Hoy cunde una visión que reduce al Estado al peor enemigo de la actividad privada. Pero casos como el de los cordobeses Luis Argañarás y Dante Beltramo muestran lo perfecta que puede ser la simbiosis público-privada cuando se asume con vocación y objetivos claros.
El primero, farmacéutico, socio y CEO de Laboratorios Luar. El segundo, doctor en Ciencias Químicas y docente e investigador de larga y reconocida trayectoria en el Conicet y en el Ceprocor. Parados en cada vereda, la empresa y el sistema público-científico, ambos compartieron 25 años de fructífero trabajo conjunto.
El mayor logro fue Luarprofeno, el ibuprofeno inhalado creado en plena pandemia como terapia antiinflamatoria para personas con Covid: una evolución del uso de ese fármaco tan conocido que permite tratar afecciones respiratorias directamente en su origen y logra efectos más rápidos y específicos.
Hoy, como resultado casi natural de este vínculo, que permitió aplicar ciencia a la solución de problemas médicos a gran escala, siguen trabajando juntos pero con Beltramo de lleno en la pyme: jubilado de sus cargos estatales (continúa como investigador principal del Conicet ad honorem), es director científico de la empresa.
Juntos, y con Nicolás Martínez Ríos, también socio y CEO de Luar, acaban de ser distinguidos por unanimidad en la Legislatura de Córdoba. El galardón deriva del premio que el medicamento, en fase de investigación y patentado internacionalmente y en el país, obtuvo de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (Ompi) de las Naciones Unidas (ONU) por el “valor de su aporte científico y la gestión de la propiedad intelectual”.
“Es un Nobel para una empresa”, dice Luis Argañarás en diálogo con La Voz, y destaca que Luar lo consiguió imponiéndose, como única firma latinoamericana, sobre casi 700 pymes provenientes de 100 países.
“Haber logrado este reconocimiento es una gran validación para el medicamento y para nosotros. Cuando la ONU y un comité de expertos, que no tienen que ver con la industria farmacéutica y sus sesgos, analizaron todo lo que hicimos en estos años, nos seleccionaron entre muchísimas empresas. Fuimos la única productora de medicamentos premiada en 2024. Valoraron la calidad de la investigación científica, su innovación y su impacto social”, asegura.
–Me imagino que la competencia también fue durísima...
–Los jurados son personas que han sido premiadas, gente que está haciendo avances muy importantes. Y entre los distinguidos junto con nosotros hay innovaciones impresionantes. Como un software y dispositivo que permite a los médicos operar a distancia a una persona que ha sufrido una hemorragia cerebral.
–Debe ser una gratificación importante porque detrás del desarrollo de Luarprofeno hay una larga odisea. ¿En qué situación está hoy?
–Está aprobado por las autoridades de Salud en la provincia de Córdoba para tratar a pacientes con Covid, aunque en realidad es un antiinflamatorio pulmonar que sirve para todas las patologías que conllevan inflamación pulmonar: epoc, bronquiolitis, fibrosis quística, etcétera. Los médicos pueden hacer un uso off-label (indicar un uso distinto de aquel con el que está aprobado) bajo su responsabilidad. Pero, claro, esto implica que asuman un riesgo porque si el paciente tuviera alguna dificultad, aunque no sea causada por el medicamento, podrían verse expuestos al no tener un procedimiento paraguas bajo el cual protegerse.
–¿Eso incluso habiendo un uso tan extendido del ibuprofeno? Porque todos lo compramos a gusto en la farmacia...
–El ibuprofeno es una droga que tiene 60 años de uso. Pero nosotros hicimos una formulación con toda una serie de agregados, con un nuevo uso y con una nueva manera de administración, que de hecho generó una propiedad intelectual que logramos patentar en Estados Unidos, en Europa y, desde 2024, en Argentina. De todas maneras, en pandemia creíamos absurdo pensar que fuera inseguro el uso de una droga de 60 años y en las dosis en las que se la aplicó a enfermos de Covid. Sobre eso presentamos estudios que mostraban que, a los 15 minutos de nebulizarte, la dosis de ibuprofeno en sangre era 60 veces menor que la que recibías si tomabas un comprimido. Y en media hora, una desaparecía.

–¿Cómo desarrollaron Luarprofeno?
–Arrancamos en 2012, junto con el Ceprocor. Con ellos ya habíamos hecho el Covadenil, colágeno tipo 2 bovino para la artritis, la artrosis y todas las colagenopatías. Es un excelente suplemento que hoy aporta el 30% de nuestra facturación y exportamos a Uruguay y a Chile. Tiene gran proyección y estimamos que a fin de año irá a los mercados europeo y norteamericano, con una demanda que puede dar un salto exponencial. Volviendo a 2012, por entonces lanzamos la solución salina hipertónica Naclin, la primera comercial que hubo en el mundo.
–¿Para cuál enfermedad?
–Fibrosis quística. Esa solución se nebuliza y ayuda a los pacientes a eliminar el moco, lo deben hacer a diario más de una vez al día, de por vida. Los científicos de Ceprocor le sumaron ibuprofeno como antiinflamatorio, buscando generar un mayor beneficio para el paciente. Y allí algo pasó, algo nuevo que hizo que el efecto del ibuprofeno se hiciera mucho más rápido y eficaz. Simplificándolo: ahí se logró altura inventiva y por eso con el tiempo conseguimos patentarlo.
–Sin embargo, tuvieron un largo periplo para que el ibuprofeno inhalado se usara en plena pandemia, un contexto en el que la medicina actuó en gran medida a ciegas...
–En nuestra mirada, el combate médico a la pandemia se enfocó mal acá y en el mundo, y eso generó muertes innecesarias. E incluso cuando surgió evidencia de que las políticas que se seguían no funcionaban, se continuó con ellas. El Covid es una enfermedad inflamatoria, su mayor problema era la hiperinflación (de vías respiratorias). Nosotros dijimos eso desde febrero del 2020. Ese mes le propusimos esta terapia a la Anmat (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica), sin éxito. Ya habíamos tratado pacientes no fribroquísticos, gente con inflaciones pulmonares terminales, con epoc. Y habíamos observado cómo mejoraba toda su función respiratoria. Nebulizábamos a una persona que estaba desfalleciendo y de pronto se recuperaba. Era una solución “sencilla” que habíamos encontrado, y cuyos efectos precisos en el organismo fuimos entendiendo y pudiendo explicar con precisión después.
–En pandemia todo era contrarreloj...
–Era un contexto especial. Por suerte, el Ministerio de Salud de Córdoba nos llevó el apunte. Armó un comité para hacer una evaluación de emergencia. Nebulizamos primero a algunas personas asintomáticas con Covid; eso dio un índice de seguridad. Y luego nos permitieron tratar a un grupo de pacientes por uso compasivo. Todos mejoraron. Hicimos un estudio con 60 pacientes en el Rawson, siempre enfrentando una enorme presión de la industria farmacéutica. Usó nuestro producto la clínica Independencia, en Buenos Aires, en un piso de su terapia donde el médico quiso probarlo. Allí lograron mortalidad del 20% al 30% contra el 80% que se registró en el piso donde no se usó. Fuimos aprendiendo que aplicado de manera más temprana era más eficaz. Y se fue adoptando en el interior de Córdoba.
–¿Arroyo Cabral?
–Sí. Les donamos equipos y el municipio nebulizó a población de riesgo, con muy buenos resultados. Así creció su uso, llegamos a 200 intendencias y a casi 20 mil pacientes en pandemia. Tuvo mucha incidencia en el interior y menos en Capital. Vale mencionar que Córdoba tuvo una tasa de mortalidad del 1,4 en el interior y del 1,6 en la ciudad. En otras provincias, también fue utilizado como tratamiento. Fue una tarea muy dura que implicó vencer prejuicios y lobbies, y que aún siguen.
–Habrá escuchado y seguirá escuchado la pregunta: si era tan bueno, ¿por qué nadie lo hizo antes, en países como, por ejemplo, Estados Unidos?
–Sí, me la hacen mucho. La respuesta es que este tipo de desarrollos, como el que hacíamos nosotros para fibrosis quística, no son un negocio. Porque no son fácilmente patentables y eso significa inversión que no se recupera; riesgos de copia. O porque el mercado de enfermos es pequeño, o muy masivo, pero de bajo precio y por tanto con alto costo de comercialización. Nosotros estamos trabajando en este medicamento desde hace años. Logramos patentarlo, pero para cada nuevo uso hay que realizar procedimientos nuevos. Ensayos clínicos que llevan años. Un medicamento totalmente nuevo, una nueva molécula, insume entre U$S 1.500 y U$S 2 mil millones; por eso patentan sólo las grandes farmacéuticas, que se focalizan en enfermedades crónicas. Tratamientos para cáncer o para enfermedades raras. A nadie le interesa un producto masivo y barato.
–¿Ustedes siguen trabajando en ampliar el uso del Luarprofeno?
–Sí. Para autorizar su uso en infecciones pulmonares producidas por agentes específicos, vamos a iniciar un estudio con apoyo del exterior, porque hay interés. Y en Argentina vamos a empezar la investigación clínica para poder aprobarlo para epoc. El uso potencial es enorme, hay que pensar que el 70% de las consultas pediátricas son por problemas respiratorios.
–Años atrás apostaron a producir un viejo antibiótico, fosfomicina, cuyo uso se reactivó a partir de la multirresistencia que vamos generando. ¿Sigue siendo importante para ustedes?
–Hoy aporta alrededor del 50% de nuestros ingresos. Otro 20% a 30% viene del Covadenil y el resto, de otros productos. Estamos por lanzar otro antibiótico del mismo tipo. También trabajamos en productos de tecnología médica, con la idea de atender necesidades de las que nadie se ocupa y de mejorar la calidad de vida de miles de pacientes. Estamos por lanzar un “parche” para escaras (heridas en la piel comunes en personas inmovilizadas) que, en lugar de adherirse, se aplica en aerosol; ese es nuestro aporte. De esa manera, tiene mejor resultado y se facilita su uso enormemente en hospitales y en hogares.
–Genial eso. Sólo quien vivió o vio de cerca la inmovilidad sabe de la tortura que son las escaras. Ahora, ampliaron la planta. ¿Para qué?
–Iniciamos el proyecto en 2017, hemos trabajado muchísimo en su diseño, montaje, en las autorizaciones. Estimamos que, en unos 90 días, con el OK final de Anmat, podremos arrancar haciendo productos de mayor complejidad, como el antibiótico que cité. Nuestro enfoque como laboratorio fue hacer productos de cierta complejidad, y eso requiere otra clase de instalaciones. Plantas que hacen comprimidos hay 200 en el país, pero plantas de liofilizados estériles y de procesos con relativa complejidad como la nuestra, sólo dos. Aquí se pueden hacer, por ejemplo, los antibióticos en polvo que se diluyen en líquido.
–¿Van a trabajar para terceros?
–Sí. Con los productos que tenemos hoy, estimo que vamos a tener entre un 15% y un 20% de ocupación propia. Hay al menos 20 laboratorios que nos demandan servicios, con lo proyectado ya se ocupa toda nuestra nueva capacidad. Algunos son medicamentos muy caros, que han dejado de producirse porque a los laboratorios no les conviene hacer semejante inversión en infraestructura para producir el volumen que requieren. Nosotros les vamos a proveer de ese servicio.
Modelo cordobés: público-privado
Nombre. Luis Argañarás (60).
Casado con. Cecilia (maestra de Literatura).
Hija. María de los Ángeles.
Formación. Farmacéutico egresado de la Universidad Católica de Córdoba (UCC).
Le gusta. Cantar (rock nacional, folklore y otros géneros). Ha integrado grupos vocales y, cuando puede, da shows como aficionado.
Empresa. Laboratorios Luar.
Cargo. Socio y CEO. Su socio, Nicolás Martínez Ríos, es gerente de investigación y desarrollo.
Historia. Es un laboratorio farmacéutico argentino que comenzó sus actividades en 1978 en la ciudad de Córdoba. El padre de Luis (visitador médico y emprendedor) inició la empresa, pero él se hizo cargo luego de la crisis de 2001.
Productos. Produce y comercializa medicamentos oftalmológicos, antimicrobianos, antimicrobianos inhalados y mucolíticos (Adevit, Naclin, Luarprofeno, Fosfomicina Luar, Galavit, Covadenil y Belbarmicida). Apunta a nichos de mercado donde la competencia es mínima y puede hacer productos o brindar servicios de alto valor agregado. Hace investigación científica en estrecha colaboración con Conicet y con Ceprocor desde hace años.
Estructura. Su sede está sobre avenida Japón, en Córdoba capital. Acaba de finalizar una ampliación para la primera planta privada de fármacos liofilizados estériles de la provincia. Fueron siete años de trabajo y una inversión de U$S 5 millones.
Empleados. 54 personas.
Teléfono. 351-277-0163.
E-mail. administracion@laboratoriosluar.com