Inexorablemente, para el pueblo armenio todos los 24 de abril marcan la fecha que significó, en 1915, el inicio del plan de exterminio, asesinatos en masa y deportación organizado y macabramente ejecutado por el Estado turco.
Cada familia armenia, viva donde viva, tiene en su seno víctimas, familiares apropiados de los que nunca más se supo nada. Cada familia es a la vez portadora de ese reclamo de justicia que se perpetua en el tiempo, porque llevan dentro de sí el compromiso de seguir bregando por justicia y por un reconocimiento de la culpabilidad de la república de Turquía. A 110 años del genocidio, esta sigue empecinada en rechazar los hechos y hace de esa actitud negacionista una verdadera política de Estado.
1.500.000 armenios masacrados de manera cruel y salvaje, una riqueza cultural y religiosa expropiada y diezmada, y más del 80% de los territorios históricamente armenios usurpados fue el triste saldo del plan ideado por Turquía entre 1915 y 1923.
La falta de reconocimiento y de enjuiciamiento de los autores del genocidio armenio tristemente inauguró una serie de asesinatos que se sucedieron a lo largo del siglo 20.
Adolf Hitler, para justificar ante sus militares la planificación del holocausto judío, se sinceró ante los suyos y dijo: “Nuestra fuerza reside en nuestra velocidad y brutalidad. ¿Quién, después de todo, habla hoy de la aniquilación de los armenios?”. Corría el año 1939.
Sin embargo, el genocidio armenio no permaneció en el olvido, tal como querían y quieren las autoridades turcas, y tal el deseo de Hitler.
Décadas después, el abogado polaco Rafael Lemkin, sobreviviente de los campos de concentración nazis, acuña la palabra genocidio para, según sus palabras, “darle un nombre al sufrimiento armenio”.
Tal denominación y su permanente prédica sentaron las bases a la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de las Naciones Unidas, en 1948.
Vale la pena también destacar, en estos días de dolor y tristeza por la muerte del papa Francisco, su permanente prédica por el reconocimiento del genocidio armenio.
“El genocidio armenio inauguró la triste lista de terribles catástrofes del siglo pasado. Hablar de genocidio comporta también acciones de reparación”, manifestó Su Santidad en el memorial que recuerda las víctimas del genocidio, al visitar Armenia en 2016.
Para los que sobrevivieron, con dolores imposibles de cicatrizar, su vida quedó marcada para siempre y su sagrada obligación fue la de mantener sus raíces y extenderlas en las generaciones venideras. Para nosotros, sus descendientes, nos compete no olvidar lo por ellos padecido, continuar con la memoria viva y el reclamo imprescriptible. Sólo de esa forma nuestros familiares masacrados en 1915 seguirán vivos en nuestras almas y corazones.
- Concejal de la Municipalidad de Córdoba, nieto de sobrevivientes del genocidio