabify, ni Didi pueden ocultar el bosque que hay por detrás: un sistema integral que necesita un fuerte golpe de timón.
En eso estará nuestro bloque, que ha mostrado su autoridad, al empujar de manera constante al Concejo Deliberante para dar las discusiones que necesitan los cordobeses.
Concejal de la Ciudad de Córdoba (bloque UCR)