Un reciente informe del Observatorio del Talento Humano, elaborado por el Consejo de Médicos de Córdoba, nos coloca frente a un diagnóstico tan revelador como preocupante.
Con una mirada multidimensional y basada en datos en tiempo real, el informe expone una realidad alarmante: la distribución desigual de médicos en la provincia está vinculada directamente al aumento de la mortalidad infantil en zonas del interior.
Departamentos como Sobremonte, Pocho y Río Seco apenas cuentan con especialistas básicos, como pediatras, clínicos o ginecólogos. Esto contrasta con la ciudad de Córdoba, donde la concentración de profesionales es hasta 10 veces mayor.
Pero la problemática es más profunda. A la escasez de médicos en el interior, se suman otros factores críticos: el envejecimiento de la matrícula (37% de los profesionales tienen más de 55 años); la fuga de talentos al extranjero o a otras provincias; el agotamiento laboral por jornadas múltiples y mal remuneradas, y la desaparición de especialidades claves, como neonatología y terapia intensiva.
El informe muestra que apenas el 2,5% de los médicos eligen esta última especialidad, imprescindible en cualquier sistema hospitalario moderno.
En relación con la fuga de talentos, el Observatorio demuestra que la mitad de los profesionales que se forman en Córdoba emigran a otras provincias, incluso a otros países.
Cada vez más agentes de salud deciden radicarse en países donde pueden equilibrar su trabajo con horas de descanso, ya que aquí la mayoría de los profesionales tienen entre dos y cuatro trabajos para poder llegar a fin de mes.
Siguen eligiendo las grandes ciudades por la oferta laboral, pero además, en los últimos años han cerrado clínicas y sanatorios en el interior, por lo cual no tienen posibilidad de hacer una carrera que les permita acceder a un cargo jerárquico.
En este contexto, el rol del Estado se vuelve indispensable. Si formar un especialista lleva entre ocho y 10 años, las políticas públicas deben anticiparse ahora.
Urgen incentivos concretos: salarios competitivos, residencias médicas en el interior, beneficios impositivos, estabilidad laboral y posibilidades reales de carrera en hospitales rurales.
Además, es necesario rediseñar el mapa de la salud provincial con equidad territorial y perspectiva de género, ya que el informe señala que la mayoría de las nuevas médicas tienden a radicarse en grandes ciudades y eligen especialidades menos críticas.
No se trata sólo de números: la salud es un pilar estructural de cualquier sociedad desarrollada. No debe ser entendida como un servicio de mercado ni quedar sujeta a criterios de rentabilidad.
Donde no hay profesionales de la salud, la mortalidad infantil aumenta; donde no hay políticas de retención, el sistema colapsa; donde se naturaliza la precarización laboral, se empuja al abandono de la vocación.
El Estado tiene la obligación moral y política de garantizar el acceso a la salud en todo el territorio, no sólo como un privilegio urbano.
Lo que se decide hoy –dónde invertir, cómo formar, qué retener y a quién cuidar– marcará la diferencia entre una Córdoba con salud para todos y una donde vivir o morir dependa del código postal.