El mundo está viviendo una revolución tecnológica sin precedentes. Mientras que internet transformó la economía global en la década de 1990, la inteligencia artificial (IA) está acelerando aún más este cambio vertiginoso. Las empresas se enfrentan a un desafío único, debido a la influencia de la automatización y el cambio en los hábitos laborales.
A nivel global, los países más desarrollados han ajustado sus marcos normativos para adaptarse a estas nuevas realidades. Según datos de la Ocde, los convenios colectivos de trabajo en estos países se renegocian en promedio cada uno o dos años. Esto permite abordar no sólo las demandas salariales, sino también las nuevas formas de organización del trabajo, que incluyen, por ejemplo, la incorporación de herramientas digitales y el fomento de la flexibilidad para el trabajo híbrido.
El modelo de negociación colectiva argentino
Sin embargo, en Argentina, el modelo de negociación colectiva es muy diferente. Aquí, un solo sindicato obtiene el monopolio para negociar en nombre de los trabajadores de su sector, estén o no afiliados.
Además, la legislación establece la “ultraactividad” de los convenios, lo que implica que, si no se negocia uno nuevo, los acuerdos previos se mantienen vigentes indefinidamente. Esta figura genera incentivos a no renegociar los convenios, debido al temor a perder derechos.
Según la Secretaría de Trabajo de la Nación, en 2024, aproximadamente seis millones de trabajadores estaban cubiertos por convenios colectivos. De estos, cuatro millones pertenecían a los convenios sectoriales más relevantes, como los de Comercio, Camioneros, Metalúrgicos, Sanidad, entre otros.
Lo preocupante es que el 70% de estos convenios fueron firmados en las décadas de 1970 y 1980, lo que refleja un claro desajuste con las necesidades laborales actuales.
Un caso evidente de desactualización es el convenio de los trabajadores metalúrgicos, que aún contempla más de 1.500 categorías laborales definidas en 1975, cuando todavía predominaba el trabajo manual. En la actualidad, con el avance tecnológico, muchas de esas categorías ya no tienen sentido. También muchos convenios hacen referencia a prácticas como el uso de pizarras o vitrinas para difundir comunicados, medidas que no se ajustan a una realidad donde las interacciones ocurren mayormente por medios digitales.
Otro punto que genera distorsiones es la centralización de la negociación. En particular, en el caso de los sueldos, se fijan las mismas escalas para empresas y trabajadores de sectores muy heterogéneos. A nivel trabajador, esto impide premiar el desempeño individual; y a nivel empresa, afecta especialmente a las pequeñas y medianas (pymes), que enfrentan realidades productivas diferentes a las grandes empresas.
La opción del “desenganche”
La solución no pasa por eliminar la ultraactividad y obligar a cámaras empresariales a y sindicatos a renegociar convenios sectoriales. Ya que se trataría de un proceso lento y además políticamente costoso. Más bien, debería habilitarse la opción de desengancharse del convenio sectorial. Es decir, permitir que empleadores y trabajadores puedan negociar de manera libre un acuerdo propio que prevalezca sobre el convenio colectivo del sector.
Esta libertad de negociación permitiría crear regulaciones más eficientes, adaptadas a las necesidades del contexto laboral actual y orientadas a la generación de empleos formales. Si un acuerdo a nivel empresarial no resulta satisfactorio para el trabajador, este debería poder regresar al convenio colectivo sectorial, garantizando así un equilibrio entre flexibilidad y protección.
Por último, también el contexto económico actual exige cambios urgentes. En una economía que comienza a estabilizarse, seguir aferrados a convenios colectivos anacrónicos que fijan salarios desvinculados de las diferencias en productividad es perjudicial. Es el modelo que, por ejemplo, en la década de 1990 impidió que el crecimiento económico se tradujera en aumento del empleo asalariado registrado en empresas privadas.
La oportunidad de crecer con empleo de calidad dependerá, en buena medida, de las reglas que planteen las instituciones laborales.
*Economista de Idesa