Vivimos tiempos de enorme complejidad y de cambios profundos. En un mundo que reconfigura sus dinámicas políticas, económicas y sociales a un ritmo sin precedentes, los países que logran sostener algunas certezas básicas son los que mejor pueden enfrentar los desafíos del presente y construir oportunidades para el futuro.
En este contexto, la Argentina se encuentra ante una encrucijada decisiva. El nuevo Gobierno ha comenzado un proceso de corrección económica profundo, con decisiones que despiertan expectativas y también generan tensiones.
Más allá de las medidas coyunturales, el verdadero dilema es de fondo: ¿seremos capaces de construir las condiciones necesarias para un desarrollo sostenido y equitativo?
La clave está en una palabra tantas veces mencionada como pocas veces respetada: confianza. Y la confianza, en términos económicos e institucionales, se llama seguridad jurídica.
Seguridad jurídica y estabilidad
Desde hace un tiempo vengo planteando que en las democracias capitalistas de Occidente, los gobiernos y la gobernanza están condicionados por la opinión pública, que es monitoreada en tiempo real y que se expresa en las elecciones periódicas.
Pero los actores económicos (“los mercados”) también votan a diario al operar sobre las variables económicas, ya sea a favor o en contra de las decisiones de los gobiernos.
En este sentido, es necesario que exista seguridad jurídica como condición imprescindible, aunque no suficiente, para el progreso de las naciones.
Seguridad jurídica es aquella que garantiza que las reglas del juego no van a ser cambiadas por los vaivenes de la política. Es decir, va mucho más allá de que existan normas y leyes claras que deben ser aplicadas por una Justicia independiente y eficiente, sino que deben también ser sostenibles en el largo o, por lo menos, el mediano plazo.
Es destacable la seguridad jurídica que dan países de nuestra región como Brasil, Chile o Uruguay, en los cuales los fundamentos de la economía y las reglas de juego se sostienen en el tiempo, sin importar el partido político o la ideología de quien gobierna.
En las elecciones celebradas en Alemania, donde el socialcristianismo superó a la socialdemocracia gobernante, pero donde también se registró un avance de partidos más radicalizados, y en momentos en que el país enfrenta enormes desafíos de liderazgo, los dos partidos que obtuvieron el apoyo del 45% del electorado, más algunas alianzas menores, decidieron reeditar la gran coalición en la búsqueda de un liderazgo racional e institucional, para volver a poner a la nación de pie.
Oportunidad para el país
En nuestro país, el nuevo Gobierno ha tomado importantes medidas económicas alineadas con la demanda ciudadana de poner orden en la macroeconomía, lo que permitió salir de una situación de verdadera quiebra del Estado, al borde de la hiperinflación, con una emisión monetaria descontrolada, desequilibrios de precios relativos, un déficit fiscal y cuasifiscal insostenible y cerca de un nuevo default, agravada por unos índices de pobreza e indigencia inaceptables en una sociedad como la Argentina. Aunque todo ello se logró a un gran costo social.
Recientemente, en una decisión que fue producto de una política cambiaria que no se sostenía, dada la rápida pérdida de reservas internacionales que se evidenciaba, el Gobierno eliminó el cepo cambiario para los flujos (aunque lo mantuvo para los stocks), sin que esta medida disruptiva influyera de modo negativo. De hecho, los primeros síntomas son muy positivos.
Esto fue posible por el poder de fuego que concentró el Banco Central gracias a la ayuda financiera del Fondo Monetario y otros organismos internacionales de crédito, lo que significó un elemento de disuasión de la autoridad monetaria, imprescindible en la tarea de sostener el liderazgo y la gobernanza.
Desafíos
Es también evidente que, aun siendo importante, es sólo una parte del camino hacia la meta. Todas estas medidas deben converger en bajar la inflación; en mantener el superávit de caja hasta que sea un superávit financiero; en revertir la tendencia negativa que se registra en los últimos meses del superávit comercial y de cuenta corriente, para avanzar así en la economía real, garantizando un aumento de la producción y del trabajo que traiga bienestar y progreso social.
Pero el desafío principal será que durante este proceso no se produzca una salida de divisas por mecanismos más o menos sofisticados, a los que nos tiene acostumbrados la economía argentina, sino que puedan ser acumuladas como reservas del Banco Central e invertidas en la economía real.
Y ese camino es posible si las expectativas se sostienen en el tiempo. Se necesita la sustentabilidad del plan de gobierno y, sobre todo, confianza en la vigencia de las reglas del juego.
Porque sólo con confianza se construye futuro. Porque sin reglas claras y sostenibles, todo avance es frágil. Porque las naciones no se desarrollan en el miedo o la incertidumbre, sino en la previsibilidad, en la coherencia y en la constancia.
Argentina tiene, una vez más, una oportunidad única. Pero no es una garantía. Es una posibilidad, que sólo podrá transformarse en realidad con madurez, con acuerdos mínimos y con visión a largo plazo.
Para que alguna vez dejemos de soñar con lo que podríamos ser y empecemos, de una vez por todas, a serlo.
- Licenciada en Administración