Ser productor ganadero en Argentina no ha sido fácil en los últimos años, y mucho menos en el norte de Córdoba, donde el ambiente es desafiante.
Desde hace 17 años, Walter Orodá convive con ambas realidades en su empresa ganadera El Porvenir, ubicada en Quilino. El establecimiento no produce carne de forma directa: se dedica a la cría de toros y vacas de alta genética de la raza Brangus, una de las de mayor crecimiento en el país. Esos reproductores son los encargados de multiplicarse, mediante técnicas de fertilización, en miles de terneros y novillos que finalmente se destinarán a la producción de carne.
El sábado 9 de agosto, la cabaña cordobesa registró un hito histórico para la ganadería nacional. Durante su remate anual realizado en la Sociedad Rural de Jesús María, Mafioso, un toro de tres años criado en el arco noroeste de Córdoba, se vendió en un 50% por la cifra récord de $ 272 millones.
El acontecimiento se sumó a otros logros alcanzados por los animales del establecimiento en certámenes nacionales –varios grandes campeones en la Rural de Palermo– e internacionales –tres campeonatos mundiales de la Brangus Breeders Association–, lo que refleja el grado de eficiencia alcanzado en la producción.
–¿Dónde nace esta pasión por la ganadería?
–Desde chico. Mi padre era ganadero, tenía un campo en la zona norte de la provincia y siempre estuvo muy interesado en la ganadería. Yo heredé esa pasión. Cuando me gradué en la universidad como ingeniero agrónomo, empecé a trabajar asesorando campos ganaderos. Mis primeros ahorros siempre estuvieron destinados a comprar hacienda para ir armando algo propio. Aunque también asesoraba campos agrícolas, mi actividad particular y mis ahorros siempre se dirigieron a la ganadería.
–¿Cómo nace El Porvenir en una zona donde el clima ya impone limitaciones?
–Nosotros hacíamos ganadería en la zona de San José de la Dormida. Primero, en un campo alquilado; y luego, en una fracción propia, no muy grande, pero que nos permitía hacer todo el proceso de cría, recría y terminación. Con el avance de la agricultura y el desplazamiento de las fronteras ganaderas, llegué a un punto en que quedé rodeado por campos agrícolas. Aunque asesoraba a clientes agrícolas y vendía insumos para el agro, yo me dedicaba a la ganadería. Hubo períodos en que la actividad no tenía buen precio y muchos emprendimientos se volvían agrícolas. Esto me llevó a que, a fines de 2001, saliera a buscar e invertir en un campo ganadero. Conocí esta zona en Quilino; los precios aún no se habían disparado. Eran campos sin ningún desarrollo: había que empezar desde cero.
–¿Cómo fue la transición y la decisión de convertirse en cabaña de reproductores?
–Yo tenía animales de la raza Angus en San José de la Dormida y me fui con ellos para Quilino, pero empecé a incorporar sangre de toros Brangus. Siempre me interesó la genética, mejorar los índices productivos y aprovechar todo lo que estuviera disponible en cada momento. Siendo miembro del grupo Crea, mis compañeros veían cómo cambiaba nuestra hacienda. En una reunión en 2008, surgió la idea de convertirnos en cabaña, viendo lo que habíamos logrado con Brangus y con el apoyo del grupo. Ese fue el empujón que faltaba para inscribir nuestros primeros animales ese año.
–El Porvenir tiene 17 años, ¿pocos para los logros obtenidos?
–Somos una cabaña nueva, pero tuve la gran suerte de que mis hijos, que también terminaron sus carreras universitarias, son fanáticos de la ganadería. Mis dos hijos varones (Elías y Pablo) y mi hija (Sofía), que es contadora, pero también amante de las vacas, impulsaron que todos nos dedicáramos a la genética de la cabaña. Eso fue clave para los logros alcanzados. Pablo es el genetista de la cabaña. Vivió desde cero el desarrollo del proyecto, incluso se fue a vivir al campo. En los últimos cinco o seis años, desde que él se hizo cargo de los cruzamientos y el desarrollo genético, lo ha hecho de manera excelente. Hoy es muy reconocido en el ambiente por lo que está produciendo.

–La ganadería tuvo en los últimos años momentos complicados, debido a prohibiciones y regulaciones comerciales. ¿Cómo los sobrellevaron?
–Hemos pasado años muy complicados y nunca bajamos los brazos, siempre tratando de subsistir y progresar genéticamente, con un trabajo muy personal. Ese tipo de cosas también marcan la diferencia. Además, creo que el ambiente donde está la cabaña la favorece, porque el Brangus es una raza de amplia adaptabilidad a vastas regiones del país. Surgió como una alternativa para campos duros, sin llegar al extremo de la raza cebuina y manteniendo la calidad de carne propia del Angus. Nos da un handicap en ese aspecto, ya que a nuestros clientes les llama poderosamente la atención el ambiente en el que producimos.
–El clima de la zona también impone restricciones.
–Sí, hemos tenido muchas cuestiones ambientales que nos han limitado. Las más graves son las climáticas. Hemos tenido varios años consecutivos sin lograr lluvias superiores a los 250 milímetros anuales, lo que prácticamente impide que crezca cualquier tipo de pastura. Pero siempre buscamos alternativas para seguir presentes. Nunca abandonamos, porque estos son trabajos que demandan muchos años, y recuperar el tiempo perdido es muy difícil; creo que no se recupera nunca.
–¿La apuesta es por el valor agregado?
–Exacto. Hemos tratado de no ser un productor o criador común, sino de tener animales con un valor agregado importante. Hemos reducido mucho la carga (cantidad de animales por hectárea) en los últimos años debido a las sequías, pero lo compensamos con animales de mayor valor económico y muy demandados. Que sean reconocidos por nuestros clientes es lo importante, porque nos permite seguir vigentes.
–¿Cuál es el núcleo genético que tienen en Quilino?
–Estamos trabajando con 800 madres, todas inscriptas en la Asociación Argentina de Brangus. Utilizamos mucha inseminación artificial y transferencia embrionaria. Los toros padres que usamos no son muchos; los servicios naturales también son de toros que producimos nosotros. Volcamos al mercado aproximadamente 120-130 toros y unas 200 hembras anualmente. Además, producimos hembras de reposición. Todo lo que consideramos de menor calidad lo vendemos directamente para carne.
–¿Qué es mejor para el negocio de una cabaña: tener buenas madres o buenos toros?
–Hoy por hoy, lo más importante son las madres. Son mucho más relevantes en la cadena de producción de una cabaña. Nosotros nos especializamos durante varios años en tener las mejores madres. En cuanto a los padres, con la gran oferta de semen de toros destacados que hay en el mercado, no es tan prioritario como tener buenas madres.
–¿Pero en la producción de toros no les ha ido tan mal?
–Estamos produciendo toros padres que se distribuyen en Argentina y en toda América latina. Tenemos la suerte de que nuestros animales son muy demandados en países limítrofes como Brasil y Paraguay, y también en Colombia, México, Ecuador y Uruguay. Muchos países están llevando semen de toros que han nacido y se han producido en El Porvenir.
–¿Lo de Mafioso es una muestra de esa tendencia?
–Sí, lo de Mafioso superó nuestras expectativas en cuanto al impacto que produjo. Tenemos otro toro que hoy es el más usado en América, que se llama Sorpresa. Esta semana me contaron desde Brasil que, en una exposición importante que se hace en Esteio –similar a nuestro Palermo—, cinco de los seis grandes campeones Brangus fueron hijos de Sorpresa. Hace un tiempo, en la Nacional de Brangus Brasileña en Uruguayana, el toro con mayor cantidad de crías participando también era hijo de uno nuestro. Y días atrás, en un remate en Asunción, se vendió el primer embrión hijo de Mafioso.
–¿Cómo interpreta el valor comercial alcanzado por Mafioso?
–Hay una mejor perspectiva para la ganadería. En cuanto al valor de todas las categorías que integran la cadena, este es el mejor momento. Vemos una demanda importante por toros y por vientres. Creo que hoy estamos siendo mucho más valorados que la agricultura, a diferencia de épocas en las que la gente se volcaba al agro y abandonaba la ganadería. Veo mucha gente con intención de rearmarse en ganado en pie.
–Usted sigue haciendo agricultura. ¿En algún momento usó el ingreso de los granos para financiar la ganadería?
–Sí, sigo haciendo agricultura. Para ser sincero, hubo períodos en que la agricultura me permitió mantener la actividad ganadera. Muchos años fueron así. Pero hace un par de años tuvimos una sequía tan fuerte que prácticamente no cosechamos nada, y la situación se dio a la inversa: la cabaña me permitió cubrir los baches que dejó la agricultura. Siempre pensamos que la actividad agrícola, que hacemos en campos propios y alquilados, era la más rentable. Pero para El Porvenir, desde hace ya algunos años, lo más importante es la cabaña y no la agricultura.
–A la hora de identificar un buen reproductor o un futuro campeón en Palermo, ¿dónde pone el ojo?
–No hay subjetividad. No es porque te guste o sea “lindo” en el sentido superficial. En el caso de un toro, debe tener un buen lomo, buen prepucio, amplitud de costilla, ancho de atrás, buena locomoción, linda cabeza, buen cogote y pelaje adecuado. Lo importante es que su crecimiento sea destacado: que nazca chico, pero que al destete pese bien y que a los dos años sea mucho más pesado.

–¿Y en el caso de las hembras?
–Se busca que tengan un cogote fino, que sean largas, con buena ubre, sin ombligo, entre otras cosas. Todo esto va acompañado de la trayectoria de sus antecesores: su padre, su madre, la familia a la que pertenecen. Mi hijo, por ejemplo, los ve nacer y a los 15 o 20 días ya detecta, con su ojo clínico, aquellos que piensa que se van a destacar. Mafioso fue así.
–La cría de este tipo de reproductores tiene un costo financiero importante.
–Exacto. Hay que esperarlos hasta los 3 años. En nuestro caso, a esa edad los toros ya están totalmente probados. Pero la mayoría de los padres se venden en ese momento.
–¿Hay un techo en la genética bovina?
–Creo que no. Antes se destacaban pocas cabañas, hoy son muchas las que compiten a la par, y cada día hay más. Con las transferencias embrionarias, los plazos se han acortado. Mucha gente incorpora genética de primer nivel a través de la compra de embriones. La venta de madres hoy es más simple que hace años: se venden muchas al 50%. Nosotros tenemos varias en esa situación; proveemos embriones a nuestros socios y así ellos acceden a la misma genética que nosotros producimos. Lo importante es anticiparse a lo que viene para no quedar estancado. Hoy en el país tenemos el mejor Brangus del mundo.
–¿Incorporan genética de otros lugares?
–Seleccionamos e incorporamos algo de afuera, sí, pero el grueso de nuestros animales destacados y la genética es propia. Estamos tratando de detectar combinaciones y líneas dentro de la propia cabaña, tanto en madres como en padres. Por ejemplo, en el caso de Mafioso, su padre no era nuestro. Era un toro que se había usado años atrás, y mi hijo, buscando mejorar ciertas cualidades en algunas madres, lo utilizó y obtuvo estos resultados. Pero siempre usamos mucha genética propia.
–¿Es un negocio que hoy tiene una pata importante en la exportación?
–Sí, en la medida en que no haya obstáculos impositivos, sanitarios o de cualquier tipo que compliquen los procesos. Venimos notando un avance. El hecho de tener un solo tipo de dólar también favorece estas ventas. Y nos ayuda cuando debemos comprar insumos o productos que se cotizan en dólares. Estamos trabajando con la misma moneda para comprar y vender.
–¿Cuánto cuesta una pajuela de semen de un toro como Mafioso?
–El toro recién está produciendo semen. La comercialización va a marcar el precio. Pero, en general, una dosis de un toro de estas características puede rondar entre $ 15 mil y $ 20 mil. Todo depende de la cantidad producida y de la demanda existente.
–¿Cuál es la vida útil de un toro?
–Es muy variable. Nuestro toro Sorpresa, por ejemplo, hace cinco años que está en Buenos Aires produciendo semen y nunca dejó de hacerlo. Nunca lo pudimos traer porque siempre estuvo demandado. En los primeros años, producía alrededor de 40 mil o 50 mil dosis anuales. Lleva cinco años en esa situación. Creo que puede seguir produciendo semen y mantenerse en buenas condiciones entre 10 y 12 años.
–¿Cómo está el mercado de reproductores en el país?
–Está demandado. Si comparamos agosto de 2024 con agosto de este año, en nuestro remate anual, y sacamos a Mafioso del promedio, la actualización de precios quizás no haya superado el índice inflacionario. Pero en este negocio nunca podemos pensar en inflación: hay que dar plazos. Por lo general, se vende a 90 días, y en algunas situaciones hasta a 180. Si pensáramos en las tasas de interés o en la inflación, el negocio no cerraría.
–¿Cómo percibe el futuro de la ganadería?
–Siempre hemos sido optimistas, a pesar de que la carne ha sido un producto muy usado para hacer política o populismo. Recuerdo años en que cerramos las exportaciones e hicimos cosas increíbles. Visitando países vecinos, nos decían que sus mejores ministros de Economía eran nuestros políticos, porque nosotros cerrábamos la frontera y les abríamos negocios a ellos. Uruguay, Paraguay y Brasil crecieron increíblemente en exportaciones gracias a eso. Era totalmente insólito.
El fútbol y la ganadería, dos pasiones
Nombre: Walter Orodá.
Profesión: ingeniero agrónomo y productor agropecuario.
Hijos: Elías (ingeniero agrónomo), Pablo (médico veterinario) y Sofía (contadora). Los tres trabajan en la cabaña.
Le gusta: Jugar al fútbol, integra un equipo que participa en el torneo de la Unión Cordobesa de Fútbol Amateur (Ucfa).
Empresa: cabaña El Porvenir, criadora de reproductores de la raza Brangus.
Colaboradores: dos contadoras, un asesor nutricional, dos choferes de camiones, tres tractoristas y seis personas al cuidado de los reproductores..
Producción: el establecimiento comercializa por año 120 toros y 150 vaquillonas como reproductores.
Exportación: Paraguay, Uruguay, Brasil, México, Colombia, Estados Unidos y Sudáfrica.