–¿Cuándo dejaste de ser una niña prodigio?
–¡Qué pregunta! ¿Cuándo dejé de ser niña? Uno siempre es un niño, ¿no? Por eso me resulta difícil decirte, pero capaz que en el momento en el que uno toma más conciencia es cuando se independiza y se va a vivir solo. Y para mí eso fue a los 17, 18 años, cuando me fui a vivir a Europa en 2005. O sea, no es que uno deje de ser niño, pero, claro, más allá de la vida musical y de la carrera, esto de vivir solo, pagarte tus cuentas, conseguir tus propios conciertos, manejarte por el mundo, eso creo que fue un antes y un después.
–¿Vos perdiste muchas cosas de tu infancia por dedicarte al arte tan temprano?
–No lo sufrí, siempre estuve muy bien acompañada, desde el cariño, desde lo psicológico, desde todo sentido, no me sentí presionada. Obviamente que haciendo muchos conciertos ya desde chica y sí que hay como una responsabilidad, pero eso siempre lo fui acompañando con muchas horas de estudio, con mucho amor a la música; y de todas maneras yo siempre guardé a mis amigos de la infancia, de la escuela, con los que seguía teniendo relación y juntándome todos los fines de semana, también salía a bailar. Estudiaba muchas horas. Siempre me gustó viajar mucho, hacía yoga, hacía algún deporte, tenía a mis amigas que veía religiosamente todos los sábados. Siempre hay algún sacrificio en cuanto a la cantidad de horas, pero creo que lo pude equilibrar bastante bien para justamente tener ese recambio de aire que es tan importante, no solo cuando uno es chico, en general, en la vida.
–Por ahí no pasa lo mismo con los chicos que hacen deporte de alta competencia, que les exige un ritmo de vida de aislamiento por el entrenamiento.
–Yo estudiaba entre ocho y 10 horas por día, pero los domingos trataba de no tocar, dedicarle ese día libre; y de última, ese día salíamos a pasear con la familia o me iba al cine o veía a algunos amigos. Obviamente que hubo mucho sacrificio y muchas horas, porque como todas las cosas, para poder llegar a un lado hay que dedicarle muchas horas, mucha entrega. Y me parece también importante tener esta cuota de despeje, porque si no, se puede producir lo otro, contraproducente para la salud.
–¿Y ahora qué hacés?
–Sigo siendo la concertina de la Orquesta Sinfónica desde hace 12 años, soy el violín principal de la Orquesta Sinfónica. Después soy profesora de la universidad en Entre Ríos. También hace 12 años que enseño y voy un par de veces por mes a dar clases, tengo una cátedra de violín allá. Después tengo varios alumnos particulares en mi casa y muchísimos proyectos, ya sea de música de cámara, tengo un dúo de violín y piano, tengo un trío, un cuarteto de cuerdas, una orquesta, todos estos proyectos obviamente que dependiendo cada semana o cada mes, hay veces que tenemos mucha actividad con un par de grupos, después otras veces más con otros, pero digamos que no es fijo, depende de los conciertos que van saliendo. Y este año, muchos viajes afuera. También otra parte, que antes no hacía, es que me estoy dedicando bastante a la música barroca, que es como otro universo musical.
–¿Cuál es la clave para enseñar? ¿Cómo te relacionás con los chicos que tienen la edad que tenías cuando vos empezaste?
–En general, los alumnos que doy son de nivel medio a nivel avanzado, entonces no agarro alumnos desde el inicio. Por mi actividad y por todas las cosas que hago, prefiero no agarrar esa responsabilidad porque se necesitan muchas horas todos los días. Prefiero agarrarlos ya un poco más grandes, con más experiencia, con más técnica. En general, he tenido superbuenas experiencias. A mí me encanta dar clases, creo que se aprende muchísimo. Es un aprendizaje mutuo, porque es como un espejo casi. Cosas que a veces misma digo en las clases que ni me doy cuenta que a veces surgen, porque veo a un estudiante que está enfrente tocando una pieza musical, me doy cuenta de algo que muchas veces me sirve para mí.
–¿Cómo ves la cultura en la Argentina?
–Estamos a un nivel complicado a nivel mundial. Con todo el avance tecnológico, es un arma doble filo. Por un lado, tenemos, digamos, la tecnología, que puede ser una aliada para buscar info, tenés todo al alcance de la mano y eso es fantástico, pero al mismo tiempo también absorbe muchísimo tiempo. En la música puede ser aprovechado bien o no.
–¿Implica la incorporación de la tecnología una amenaza concreta a la música como arte?
–Puede ser, igual es un arma de doble filo. Por un lado, tenés la facilidad de poder transmitir un concierto en vivo y que lo pueda escuchar un montón de gente de cualquier lugar del mundo. Y por otro lado, a veces hay gente que dice “¿Para qué voy a ir a un concierto en vivo si lo puedo ver por mi teléfono?“. Y hay que tener en cuenta que lo presencial es irreemplazable. Ir a un concierto es toda una experiencia. Una orquesta sinfónica en vivo, lo que suena una orquesta sinfónica, no hay ningún parlante en el mundo que lo pueda reproducir. Podrán estar cerca, podrán ser increíbles, pero nunca va a ser igual. Porque no es solo el sonido, es ver a los músicos, es sentir la energía, el público, es algo que está pasando en ese momento.
–¿Y si esa orquesta estuviese formada por avatar en vez de músicos?
–No, no me digas eso. No, por favor.
–Pero está ocurriendo.
–Para mí también hay algo irreemplazable: la inspiración, el sentimiento. Podrán en lo técnico y podrán reproducir ciertas cosas muy buenas, pero ya si nos vamos a eso, ¿para qué seguimos vivos?
–¿Qué te dio y qué te quitó la música?
–Quitar... nada. Siempre me ha dado el arte, en general. El arte ha sido el motor de mi vida. Todo vuelve, porque ese tiempo que le dedique me vuelve en conocer lugares, gente que son grandes amigos.
–Aparte de la música, ¿qué haces?, ¿qué te gusta?
–Le dedico mucho tiempo a mi hijo, me encanta ser madre. Voy a natación un par de veces por semana. Me gusta mucho el yoga.
–¿Con tu hermano Pedro de profesor?
–Sí, pero también yo hago sola en casa, porque como fui muchos años de chica, empecé a hacer yoga.
–¿Y qué más?
–Me encanta ver series. Me gusta mucho la astrología. Y viajar, que lo hago gracias a la música. Es otra de mis grandes pasiones. Conocer lugares nuevos. La buena comida me gusta, me gusta mucho. Así que cuando estoy en algún lugar que no conozco, me gusta probar un buen vino y una buena comida, eso me da mucha felicidad.
Perfil de Lucía Luque
Lucía Luque es cordobesa, empezó a estudiar violín a los 7 años y su debut como solista fue a los 14 años. Actuó en muchos países y ha ganado numerosos concursos internacionales. Se graduó como profesora de violín en Italia, en el Conservatorio de Verona. Es la concertina de la Orquesta Sinfónica de Córdoba. Se desempeña como directora y concertina de la Camerata Luque y es profesora de la Cátedra Superior de Violín de la Universidad Autónoma de Entre Ríos.