Marcelo Polakoff*
Pequeno desafío.
Moisés, según se nos relata en el libro del Éxodo, estaba sobrepasado. El capítulo 18 lo muestra agotado, y su suegro viene a su auxilio. Le sugiere delegar tareas, cosa que el profeta acepta de inmediato, lo que evidencia también una especial disponibilidad para la escucha, característica plenamente necesaria para todo líder.
El consejo no vino solo; estaba acompañado de algunos prerrequisitos. Aquellos hombres, quienes asistirían a Moisés en la tarea del liderazgo, debían ser “personas capaces y respetables, temerosas de Dios, gente honesta, que no tolere los sobornos”.
Moisés sopesó cada una de estas cualidades y realizó la “selección del personal” entre los miembros de su pueblo. Y aunque los problemas no desaparecieron, indudablemente fueron un poco más manejables...
La democratización del liderazgo es algo que podemos apreciar desde la misma Torá. Y, aun con más de tres mil años a cuestas, el mensaje profético de ese capítulo bíblico cobra una dimensión de actualidad realmente estremecedora, a la luz de lo sucedido en el Senado de la Nación hace muy pocas jornadas.
Un sinnúmero de tejes y manejes políticos con acuerdos y desacuerdos espurios, que en lugar de estar basados en el bienestar general de la población de nuestro país, están más orientados a satisfacer irrelevantes cuestiones de poder y de inmunidad e impunidad de algunos pocos personajes, que a hacer prevalecer la ética pública.
La consecuencia: un mensaje lamentable, que vuelve a poner en foco todo lo que nos falta aprender como sociedad cuando ponemos patas para arriba las prioridades de lo que debiera ser el servicio público.
Hay un detalle no menor para poder visualizar la increíble relevancia de aquel momento inicial de liderazgo compartido en el desierto. El capítulo que sigue nos cuenta que Dios le pide a Moisés que prepare al pueblo para que su revelación sea escuchada a traves de los 10 mandamientos que pronunciaría tres días más tarde sobre el monte Sinaí.
No me suena exagerado sostener que el nombramiento de esos primeros “representantes del pueblo” en sus roles de gobernanza fue en cierto modo la condición esencial para la aparición de la ley.
Si quienes lideran no están fichados como “personas capaces y respetables, temerosas de Dios, gente honesta, que no tolere los sobornos”, la ley se ensucia.
Y es claro que nos está faltando una buena limpieza.
- Rabino; integrante del Comipaz