Una jueza de Rosario ordenó que el padre y el hermano de una menor se abstengan de difundir fotografías e informaciones de su vida en las redes sociales. Como la medida tiene valor retroactivo, también los obliga a eliminar las publicaciones que motivaron la presentación de la madre para defender los derechos de la niña.
Más allá de que lo veamos como un caso particular, debiera hacernos reflexionar: ¿podemos los adultos hacer circular en las redes fotos de niñas y niños de nuestras respectivas familias, con datos biográficos sumamente concretos, justificándonos en el amor que sentimos y el valor de memoria que puedan tener las anécdotas y situaciones que narramos?
Hace años, una modelo cordobesa descubrió que su imagen era usada sin su autorización para promocionar sitios pornográficos. Batalló durante mucho tiempo en la Justicia, mientras sufría todo tipo de problemas. ¿Por qué no podría ocurrir algo análogo con la foto de un menor?
Los abogados especializados en los delitos que surgieron de la mano de las nuevas tecnologías suelen advertir que cualquier imagen de un niño podría utilizarse para pornografía infantil, ciberacoso, ciberbullying y hasta para una suplantación digital de identidad.
Desde el campo de la psicología, se recomienda evaluar el impacto que podría tener la sobreexposición de niñas y niños durante su etapa constitutiva. Y en el caso de púberes y adolescentes, tener presente que se podría estar brindando información sensible a los pares del menor, datos que este podría haber omitido contarles.
En 2017, un chico de 16 años pidió protección a un juez de Roma porque su madre subía fotos y comentarios sobre él a las redes. El juez le dio la razón, sobre la base de la ley que sostiene que el retrato de una persona no puede difundirse sin su consentimiento y en la Convención sobre los Derechos del Niño. Falló que la mujer debía eliminar las imágenes y las informaciones publicadas, porque evaluó que esa “masiva presencia” de la historia del joven en las redes significaba una “perturbación” para su vida. De hecho, el joven decidió seguir sus estudios en el extranjero, para tener amistades que no conocieran tantos detalles de su pasado.
No es el único caso que podríamos citar para demostrar que hay una vasta jurisprudencia internacional que justifica lo resuelto por la jueza de Rosario. Pero, en realidad, lo que nos interesa es abrir un espacio para la reflexión adulta.
Porque, entre nosotros, en 2019 la Defensoría del Pueblo de Córdoba realizó una encuesta cuyos resultados fueron sorprendentes: el 66 por ciento de quienes publicaban fotos o videos de hijos, sobrinos, nietos, ahijados en las redes sociales, no creía afectar la privacidad o reputación del menor; el tercio restante lo hacía pese a creer que sí lo afectaba.
Curioso: el primer grupo no valoraba que existiera un riesgo; el segundo lo detectaba, pero no modificaba por ello su conducta.
Nuestros vínculos afectivos con niños y adolescentes deben contemplar cuidados y protecciones especiales ante el impacto de la digitalización de nuestra existencia.
