La irrupción de Javier Milei en la escena política argentina ha generado un intenso debate sobre su posicionamiento ideológico.
Su estilo disruptivo y sus propuestas económicas radicales han llevado a muchos a catalogarlo como un líder de ultraderecha.
Sin embargo, etiquetar a Milei como tal resulta impreciso y simplista, ya que su ideología no encaja plenamente con las peculiaridades tradicionales de la ultraderecha, sobre todo en lo que respecta al nativismo y su marcada inclinación globalista.
Qué es el nativismo
La derecha extrema, en su acepción contemporánea, se caracteriza por una combinación de nacionalismo extremo, autoritarismo, rechazo a las instituciones democráticas tradicionales y, de manera central, el nativismo.
Esto último implica una defensa fervorosa de la identidad nacional, priorizando a los nativos sobre los inmigrantes o minorías culturales, y a menudo promoviendo políticas restrictivas en materia de inmigración.
Líderes como Marine Le Pen, en Francia; Viktor Orbán, en Hungría, o Matteo Salvini, en Italia, encarnan este perfil.
Por ejemplo, Le Pen, actualmente diputada de la Asamblea Nacional, ha centrado su discurso en la defensa de la “identidad francesa”, abogando por políticas antiinmigración y la expulsión de extranjeros en situación irregular.

Orbán, actual primer ministro de Hungría, pregona el euroescepticismo y fue el impulsor de un relato de “Hungría para los húngaros” y promueve leyes que restringen la inmigración y exaltan la homogeneidad cultural.
Andras Bozoki, profesor de la Universidad Centroeuropea, describe a Hungría desde 2010 como “la única democracia liberal consolidada de la UE que ha alcanzado el nivel de sistema no democrático, un régimen híbrido”.
En el caso de Salvini, líder del partido nacionalista Liga, se destaca su fuerte apoyo a medidas drásticas para bloquear la llegada de migrantes a Italia, con apelación a un discurso de soberanía nacional frente a la globalización y exhibiendo una postura muy crítica sobre la Unión Europea y el euro.
Estos líderes comparten una visión que percibe la globalización como una amenaza a la identidad nacional y cultural. Sus políticas suelen incluir proteccionismo económico y una narrativa que glorifica el pasado nacional.
En este contexto, el nativismo no sólo es una postura antiinmigración, sino también un rechazo a las dinámicas globales que, según ellos, erosionan las tradiciones y los valores locales.
El globalismo de Milei
A diferencia de estos líderes, Milei no encaja en el molde nativista. Su ideología promueve una visión globalista que choca con los principios de la ultraderecha tradicional.
Milei prioriza la libertad individual, la reducción del Estado y la integración de Argentina en los mercados globales, ideas que contrastan con el proteccionismo y el nacionalismo cultural de los líderes ultraderechistas. Milei no basa su discurso en la defensa de una identidad argentina “pura”.

Sus propuestas económicas como la dolarización (en campaña) o la apertura indiscriminada de importaciones —que afecta de manera negativa la balanza comercial, la industria nacional y el empleo— dan prioridad a la libertad de mercado sobre la protección a las empresas nacionales.
En lugar de promover un “Argentina para los argentinos”, Milei aboga por un país donde las fuerzas del mercado y las “fuerzas del cielo” definan las oportunidades.
Un dato para observar de su proceder es que en campaña prometía “dinamitar” el Banco Central, manifestaba desprecio por las ideas de John Keynes (uno de los economistas más influyentes del siglo 20) y repudiaba la intervención del Estado en la economía, pero ya en la presidencia fijó un régimen cambiario de flotación sucia que promueve la injerencia del Banco Central para mantener el precio del dólar entre las bandas establecidas.
Formas de populismo
Milei no ha hecho de la inmigración un pilar de su discurso. Mientras que Salvini ha propuesto cerrar puertos a barcos con migrantes, el presidente de Argentina se enfocó en la desregulación económica, la eliminación de subsidios, los recortes a sectores vulnerables y la reducción abrupta de prestaciones del Estado nacional.
Catalogar a Milei como ultraderechista es inexacto y oscurece el análisis de su propuesta política, más próxima al pragmatismo que a las categorías políticas tradicionales.
Su énfasis en la libertad individual y el mercado global lo acerca más a figuras como los economistas de la Escuela Austríaca (como Friedrich Hayek) que a los políticos nativistas de Europa.
Se trata de un libertario y anarcocapitalista que quiere destruir al Estado y las fronteras. Su mundo ideal es un mercado global.
Esto lo sitúa en las antípodas de la extrema derecha. No obstante, su estilo confrontativo y su rechazo al establishment político pueden generar confusión, ya que comparte con la ultraderecha un tono populista y una crítica dura al sistema al que (des)califica como “casta”, aunque se nutre de ella para el armado de su gabinete y su partido.
Es menester señalar que el populismo, como fenómeno, no es exclusivo de la ultraderecha; también puede manifestarse en movimientos de izquierda o, como en el caso de Milei, en propuestas libertarias y/o pragmáticas.
Milei representa un fenómeno político sui generis, que desafía las etiquetas académicas y pone en duda obras como El contrato social de Jean-Jacques Rousseau. Rotularlo como ultraderechista ignora las profundas diferencias entre su visión globalista y libertaria y el nativismo característico de líderes como Le Pen, Orbán o Salvini.
En un contexto global donde las etiquetas políticas se usan con ligereza, un análisis riguroso evita confusiones y sorpresas indeseadas.
*Profesor de Ciencia Política y Relaciones Internacionales