La sociedad vive otra vez consternada por una desgracia que se repite con preocupante asiduidad: el ataque de perros a personas, ya sea de forma individual o en jauría. La crónica reciente da cuenta de que el pasado domingo una niña de 9 años fue atacada por cuatro perros en la localidad serrana de Valle Hermoso y que, como consecuencia de los desgarros sufridos, debieron amputarle un brazo.
Los canes, que luego fueron sacrificados, pertenecían a una familia que celebraba una fiesta de cumpleaños. Si bien nada podrá cambiar el funesto destino que marcó para siempre a la menor, se abren interrogantes acerca de las precauciones que se deben tomar para evitar nuevas asechanzas.
No es un dato menor que durante los últimos 30 días ya son cinco los casos verificados en Córdoba sobre ataques de estos animales a individuos, algunos de ellos hospitalizados con secuelas gravísimas.
Por ello, vienen al caso las consabidas precisiones y advertencias. Los perros domesticados o callejeros pueden mutar en el momento menos pensado de su condición de inofensivas mascotas a fieras incontrolables, que embisten como tales a gente para ellas desconocidas y hasta a sus propios dueños.
Queda claro que hay razas de mayor peligrosidad. Se podrá razonar que no es lo mismo un temible dogo o un pitbull que un caniche, pero de todos modos nunca estará de más tomar los recaudos pertinentes en cuanto a la protección propia y de eventuales terceros, como los que van de visita a una casa amiga y son recibidos por perros que ladran sin solución de continuidad.
Hay numerosas bibliotecas respecto de por qué los perros atacan a los humanos. Sólo basta examinar las distintas plataformas que nos pone a mano internet para sacar algunas conclusiones. Se dice que entran en estado de agresividad cuando están protegiendo su territorio, cuando tienen miedo, hambre o porque sufren algún dolor, entre otras situaciones. Quién podría saberlo sino los expertos que estudian las reacciones caninas.
Lo concreto es que arremeten de manera individual o en jauría, lo cual es sumamente riesgoso para la integridad física de las víctimas. La situación cobra un carácter de análisis particular cuando se trata de animales callejeros. Acá entra a pesar la responsabilidad de las autoridades municipales en la función de erradicar de la vía pública tanta cantidad de canes que se reproducen sin control sanitario alguno.
¿Cómo se puede admitir que en una fiesta familiar una niña de 9 años que correteaba con sus amigas haya sido presa de cuatro perros que la mordieron hasta casi seccionarle un brazo? No se trata de examinar responsabilidades, si bien el sentido común nos dice que la presencia de niñas y niños en el festejo era motivo suficiente para sosegar de antemano a los bravíos animales.
Sin contar que el mismo día un niño de 12 años sufrió otro ataque de un perro en un barrio de la ciudad de Córdoba. Sólo la prevención podrá evitar nuevas desgracias.
