“Rebaja histórica” no mata “impuestazo”, ni viceversa. Martín Llaryora ató la suerte del segundo tramo de su mandato provincial y su futuro político mediato a las proyecciones y expectativas económicas delineadas por el presidente Javier Milei. No hay nada más ordenador en política que el poder de los votos.
Del precipicio en el que estuvo el modelo económico libertario, al rescate decisivo de Donald Trump. Del Llaryora que aseguraba en campaña que el esquema económico de Milei ya había “fracasado”, a este Llaryora conciliador –derrota electoral mediante–, ahora convencido de que la economía crecerá fuerte, hasta un 6% el próximo año. Así de camaleónica es la política argentina. Evitar sobredimensionar las acciones de gobierno debería ser una materia obligatoria para quienes administran lo público.
Los 90 minutos que Llaryora pasó el lunes último reunido con los ministros Diego Santilli y Manuel Adorni en la Casa Rosada alcanzaron para que el gobernador destacara públicamente lo que consideró el inicio de una “nueva etapa” en el vínculo con la Nación, luego de algunos fuertes cortocircuitos.
Esos choques, por momentos, lo habían dejado del lado de opositores con olor a “K”, una frontera que cada vez que se asoma, le genera pánico.

Este nuevo escenario no sólo reconoce el claro cambio de actitud del Gobierno nacional hacia la mayoría de las provincias, entre ellas Córdoba. También implica, por parte de Llaryora, un giro sustancial: es evidente que ser opositor a Milei es una mala idea para este ciclo, en el que el jefe del Estado vive algo muy parecido a una segunda luna de miel con su electorado –en buena parte cordobés– tras el triunfo legislativo del 26 de octubre.
Llaryora se vio obligado a recalcular. Mantiene el reclamo de gobernar con “sentido común”, aquel que desplegó Juan Schiaretti en campaña, pero ahora lo hace sin elevar el tono. Se muestra predispuesto a colaborar. Sabe que no tiene la fuerza necesaria para enfrentarse a Milei.
Es la segunda vez que le ocurre en menos de dos años. Las urnas y un 42% de los cordobeses lo ubicaron en los laterales de la mesa: la cabecera es, más que nunca, de Milei.
La carpeta con los reclamos históricos de Córdoba por incumplimientos de la Nación en fondos y partidas quedó en un segundo plano en la reunión que marcó en la Rosada el relanzamiento de la relación institucional entre ambas jurisdicciones. Esos planteos no serán un condicionante para que los legisladores de Provincias Unidas acompañen el Presupuesto nacional.
Todo al 2026
Antes de viajar a ese encuentro, Llaryora ya había decidido dar un volantazo dentro de la provincia. Vivir con lo propio, bajar el tenor de sus críticas, reacomodar expectativas y confiar en una apertura de los mercados financieros para la Argentina y para Córdoba componen la nueva piel del Llaryora posderrota electoral.
Esos lineamientos están plasmados en el proyecto de Presupuesto 2026 ingresado a la Legislatura el viernes último, que será aprobado –críticas de la oposición mediante– en los albores de la cercana Navidad. A propósito, ¿habrá desde el próximo 10 de diciembre un interbloque entre el PJ cordobés y legisladores que asumieron como opositores pero votan junto al oficialismo?
En las planillas elaboradas por Llaryora, aparece una reducción impositiva respecto del ejercicio 2025, que el Gobierno promociona –y exagera– calificándola de “histórica”. Esa merma se refleja con mayor fuerza en los tributos patrimoniales, y en menor medida en aquellos que inciden directamente en la actividad económica, como Ingresos Brutos y Sellos, preponderantes dentro de la masa de ingresos provinciales y los más cuestionados por el sector productivo y el comercio.

Llaryora instruyó al ministro de Economía, Guillermo Acosta, para que la inversión “blanda” supere con creces a la “dura”. El gasto social adquiere un peso marcado sobre la obra pública, que existirá, pero a un ritmo menor que el promedio histórico del peronismo cordobés. El nivel de inversión en ese rubro dependerá más que nunca del financiamiento externo.
Llaryora y Acosta ya imaginan escenarios para esa captación, tanto en el mercado local como en el internacional, con la mira puesta en el primer trimestre de 2026.
En ese juego es clave el rol –y el humor– del ministro de Economía de la Nación, Luis Caputo: cada vez que la Provincia busca fondos afuera, necesita indefectiblemente la venia de “Toto”.
El alivio económico que sentirán los contribuyentes el próximo año, especialmente los del Inmobiliario Urbano, contrasta con el sacudón del actual. Llaryora parece haber entendido –al menos en el enunciado presupuestario– que una parte de la sociedad valida con fuerza la reducción de impuestos impulsada por Milei.
Las primeras reacciones de las cámaras empresarias y del sector rural fueron positivas. Hay valoración del cambio de dinámica, aunque los pedidos de menor presión estatal continuarán.
En el Panal, cantan victoria por anticipado. Creen que cuando lleguen los nuevos cedulones, dentro de tres meses, el debate se centrará en la magnitud de las rebajas. Será acotado o moderado, pero ya no se hablará de “impuestazo”, aseguran cerca del gobernador.

Después del verano, los estatales cordobeses irán por la recuperación de lo perdido este año. Los jubilados provinciales también, aunque sin fuerza real de protesta. Este miércoles habrá un primer ensayo de esos reclamos: una caravana multisectorial por la Capital provincial contra la suba de aportes que Llaryora dispuso en 2023 para financiar la Caja Previsional.
Llaryora es consciente de que Schiaretti también pagó en las urnas los enojos acumulados del sector estatal, tanto de los activos como de los pasivos. Se trata de un universo amplio de votantes a los que pretende reconquistar de cara a los comicios de 2027, cuando buscará la reelección. “Fatiga de poder”, lo define y sintetiza un ministro provincial, en alusión al peso de más de 25 años de peronismo en funciones, del que intenta despegarse el gobernador.
Juego de tres
Tanto o más que Llaryora, la oposición cordobesa también depende de cómo resulten los próximos dos años de Milei. Si el proyecto libertario se expande como consecuencia de un buen desempeño de la gestión nacional, las posibilidades de pausar el ciclo de poder del peronismo crecen. La ecuación se invierte si el jefe del Estado decepciona.
Rodrigo de Loredo asegura, con una convicción similar a la de 2023, que dentro de dos años su nombre “sí o sí” estará en una de las boletas para gobernador. Promete una campaña intensa que iniciará en semanas, cuando deje su banca de diputado nacional de la UCR, lo que marcará –en un hecho inédito para el partido– que Córdoba no tenga representantes radicales propios en el Congreso. Ese es el nivel de crisis de la UCR.
El lanzamiento de De Loredo se suma al que realizó Luis Juez casi el mismo día en que perdió con Llaryora por apenas tres puntos en 2023. El otro que está en gateras es el liberal Gabriel Bornoroni, el más cauto del trío a pesar de ser uno de los grandes ganadores de los últimos comicios legislativos.
Todo es lógico a esta altura del partido: nadie logra posicionarse ni sumar adhesiones si no apunta a lo máximo; para acordar o romper definitivamente, hay tiempo. Lo que sí es seguro es que Milei y su proyecto político guiarán esos desenlaces, no aptos para apresurados.
Mientras tanto, la centralidad es unívoca: todos miran al “Javo” y atan su suerte, como nunca antes, a los impredecibles vaivenes de las Fuerzas del Cielo.

























