En un contexto económico que comienza a dar señales de estabilización macro, el mercado laboral argentino –y en particular el cordobés– sigue mostrando signos preocupantes de estancamiento, especialmente en lo que refiere al empleo asalariado privado de calidad.
Datos recientes confirman que, lejos de consolidarse una recuperación sostenida, el trabajo formal continúa en retroceso o apenas se sostiene en un frágil equilibrio.
Uno de los datos clave que explican esta afirmación tiene que ver con el nivel nacional, en el que hay 104.603 empleos formales privados menos que en noviembre de 2023.
Además, las actividades que más impulsan el crecimiento económico –agro, energía, minería y servicios del conocimiento– generan apenas el 10% del empleo formal, y dos de ellas –minería y energía– ni siquiera tienen fuerte presencia en Córdoba.
Los sectores industriales y de la construcción son los más golpeados: sólo en este último, se perdieron más de 72 mil puestos desde finales de 2024.
Por otra parte, mientras caen los empleos registrados, crecen los más precarios: se sumaron 75 mil monotributistas y cuatro mil autónomos, según datos oficiales.
Las empleadas de casas particulares –uno de los sectores más vulnerables– llevan 21 meses consecutivos de caída, con 23 mil puestos menos.
En Córdoba, la situación es aun más alarmante. En abril, había 519 mil asalariados formales en el sector privado, casi dos mil menos que hace un año y más de 10 mil menos que en 2023.
El Gran Córdoba registró una desocupación del 9,2%, el índice más alto del país, junto con el conurbano bonaerense.
La informalidad laboral trepa al 47,7%, la quinta más alta entre todas las provincias.
El problema de fondo es estructural: las actividades que hoy lideran el crecimiento no son generadoras intensivas de empleo.
Al mismo tiempo, la persistente caída del consumo, la baja inversión privada y la incertidumbre hacen que las empresas no incorporen nuevos trabajadores y se concentren en reducir costos, lo que impacta de manera directa en la creación de empleo formal.
Economistas coinciden en que sin una reactivación real de la economía, el empleo formal no se recuperará, lo que amenaza con cronificar la informalidad y aumentar la desigualdad.
Los programas provinciales de empleo, como el Plan Primer Paso o el Empleo Más 26, muestran buenas intenciones pero resultados limitados: se ejecutaron apenas en un 13% y en un 30%, respectivamente. ¿La causa? Las empresas no demandan nuevos trabajadores porque sus ventas siguen en baja y su foco está puesto en sobrevivir.
Por eso, resulta imprescindible que los gobiernos –nacional y provinciales– hagan más de lo que han hecho hasta ahora. Es necesario un plan integral que articule incentivos a la inversión productiva, estímulos al consumo y políticas activas de empleo y apoyo decidido a las pequeñas y medianas empresas. Y ese esfuerzo debe tener como horizonte la mejora real en el acceso al trabajo formal, registrado y con derechos.
La Argentina –y Córdoba en particular– no puede resignarse a que el trabajo digno sea un privilegio para pocos. Sin empleo de calidad, no hay desarrollo posible.