Desde los fracasados intentos del exgobernador José Manuel de la Sota por ser candidato a presidente de la Nación, la provincia de Córdoba no ha tenido un dirigente que se plantee la posibilidad de llevar a la Casa Rosada su modelo de gestión o un proyecto de alcance nacional.
En estos días, cuando se vuelve a hablar de una eventual candidatura presidencial de Juan Schiaretti, vale preguntarse si hoy la provincia de Córdoba, configurada por las tres gestiones no consecutivas del actual gobernador, tiene un modelo singular que mostrar y ofrecer al resto de los habitantes del país.
Corazón aletargado del país
Córdoba, una provincia que históricamente se siente el centro de un país paralelo al que encabeza Buenos Aires (ciudad y provincia), lleva décadas replegada en sí misma, luego de soportar administraciones nacionales que soplaron en contra de sus intereses.
Desde la llegada del kirchnerismo al gobierno nacional en 2003, Córdoba se ha comportado políticamente como un paciente con una conducta pasivo-agresiva, expresando sus diferencias más con silencios hostiles y omisiones que con un discurso explícitamente divergente.
Por eso, lo que acaba de hacer el gobernador Schiaretti en los últimos días, al airear abiertamente su oposición al cepo de exportaciones de carne vacuna, es un lenguaje nuevo para él y para el Gobierno que encabeza. Además, por primera vez calificó al Gobierno nacional de “kirchnerista”, como queriendo quitarle el derecho a seguir usando el paraguas de la marca del peronismo.
Si a esas actitudes se suma su abierta oposición en temas puntuales, como el referido al nuevo régimen para biocombustibles que castiga a la producción local y el intento kirchnerista de docilizar al Poder Judicial, no hace falta mucho más para que el país lo vea como un claro opositor.
El modelo de Juan
Si bien hace pocos días Schiaretti dio un tirón de orejas a un grupo de intendentes entusiastas que armaron un acto para apoyar su candidatura presidencial, el silencio que mantiene sobre el tema es hasta ahora lo más parecido a una confirmación de que, a sus 72 años, anhela una chance nacional.
Y si eso fuera cierto, ¿cuál es el modelo que Schiaretti tendría para ofrecerle al resto del país? Su insistencia en que encabeza un “peronismo republicano”, que respeta las reglas de juego del sistema democrático y no avanza sobre el Poder Judicial ni la prensa, junto a su permanente énfasis en la concertación público-privada, son dos parámetros básicos en su esquema gubernamental.
Las gestiones de Schiaretti se han caracterizado por mantener vías de diálogo con los sectores económicos involucrados en las decisiones oficiales, y por su esfuerzo en diferenciarse del modelo caudillista y clientelar con el que se identifica al kirchnerismo.
Un dato que no pasa inadvertido es que, luego de acceder a su último mandato con un inédito 57,37 por ciento de apoyo del electorado, Schiaretti gobierna con una oposición legislativa que roza la inexistencia (apenas 19 bancas sobre 70 que integran la Unicameral) y con un Poder Judicial que lleva años sin hacer olas con cualquier asunto que pueda afectar al Ejecutivo. Córdoba es la única provincia argentina que tiene un fuero judicial especial para combatir la corrupción y que va camino a cumplir 20 años sin haber condenado a ningún corrupto de relevancia. Milagro cordobés.
Por ahora, todo sigue en el terreno de los globos de ensayo y las especulaciones. Si vale como indicador mínimo, la biografía de Schiaretti en Wikipedia está desactualizada al punto de no registrar todavía su tercer mandato.
Si Schiaretti confirma su ambición nacional, continuará los intentos que hizo su predecesor, José Manuel de la Sota, quien intentó ser vicepresidente en 1989, en una fórmula junto a Antonio Cafiero; luego intentó ser presidente en 2003, sin obtener la bendición de la candidatura, y murió trágicamente en 2018, cuando se encontraba, otra vez, craneando su llegada al sillón de Rivadavia. De hecho, se aprestaba a iniciar un programa en la televisión porteña, para llegar así al distrito de mayor peso electoral.
Antes que él, en el período democrático, sólo el exgobernador Eduardo Angeloz intentó el salto nacional cuando peleó por la presidencia y perdió la elección nacional frente a Carlos Menem, en 1989, mientras el país se desgranaba por la hiperinflación alfonsinista. Angeloz obtuvo el 37 por ciento de los votos, frente al 47 por ciento que consiguió su rival.
Fuera de esos intentos de Angeloz y de De la Sota, la provincia sólo se hizo oír de manera contundente en el escenario nacional con sus estruendosos apoyos electorales a Mauricio Macri. Le ofrendó el 71 por ciento de los votos en el balotaje de 2019 y el 61 por ciento en las elecciones presidenciales de 2019.
Desde entonces, Córdoba flota y se ha sentido cómoda en esa levedad; la de ser, apenas, la provincia antikirchnerista.
