Más allá de la condena penal por el delito cometido y probado en un juicio con las debidas garantías constitucionales, uno de los principales objetivos de la reclusión carcelaria pasa por promover la resocialización de los internos, de modo que, una vez cumplida la pena, se reinserten en la sociedad. En concreto, una nueva oportunidad en la vida.
Y hay formas explícitas de tener éxito en ese desafío. Entre tantas, el estudio, el trabajo y el deporte. En este caso, enfocado en el rugby.
La alentadora noticia –que coincide con la pasión que se vive estos días por esa práctica en la provincia debido al cruce entre Los Pumas y el seleccionado neozelandés All Blacks– cobró difusión pública en los últimos días a raíz de la disputa del torneo de rugby que se desarrolló en el Establecimiento Penitenciario Nº 1 Reverendo Francisco Luchesse, ubicado en la comunidad de Bouwer, al sur de la ciudad de Córdoba.
Como informamos días atrás, participaron de la competencia presos de las cárceles de San Francisco, Cruz del Eje, Río Cuarto y de la anfitriona, Bouwer. Unos 100 internos se reunieron para poner fuerza y entusiasmo a este evento, que llega a su tercera edición.
No es la primera experiencia en este sentido, dado que la práctica de esta disciplina se ha instalado como un hábito saludable en los principales institutos carcelarios de Córdoba, entre ellos, el de Río Cuarto, cuyo equipo de rugby se denomina “Las Águilas del Imperio”.
El deporte y la educación para la reinserción social de las personas en conflicto con la ley penal privadas de su libertad arrojan un dato significativo: según estadísticas, en Argentina la práctica del rugby en los presidios bajó el nivel de reincidencia en delitos del 70% al 6%.
Se trata de propuestas que llevan más de una década, promovidas en gran medida en contextos religiosos que suman el aporte de miembros de iglesias de diversos credos.
Son iniciativas que traen a la memoria una máxima pronunciada hace años por un referente del sistema penitenciario: “Un preso tiene que estar en tareas permanentes, ya sea estudiando, trabajando o en algo recreativo. No es bueno que un preso pase horas tirado en la cama, mirando el techo”.
En esa perspectiva, y retomando el “desafío de los rugbiers”, las voces de los participantes y de los funcionarios presentes en el acto de lanzamiento del torneo fueron coincidentes en la utilidad del deporte para aventar los malos pensamientos en el encierro.
Sin ignorar a las personas de difícil reeducación, que siguen delinquiendo desde las celdas con la probada connivencia de personal interno e, incluso, de algún alto directivo del servicio, nada puede empañar los resultados alentadores que nos devuelven convocatorias como el citado torneo de camaradería.
Así lo entendió Iván Ortega Tadei, responsable de la organización penitenciaria en Córdoba. Persuadido de que existen factores clave para coronar la apuesta, afirmó: “Lo hacemos con trabajo, con cultura y con evangelización”.
Un ejemplo de labor interdisciplinaria, en el convencimiento de que, como se suele decir, “hay vida dentro y fuera de la cárcel”.