El término “mascota” deriva del francés mascotte (amuleto, talismán), que alude a una figura u objeto que atrae suerte.
Con esa palabra se nombra a los animales de compañía, seres especiales cuyo afecto incondicional llega a cambiar la vida de muchos de sus cuidadores.
Niñas y niños otorgan una importancia suprema a sus mascotas; los reconocen como compañeros entrañables de infancia.
Se estima que en Argentina cerca del 80 por ciento de las familias tienen una mascota interactiva, en su mayoría perros o gatos.
Entre los adolescentes –siempre provocadores–, es moda la crianza de animales exóticos. Sin embargo, mascota y exótico son términos contradictorios: iguanas, hámsteres, cobayos, serpientes e incluso arañas son especies que sufren fuera de su hábitat natural.
Según la Ley de Conservación de la Fauna, dichos animales no pueden adoptarse ni ser comercializados, tanto por las consecuencias negativas sobre su propia salud como por ser potenciales transmisores de enfermedades.
Las principales zoonosis en Argentina son causadas por contagios de animales sin control veterinario o como producto de envenenamientos por mordeduras de animales ponzoñosos.
Los preferidos
Por lejos, las mascotas preferidas por los chicos son los perros. Cuando ambos son cachorros, el amor es simétrico, lo que asegura una protección adicional contra la soledad.
Los perros actuales derivan de los lobos, cuya domesticación data de miles de años. En una primera etapa, los lobos comenzaron a compartir territorio y cuidado mutuo con humanos; luego cruzaron su genética, lo que originó distintas razas y, finalmente, se adaptaron a la vida actual –en especial, en zonas urbanas–, postergando sus hábitos salvajes y “humanizando” sus conductas.
En el caso de los gatos, se postula que comenzaron a ser domesticados en Egipto, cinco mil años atrás. Se hicieron adorables no sólo por su dulce indolencia, sino por la capacidad de cazar roedores y serpientes, serias amenazas de los depósitos de alimentos.
Aunque son las mascotas más fotogénicas, no son los chicos quienes terminan entablando relaciones de cariño eterno, sino muchos adultos.
Perros y gatos de compañía se ven obligados actualmente a vivir en ambientes reducidos, comer alimento industrial y aceptar los caprichos de una especie diferente: la humana.
Tanta intimidad compartida los termina incluyendo como miembros de la familia íntima, y así los chicos los llaman “hijos” o “hermanos”. Sin embargo, cuando rompen muebles, cavan pozos o destrozan jardines, el parentesco suele disolverse.
Una circunstancia especial ocurre durante el primer contacto entre un niño y un perro. Si la familia planea que vivan juntos, el cuadrúpedo necesitará acercarse al humano, olfatearlo y lamerlo; reconocerlo como “parte de la manada”. De ocurrir lo contrario, podrían generarse enfrentamientos.
A partir de ese reconocimiento, la mascota será el cuidador más fiel del niño o la niña en cuestión. Por supuesto, siempre hay personas que temen que esos babeos y lengüetazos contagien enfermedades; la posibilidad es remota si los animales pasaron por un buen control veterinario.
Sin lugar a dudas, los beneficios del “efecto mascota” superan largamente los peligros de lesiones o de dolencias. Numerosos estudios prueban que chicos acompañados por animales crecen con mayor bienestar físico, social y psicológico, en especial aquellos con enfermedades crónicas o algún tipo de discapacidad.
Muchas mascotas ayudan a diluir tristezas y ansiedades, a reforzar la autoestima; y entre los más grandes, a desarrollar responsabilidades.
Quizá esto se deba a que las mascotas siempre disponen de tiempo genuino, valor que muchos adultos parecen haber extraviado.
* Médico
