En la mejor tradición de las estrellas de Hollywood empeñadas en apoyar causas que no entienden, que las superan, de las que ignoran casi todo y que nada tienen que ver con sus existencias de seres criogenizados en vida en sus mansiones de Beverly Hills, el director de cine James Cameron decidió sacar a pasear su ingenuidad por el territorio argentino.
Este realizador, especializado en incrementar las cuentas bancarias de las grandes productoras con sus tanques de taquilla como Terminator y Titanic, llegó al país invitado nada menos que por el gobernador jujeño Gerardo Morales, conocido, entre otros talentos, por ser un enésimo caudillo norteño de enciclopedia y por tener empleados a 25 parientes en la administración pública de su provincia.
Cameron se convirtió en defensor de los mares luego de filmar el naufragio del Titanic, y ahora se convirtió en defensor del medio ambiente luego de filmar Avatar, una historia protagonizada por los na’vis, aliens azules y orejones que deben defenderse de la ambición extractiva de los humanos.
Los marcianos del litio
Cameron participó de un foro sobre sustentabilidad en el hotel Four Seasons, del barrio porteño de Retiro, y debía acompañar al gobernador a conocer el parque solar Cauchari, construido por una empresa china a cuatro mil metros sobre el nivel del mar, en la puna jujeña.
Pero, según la explicación oficial, los “fuertes vientos” le habrían impedido a este titán cinematográfico llegar hasta el lugar.
Es decir, Cameron pudo descender en 33 ocasiones a ver los escombros del Titanic hundidos a 3.900 metros de profundidad en el ombligo del océano Atlántico, y batió el récord humano de descenso a las profundidades marinas al bajar en un sumergible a más de 10 mil metros de profundidad en la fosa de las Marianas, en 2012, pero le fue imposible llegar a un sitio donde chicos de 5 años van a la escuela caminando, de lunes a viernes, en la inmediata localidad de Olacapato Chico.
El problema fue que, apenas Cameron puso el pie en este país tan propenso a la irrealidad, recibió una extensa carta firmada por las comunidades indígenas jujeñas, en la que usaron un argumento irrefutable: mister Cameron, “Jujuy es Pandora, está bajo la amenaza de la avaricia de la industria minera y nosotros somos los na’vis” argentinos, a los que les extraen el litio para fabricar las baterías que encienden los autos eléctricos y las computadoras del mundo desarrollado.
Una estrella fuera de pantalla
Tan sólida argumentación sirvió para que Cameron, sólo 24 horas después de haber estado con el gobernador, denunciara haber sido “emboscado” por el político argentino. Pobre Cameron; ¿nadie le explicó a qué planeta venía? Es sabido que nadie puede alegar su propia torpeza.
En una hilarante conferencia de prensa, Cameron, que es un esclarecido, dijo que si tiene que elegir entre la industria extractiva y los aborígenes, siempre elegirá a estos. ¿Cuándo va a hablar con las comunidades?, le preguntó el periodista del diario español El País. Lo antes posible; antes me tengo que informar, respondió el director, que igual ya había tomado partido en el conflicto.
Cameron, originario de uno de los países con mayor actividad minera del mundo, Canadá, tiene en carpeta seguir filmando tres películas más a las dos ya estrenadas de Avatar, que son cada vez más parecidas a bienintencionados documentales de National Geographic que a aventuras cinematográficas.
En el reparto de causas bonachonas y lavadoras de imágenes, mientras a otras estrellas hollywoodenses les tocó la hambruna en Sudán, los niños descalzos de Guatemala o las mujeres obligadas a vestir burka en Afganistán, a Cameron le salieron sorteados el litio y los políticos argentinos. Nada tan leve, tan frívolo, tan extraviado como una celebrity cuando la sustraen del confortable mundo de la pantalla.
