Los malos indicadores de la gestión de Alberto Fernández no dejan de sorprender, en un cóctel que combina factores externos, la pelea interna en el oficialismo y la mala praxis para ordenar la actividad económica.
La invasión de Rusia a Ucrania desató una suba en los precios internacionales, por la incidencia de los aumentos en los combustibles y en los alimentos.
La escasez en la provisión de esos bienes, o bien las dificultades para conseguirlos, llevó a un alza de la inflación global, cuyo control es hoy uno de los grandes desafíos de los países en desarrollo.
A la contingencia externa, la gestión de Alberto Fernández agregó sus propios condimentos, para que la suba de los precios de los últimos 12 meses, medida a mayo, fuera la más alta de los últimos 30 años.
El derrape llevó también a una mala gestión de la deuda en pesos, lo que despertó el temor de que la actual administración deba, en un momento dado, reperfilar los vencimientos.
Esa postergación en los pagos surgiría por la imposibilidad de afrontar su cancelación o porque los acreedores decidan no seguir financiando el festival del gasto público, como le sucedió a Mauricio Macri a partir de abril de 2018.
El ministro de Economía, Martín Guzmán, afrontaba el déficit fiscal con la toma de deuda en pesos indexada por CER, un coeficiente que refleja la inflación.
Ambas variables se dispararon, por un gasto público en aumento y por la suba de los precios, por lo que la deuda se tornó en una bola de nieve que puede afectar la actividad financiera y, por ende, la economía.
La desconfianza hacia la gestión del Gobierno se traduce también en los niveles récord de la cotización de los dólares financieros y del blue.
El Presidente y su equipo fracasaron en cumplir las promesas de la campaña electoral. La revalorización del peso como moneda; el control de la inflación y la eliminación de la especulación financiera son hoy vagos recuerdos del pasado.
Sólo uno de cada cuatro argentinos confía en su gestión, según coinciden las encuestas de opinión. Este es el primer pilar que debe recuperar el Gobierno para ordenar la economía.
La confianza volverá si la sociedad percibe que hay un plan para contener los desbordes del gasto público. En cada acto, Alberto Fernández anuncia una nueva iniciativa, la creación de un organismo público o la ejecución de una obra, sin especificar de dónde saldrán los recursos genuinos para esos proyectos.
El esquema acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que había sido aceptado como “un plan ordenador”, ha sido boicoteado por el kirchnerismo, ilusionado con el hecho de que la emisión de pesos solucionará todos los problemas.
Alberto Fernández necesita recuperar la credibilidad en la palabra presidencial, ordenar el frente interno y ofrecer señales claras para recuperar la economía, que da indicios de un consumo en retroceso.
El camino inverso a esos objetivos puede conducir a situaciones indeseadas.
