Las calles, avenidas y rutas de Córdoba se siguen cobrando vidas con una sistematicidad que estremece. El último relevamiento de La Voz arroja cifras que exponen, una vez más, la dimensión de esta crisis vial: sólo en julio, al menos 28 personas murieron en siniestros viales.
De esos casos, cinco ocurrieron en la Capital y 23 en el interior, en especial en la zona sur. Lo que llama la atención en este informe es la paridad entre los fallecimientos en ámbitos urbanos (46%) y en rutas o autovías (54%), algo poco habitual, ya que por lo general las tragedias se concentran en las vías rápidas.
En junio ya había ocurrido algo similar y, aunque en meses anteriores la mayoría de las muertes se registraban en rutas, el desplazamiento hacia el ámbito urbano se consolida como una señal de alerta: las tragedias están ocurriendo en calles donde las velocidades máximas debieran ser de 40 kilómetros por hora, y de 60 km/h en avenidas.
Esta nueva tendencia debe prender luces rojas en las autoridades y en la sociedad toda: la violencia vial está cada vez más cerca, en las zonas donde vivimos, trabajamos y nos movemos diariamente.
Los factores que llevan a estas muertes no son ningún misterio. Aunque en muchos casos siguen bajo investigación judicial, la alta velocidad, el manejo temerario, el consumo de alcohol y la imprudencia están en el centro de las hipótesis.
La Justicia, sin embargo, sigue considerando estos hechos como “homicidios culposos”, agravados por el uso de vehículos, y aplica esporádicamente la figura del “homicidio simple por dolo eventual”, a pesar de que muchas de estas conductas tienen una gravedad tal que ameritarían un debate profundo sobre el tipo de tratamiento penal.
El total de fallecidos en lo que va de 2025 ya llega a 213 víctimas. Para colmo, agosto arrancó con otro dato estremecedor: 10 muertes en una semana.
La comparación con años anteriores ofrece un tenue alivio estadístico, pero irrelevante ante la desgracia. Lo más grave es que no hay registro de un cambio estructural: el contexto sigue siendo el de ausencia de campañas sostenidas de educación vial y de controles sistemáticos.
Ante la falta de una estadística oficial clara, completa y actualizada, el trabajo de relevamiento que realiza La Voz no sólo resulta valioso, sino fundamental, porque pone en discusión pública un drama que suele naturalizarse con facilidad.
No alcanza con más controles de tránsito. Es necesario encarar con urgencia campañas de educación vial integrales y sostenidas, que apunten a cambiar conductas, especialmente entre quienes tienen una actitud de desprecio por la vida propia y ajena.
Córdoba no debe seguir normalizando esta “sangría vial” que destruye familias cada mes. Urge una respuesta coordinada, una intervención firme de la Justicia y, sobre todo, una toma de conciencia –individual y colectiva– sobre la enorme responsabilidad que implica manejar un vehículo.