Tras el primer avance que hizo con un paquete de leyes cuestionado por la Casa Rosada por su costo fiscal, el Congreso redobló la apuesta. La segunda embestida incluyó nuevas normas para expandir el gasto. También resolvió invalidar varios de los decretos impulsados por el área de desregulación económica a cargo del ministro Federico Sturzenegger.
La oposición se unificó en Diputados, para mostrarle al Gobierno los dientes de los dos tercios y una docena de votaciones en contra.
El oficialismo venía de superar con esfuerzo una corrida cambiaria que estableció un nuevo piso para el dólar y despertó las especulaciones dormidas sobre un eventual traslado a precios de esa actualización.
El embate del Congreso, en un clima político al que se sumó la queja de la Iglesia Católica por la situación social, decidió a Javier Milei a responder con un discurso por cadena nacional que tuvo al aire altos índices de audiencia.
El mensaje de Milei fue sólido y no necesitó de insultos para transmitir firmeza. Se plantó frente a la arremetida parlamentaria con una explicación del carácter deficitario de las normas aprobadas; tradujo a efecto inflacionario lo que significa romper el equilibrio fiscal y sólo se internó en derivadas de viabilidad impracticable cuando prometió normas de castigo a los parlamentarios que voten leyes demagógicas.
La derrota parlamentaria del Gobierno y la reacción de Milei apelando al público no inauguró la campaña electoral, que viene con alta intensidad y en continuado al menos desde la elección distrital porteña. Pero sí reflotó una panorámica de la escena que venía diluida, para desventaja del Gobierno: la de una polarización entre quienes apoyan la gestión oficial y quienes pretenden derrotar a Milei en octubre.
Hasta el desborde deficitario del miércoles, la oposición parlamentaria venía caminando a un ritmo táctico, con el kirchnerismo aportando sus bancas con perfil bajo, encolumnado en el reclamo de la liga de gobernadores y con estos explicando con números finos y algunos argumentos legales por qué se unificaron para pedir los fondos del Impuesto a los Combustibles y la distribución automática de los aportes discrecionales del Tesoro nacional.
Juntos presionaron: de máxima, con un paquete previsional de sensibilidad indiscutible y sustentabilidad fiscal inviable; de mínima, con la satisfacción de la paritaria del CFI, sede discursiva del federalismo fiscal.
Ese ritmo cambió tras la corrida cambiaria y la corrida política previa al cierre de alianzas para octubre. La segunda acometida en Diputados fue más hostil. No sólo descuidó los argumentos fiscales, distribuyendo al voleo raciones del Presupuesto, sino que se metió a derogar decretos que no estaban en revisión porque cumplieron los requisitos que el mismo Parlamento sancionó al admitir facultades delegadas.
Combinado con el frenético cierre de alianzas, el nuevo ritmo opositor fisuró el pacto de gobernadores. Algunos acordaron con Milei, otros se replegaron. Córdoba votó con mayor cercanía con el kirchnerismo.
Esa dispersión parlamentaria contrastó con la foto general que ofreció el cierre de alianzas: dos polos. Milei consiguió pactos en 11 provincias; el PJ se dividió en seis distritos, pero consiguió la unidad en casi todo el país.
Para octubre, el antimileísmo tendrá como eje al PJ. Al menos hasta la elección bonaerense de septiembre, Cristina Kirchner mantiene la presidencia partidaria con perfil bajo. El resto del peronismo saca provecho de la exclusión electoral de la expresidenta, pero sin masa crítica para desplazarla de la conducción.
Característica o error
Milei intenta sacar ventaja con ese diseño electoral. Hay una frase irónica en inglés que suelen usar los analistas de sistemas: “It´s not a bug, it´s a feature”. Se utiliza para advertir sobre casos en que un defecto de un programa informático parece un error -un bicho extraño- pero en realidad es la consecuencia lógica de algo que está mal hecho.
El Gobierno nacional subraya en su discurso: quienes parecen comportarse con buenas intenciones, votando leyes de gastos sin recursos, en realidad lo que hacen es votar inflación. “Es una característica, no un error”.
Alguien en las cercanías del Presidente le debe haber dicho lo mismo, pero respecto a su adicción al insulto. A medida que las dificultades de la gestión se multiplican, la tendencia a la grosería en el lenguaje presidencial se profundiza y las encuestas comienzan a indicar un hartazgo social con la agresividad como método y característica, más que como exceso o error.
Esos mismos sondeos parecen haber inducido un cambio del tono oficial en la evaluación de la instancia bonaerense del año electoral. De decir que su partido arrasará en las urnas de septiembre, Milei viró a explicar que un eventual resultado desfavorable en ese territorio sólo sería una escala intermedia hacia la nacional de octubre.
Con el índice de inflación sensible a los nervios del dólar, con la actividad industrial y el consumo haciendo equilibrio para no caer en recesión, y con el riesgo de haber elegido una estrategia de construcción política en extremo astringente a la captación de aliados, Milei y sus adversarios miran la pelea en territorio bonaerense como el disparador central del resultado de octubre.
Su concentración en las elecciones parece hasta el momento inversamente proporcional al interés del electorado: uno de cada dos votantes no sabe si concurrirá a votar.
Pero en ese mes y medio con las urnas abiertas se definirá, más que el nuevo Congreso, el régimen de gobernabilidad para la interminable crisis argentina.