Por decisión del Gobierno nacional, la delegación argentina se retiró de la Conferencia de Partes (COP 29), órgano supremo de Naciones Unidas sobre cambio climático.
Antes de hacerlo, comunicó el rechazo a las “imposiciones” de organismos multilaterales y anticipó que el país impugnará “cualquier intento de imposición de obligaciones que atenten contra nuestras necesidades de desarrollo económico”.
Además, manifestó que “todas las consideraciones relativas a la cuestión climática deben ceñirse a los avances científicos basados en la evidencia sólida, sin dogmatismos de ninguna índole”. Y siguiendo el discurso del presidente Javier Milei en la reciente asamblea de Naciones Unidas, mantuvo la impugnación de la agenda 2030 de la ONU.
Esta COP lleva el número 29 porque la primera se realizó en Berlín en 1995. Desde entonces, Naciones Unidas ha demostrado una creciente preocupación sobre la cuestión climática. Dos años más tarde, en Japón, se adoptó el Protocolo de Kioto, que fijó los primeros objetivos de reducción de emisiones de dióxido de carbono. Y en 2015, ese protocolo fue reemplazado por el Acuerdo de París, cuyo principal compromiso fue mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de dos grados centígrados respecto de los niveles preindustriales.
La decisión argentina de retirarse de la COP 29 se vincula directamente con el pensamiento del presidente Milei, que en repetidas ocasiones ha negado el cambio climático y el calentamiento global, a pesar de la evidencia científica con que se cuenta.
La científica cordobesa Sandra Díaz, una de las voces más reconocidas en el mundo sobre temas ambientales, ante la consulta de este diario fue concluyente: “El cambio climático y la crisis de la naturaleza son los desafíos ambientales más urgentes que enfrenta la humanidad en este momento. Esto está respaldado de forma prácticamente unánime por toda la comunidad científica internacional, sobre la base de investigación de excelencia de miles de miembros de la comunidad científica de todo el mundo. Y la evidencia no sólo viene de las ciencias de la atmósfera y la vida, sino también de las ciencias sociales, económicas y matemáticas”.
La COP está discutiendo planes de mitigación y adaptación al cambio climático que no sólo involucren a los estados, sino también a la ciudadanía y a las empresas privadas. Cada país debe, en conjunto, fijarse un plan de reducción de la emisión de gases contaminantes, y los países desarrollados deben colaborar con los países en desarrollo para que alcancen esas metas.
Argentina se ha excluido de todas esas complejas negociaciones con un argumento insostenible: es obvio que cada país debe decidir sin imposiciones externas su plan de desarrollo económico. Pero en las actuales circunstancias, es igualmente obvio para todo el mundo que cualquier objetivo de crecimiento y desarrollo debe establecerse bajo el doble principio de la sostenibilidad y la descarbonización.
Por ejemplo, los combustibles fósiles deben ser abandonados lo antes posible, lo que implica reconfigurar la matriz energética. Esto impacta sobre las proyecciones argentinas de explotación de Vaca Muerta, que tantas expectativas ha generado.
Como evitar el calentamiento global requiere que todos los países del mundo trabajen de forma mancomunada, automarginarnos de esa discusión es un grave error.
