El incendio que se desató días atrás en el cerro Uritorco, próximo a la localidad de Capilla del Monte, al norte del Valle de Punilla, si bien fue sofocado, puede leerse como la primera señal de alerta de cara a una nueva temporada de siniestros de estas características. Eventos que durante las últimas décadas consumieron miles de hectáreas de campos y de bosque nativo en la provincia de Córdoba.
Es el momento de tomar las prevenciones del caso y de estar en actitud vigilante ante eventuales focos que se activen de manera accidental o intencional. Es decir, por la caída de un tendido del servicio eléctrico, por negligencia humana o por una acción delictiva.
En este último caso, de manos de sujetos desinteresados por la conservación del ambiente o de quienes “limpian” los suelos a puro fuego con fines de sembradíos, sobre todo para la actividad ganadera.
Es materia conocida que la prolongada sequía, los vientos que, por lo general a partir de agosto, comienzan a soplar con mayor intensidad y los pastizales quemados por las heladas de invierno son factores de peligro.
Y por tratarse de una experiencia lo suficientemente estudiada y conocida, hay que prevenir antes que lamentar las hectáreas devastadas.
En modo de pronóstico para aventar malos augurios, reportes de instituciones especializadas en investigaciones meteorológicas anticipan el regreso del fenómeno climático de El Niño, a raíz de lo cual se presentaría una temporada húmeda y con abundantes lluvias.
Como informamos días atrás, El Niño anticipa un período de humedad que beneficiaría principalmente a la producción agropecuaria de la región pampeana argentina. Sin embargo, representa al mismo tiempo un indicio de alerta por posibles inundaciones y anegamiento de campos.
Aun así, no es pertinente de ningún modo bajar los brazos en relación con las medidas de prevención que deben tomar el Estado y, de manera particular, los miles de pobladores afincados en la llamadas “zonas rojas”, con peligro de incendios forestales.
Verdaderas referencias paisajísticas para propios y turistas que, ante un mínimo descuido o acción irresponsable, pueden mutar en un campo de cenizas, como nos dejó de muestra de pretemporada lo que sucedió en el cerro Uritorco.
Es de ponderar, en este y en tantas quemas de campos que guardan los archivos, el decidido como incansable accionar de los cuarteles de bomberos voluntarios. En tal sentido, el Estado debe velar para que no caiga la asistencia logística y de orden económico que se destina a estos servidores públicos.
Todo ello acompañado de la disposición personal para evitar la recurrencia de focos de incendios en las sierras de Córdoba. Basta remarcar que, según datos oficiales, en 2022 hubo algo más de 82 mil hectáreas afectadas por el fuego. Una cifra relevante que se suma a otras miles en años anteriores.
Está probado que la zona serrana de Córdoba es de alto riesgo incendiario, y lo sucedido días atrás en el cerro Uritorco debe operar como una luz de alerta.
