Mientras el Gobierno nacional analiza volver a aumentar la deducción especial del Impuesto a las Ganancias para empleados en relación de dependencia por encima de los 150 mil pesos, los autónomos tienen una situación diferente. Enfrentan, desde este martes, los vencimientos anuales 2020 sin ninguna perspectiva de alivio para el tributo en el año fiscal 2021.
El tema no es nuevo, pero el abismo en el trato entre trabajadores independientes y quienes tienen un sueldo asegurado se hizo enorme con la última modificación del tributo. El cambio se aprobó este año y fijó una exención para asalariados con remuneración de hasta 150 mil pesos y deducciones especiales para quienes cobran hasta 173 mil pesos.
Si estos pisos salariales vuelven a subir sin modificar ningún otro parámetro del gravamen, la brecha aumentará aún más.
Al inicio del año, antes de los cambios, la diferencia entre ambos radicaba en el monto de la deducción especial. El monto que los autónomos podían restar a sus ingresos para calcular la base imponible era un 58 por ciento menor que el de los empleados. Ahora, la diferencia se amplió a casi dos tercios.
Diferencias abismales
Hoy, un trabajador independiente empieza a pagar Ganancias a partir de 42 mil pesos netos por mes. Esto es, una persona que gana el equivalente a 1,5 salario mínimo, vital y móvil ya es contribuyente del impuesto a la renta. Si se trata de nuevos profesionales o emprendedores, la situación mejora apenas: el piso es de $ 48.906 mensuales.
En cambio, los legisladores decidieron que los asalariados recién comenzarán a tributar a partir de una remuneración bruta de $ 150 mil o $ 124.500 netos por mes (y pagarán menos hasta $ 173 mil), además de ser muy probable que este mínimo vuelva a subir.
Es evidente que en este tema brilla por su ausencia la premisa de cualquier sistema tributario de igual tratamiento ante igual situación. Con la misma capacidad contributiva, proveniente en ambos casos del trabajo personal, la disparidad es enorme.
Un autónomo con un ingreso neto de $ 124.500 por mes (sin contar aguinaldo, porque no lo recibe) aporta $ 18.125 por mes de Ganancias, es decir, ¡$ 127.500 al año! Equivalente a más de un mes de ingreso. Un empleado que recibe el mismo monto, pero como sueldo a fin de mes, y además tiene aguinaldo, licencias y vacaciones, no tributa absolutamente nada.
Y no estamos hablando sólo de ese nivel de ingresos. Los independientes que ganan (tras deducir gastos) dos salarios mínimos vitales y móviles por mes ($ 54.432) pagan $ 965 por mes de Ganancias, pero si su ingreso neto equivale a tres salarios mínimos ($ 81.648) deben abonar $ 5.965 mensuales de impuesto. A partir de ahí, el tributo sube velozmente, porque la tabla de alícuotas progresiva está tan atrasada que muy rápido se llega a las tasas más altas.
Está claro que modificar el Impuesto a las Ganancias para aliviar la carga a los autónomos impacta en menos cantidad de gente y, por ende, no trae rédito para los políticos que impulsan los cambios tributarios. Más aún porque aquellos no tienen sindicatos que los representen, con dirigentes cercanos al poder.
Sin embargo, se trata de un sector de trabajadores que es mucho más vulnerable porque no tiene un salario asegurado a fin de mes ni otros beneficios que sí poseen los asalariados.
Si pensamos en un sistema más equitativo, sería importante que se atendiera su situación.
