Desde el corazón productivo de Argentina, Córdoba sabe que la tierra no sólo se trabaja: se piensa, se investiga y se transforma. Y en ese esfuerzo colectivo por entenderla, mejorarla y cuidarla, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (Inta) ha sido, por décadas, un actor estratégico, insustituible.
Defender el Inta, desde el modelo cordobés, no es una consigna partidaria: es un imperativo territorial, una defensa de la soberanía científica, de la producción sustentable y del conocimiento aplicado al desarrollo rural.
En una provincia que concentra un alto porcentaje de la producción agropecuaria nacional y que es líder en producción de maíz, de maní, de leche y de carne bovina, el Inta cumple un rol que trasciende la generación de conocimiento. Estructura redes de colaboración, fortalece economías regionales, forma técnicos, mejora semillas, optimiza prácticas ganaderas y promueve la sostenibilidad de los sistemas productivos.
Cerrar agencias o desfinanciar líneas de investigación no es sólo apagar la luz de un laboratorio: es romper un tejido de saberes compartidos, vínculos comunitarios y estrategias de adaptación climática que sostienen la competitividad y la vida en el campo cordobés.
¿Hay que mejorar y optimizar el Inta? Claro que sí. El modelo Córdoba tiene el desafío de mejorar y optimizar todo.
Inta, particularmente, tiene estaciones experimentales y agencias distribuidas en lugares clave: Manfredi, Marcos Juárez, Río Primero, Villa María, Jesús María y Cruz del Eje, entre otros.
No están allí por azar: cada una responde a una geografía productiva, a una historia agrícola, a un ecosistema social y económico que las necesita.
En Manfredi, por ejemplo, el Inta lideró procesos clave para el desarrollo de la siembra directa y para la eficiencia en la maquinaria agrícola. En Marcos Juárez, ha producido estudios fundamentales sobre suelos, rotaciones y conservación. En el norte cordobés, trabaja junto con comunidades campesinas promoviendo agroecología, soberanía alimentaria y manejo comunitario del monte nativo.
Un rol fundamental
No hay universidad, productor, técnico, docente rural o emprendedor agroindustrial cordobés que no se haya vinculado en algún momento con el Inta.
Su conocimiento es público, accesible y orientado a resolver problemas reales: cómo adaptarse a la sequía; cómo evitar plagas sin dañar el ambiente; cómo producir sin degradar; cómo exportar con valor agregado; cómo cuidar el suelo, el agua, las semillas.
El Inta no vende soluciones enlatadas: las construye con quienes habitan el territorio. Por eso es irreemplazable.
No lo hará el mercado
En tiempos de crisis climática, el Inta es también una herramienta de adaptación. Mientras a nivel nacional se desmontan capacidades públicas, Córdoba necesita más ciencia, no menos. Necesita evaluar con precisión las consecuencias del cambio climático sobre su sistema agroalimentario, generar tecnologías para mitigar emisiones, acompañar la transición hacia modelos regenerativos.
Y eso no lo va a hacer el mercado en soledad: lo hace una ciencia pública con mirada territorial, interdisciplinaria, comprometida y profundamente vinculada con las necesidades y demandas del sector productivo. Esa es la ciencia que Córdoba necesita.
El Inta es un organismo con enorme legitimidad social. Su red de extensionistas, de ingenieros y de técnicos que recorren campos, pueblos y ferias genera confianza. En un país fracturado, donde muchas instituciones se han vaciado de sentido, el Inta todavía representa algo sólido, concreto, útil.
Desmantelar el Inta es golpear al campo cordobés donde más duele: en el conocimiento federal que no se puede improvisar; en la soberanía que no se delega; en la ciencia que no se rinde a la centralidad capitalina.
Córdoba no puede quedarse callada ante esa amenaza. Porque lo que está en juego no es un presupuesto: es una visión de país. Un país que invierte en sus instituciones técnicas, que valora a sus investigadores, que fortalece el vínculo entre producción y ambiente, entre universidad y territorio, entre la innovación y el sector productivo que genera trabajo.
Defender el Inta desde Córdoba es también defender una idea de país. Uno donde el saber no sea privilegio, sino motor del desarrollo federal. Uno donde la ciencia no se mercantilice, sino que se democratice. Una donde los pueblos rurales no se resignen a la expulsión, sino que se fortalezcan como espacios vivos, creativos, sostenibles.
El Inta no es una estructura burocrática: es una comunidad científica arraigada en el territorio. Es lo que permite que Córdoba piense su producción más allá de la urgencia y con mirada de futuro.
Defenderlo es de sentido común. Mejorarlo y modernizarlo es estratégico. ¿Es el Inta un aliado de Córdoba? Claro que sí. Y por eso Córdoba debe ser un aliado del Inta.
- Director de Vinculación Sectorial de la Secretaría de Ciencia y Tecnología del Ministerio de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica de la Provincia
