La plaza España de la ciudad de Córdoba viene precedida de no pocos trastornos, desde que la Municipalidad decidió poner manos a la obra con destino a su remodelación total. El proyecto incluyó imponentes estructuras vidriadas y un generoso subsuelo dotado para el funcionamiento del museo Metropolitano de Arte Urbano, entre otras múltiples actividades.
La puesta en valor de ese ícono urbano de la ciudad arrancó en 2018, durante el mandato de Ramón Mestre como intendente, y se prolongó hasta hace unos días, cuando el paseo fue abierto al público en el marco de un acto encabezado por el actual jefe del Palacio 6 de Julio, Martín Llaryora.
Parecía que luego de zigzagueos burocráticos y de obras mal terminadas, el recorrido había llegado a su fin. Pero no fue así. Nadie se percató o no tomó las prevenciones en el sentido de que la escalada de inseguridad que tiene a maltraer a los cordobeses iba a poner el foco en la vieja y remozada rotonda.
Cuando todavía se escuchaban los ecos de la fiesta de inauguración, los ladrones se alzaron con tres picos de bronce de la fuente acuática y hasta intentaron abrir la puerta del edificio subterráneo.
El raterismo está al acecho y puede dar el golpe en el momento menos pensado. Si ahora se roban con pasmosa impunidad cerraduras de bronce en domicilios particulares, era de suponer que la plaza España sería un objetivo tentador para los ladrones.
Como informamos días atrás, en razón de los robos y los actos de vandalismo, en el municipio cobra fuerza la idea de colocar en la plaza una reja perimetral. También, se aplicaría un sistema de acceso controlado, una suerte de vigilancia como la que rige en parques ubicados al noroeste de la ciudad.
Es decir, la penosa conclusión de que la delincuencia sin pausa y los iluminados del vandalismo van ganando la batalla frente a un servicio de seguridad urbana que ha sido sobrepasado.
En realidad, la enorme mayoría de los cordobeses hace años que decidieron colocar rejas en el acceso a sus viviendas, lo cual, sin embargo, en muchos casos no ha sido de utilidad como obstáculo para el accionar temerario de malvivientes jugados a todo.
Desde la Municipalidad, dieron cuenta de que los malhechores habían sustraído tres picos de bronce de los cerca de “dos mil” que tiene la fuente en su extensión por todo el perímetro de la plaza. La segunda cifra es una señal elocuente de que los ladrones pueden ir por más. El botín es jugoso.
Huelga advertir que, antes de colocar el citado enrejado (lo cual llevará su tiempo), habrá que disponer de una guardia policial a tiempo completo.
Los funcionarios lamentan que se ha llegado al extremo de planificar una obra pensando que pueda ser presa de los vándalos. Pero no hay que darle vueltas al asunto: es el fruto de una ola de inseguridad que ha hundido en el miedo a la sociedad y a la que el Estado debe poner límites.
