En su último informe sobre informalidad laboral, el Indec reportó que en el cuarto trimestre de 2024 el 42% de los trabajadores carecía de derechos laborales, mientras que el 58% se desempeñaba en el sector formal. Esto representa un valor similar respecto al mismo período del año anterior, cuando la informalidad alcanzaba el 41,4%.
El empleo informal es aquel que se desarrolla por fuera del marco legal que regula su actividad. En el caso de los asalariados (personas que trabajan en relación de dependencia) implica, entre otras cosas, la ausencia de aportes por parte del empleador. Para los trabajadores independientes, la informalidad se vincula con operar en unidades económicas no registradas.
Lejos de ser una situación coyuntural, la informalidad en Argentina refleja una situación persistente. En la última década los asalariados registrados se han mantenido relativamente estables, en el orden de los 6 millones. Lo que sugiere que gran parte del crecimiento del empleo en los últimos años estuvo vinculado al sector informal.
¿En qué empleos suele haber mayor informalidad?
La informalidad laboral varía significativamente según la categoría ocupacional del trabajador. El segmento más afectado es el de los trabajadores por cuenta propia, donde el 62,4% se encuentra en situación informal al cuarto trimestre de 2024. Este grupo incluye principalmente a personas que no cuentan con una formación profesional específica, con bajos niveles de productividad y que recurren al autoempleo como única alternativa de subsistencia.
En el caso de los asalariados, la tasa de informalidad se reduce al 36,1%. Aunque menor que en el sector de los independientes, este porcentaje indica que más de un tercio de los empleados no cuenta con los derechos básicos establecidos por la ley. Entre los patrones, la informalidad también está presente, aunque en menor medida: alcanza al 19,7%.
Por sector de actividad, las diferencias también son marcadas. La mayor concentración de empleo informal se observa en el servicio doméstico, con un 77% de informalidad, a pesar de contar con un régimen laboral especial y menos gravoso que el general.
Le sigue la construcción, donde el 76,6% de los trabajadores no está registrado. Este sector, caracterizado por una alta rotación de personal y una fuerte presencia de empleo eventual, resulta especialmente propenso a prácticas informales.
En tercer lugar se ubica el comercio, un sector clave en términos de volumen de empleo, que tiene una tasa de informalidad del 51,9%. A pesar de su importancia económica, una parte significativa de sus trabajadores —sobre todo en pequeños comercios— opera sin estar debidamente registrada.
Los incentivos a la informalidad
El problema no está solo en la falta de empleo, sino en los incentivos que moldean el mercado laboral. En Argentina, la combinación de regulaciones que encarecen la contratación formal —como la rigidez de los convenios colectivos y las altas cargas sobre el salario— con un sistema de asistencia social que, en algunos casos, desincentiva el empleo registrado, genera una doble trampa.
Para los empleadores, sobre todo en sectores de baja productividad, contratar en blanco es costoso y riesgoso. Para muchos trabajadores, en cambio, un empleo registrado puede implicar perder beneficios sociales o resignar flexibilidad. Así se forma un mercado laboral dividido: con un sector formal con derechos y cobertura, y otro informal que sobrevive sin protección ni proyecciones de desarrollo.
Reducir la informalidad requiere cambiar estos incentivos. Aunque hubo avances en lo laboral, como la eliminación de multas sobre las indemnizaciones, aún faltan cuestiones como permitir que los trabajadores puedan salir de su convenio sectorial y aliviar las cargas sociales, especialmente para pequeñas empresas. También es clave desvincular los planes sociales del estatus laboral, de modo que un empleo formal no implique perder ayuda estatal. Solo así se podría avanzar hacia un mercado laboral más dinámico y que no obstaculice las posibilidades de desarrollo de las personas.
*Economista de Idesa