El aumento de los hogares monoparentales en los últimos años refleja cambios socioculturales, como el incremento de separaciones y divorcios y el reconocimiento de nuevas estructuras familiares. Esta realidad conlleva desafíos significativos, especialmente para quienes lideran la mayoría de estos hogares: según el Indec, ocho de cada 10 hogares monoparentales están encabezados por mujeres.
Estas mujeres deben cumplir con jornadas laborales extensas cuando al trabajo remunerado se incluyen las largas horas de labor doméstica y de cuidado no remunerado. La vulnerabilidad de estos hogares se evidencia en que más de la mitad pertenece al quintil de ingresos más bajos, según datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Esto se vincula, en parte, con jornadas de trabajo remunerado más reducidas, lo que se traduce en un 20% menos de ingresos por su ocupación principal en comparación con las jefas de hogares nucleares, y en un 22% menos respecto de aquellas sin hijos.
A esto se suma el hecho de que más de dos tercios de los padres no convivientes no cumplen sus responsabilidades parentales vinculadas con la cuota alimentaria, según un informe del Ministerio de Justicia de la Nación.
¿Cómo se insertan las jefas de hogar en el mercado laboral?
Las diferencias de género en la participación económica se mantienen presentes a lo largo de la vida laboral. Y se agravan especialmente en las edades productivas.
Las mujeres que encabezan hogares monoparentales suelen desempeñarse en empleos informales o de baja remuneración, lo cual limita su acceso a derechos laborales como licencias de maternidad, jubilación o cobertura de salud.
Estas mujeres se insertan principalmente en sectores tradicionalmente feminizados, como el servicio doméstico, la enseñanza y los servicios sociales y de salud. Sin embargo, estos sectores, generalmente menos remunerados que el resto, son especialmente vulnerables a la inestabilidad económica.
Además, a pesar de que las jefas de hogares monoparentales presentan mayores tasas de actividad laboral en comparación con otras mujeres (nueve de cada 10 participan en el mercado de trabajo), lo hacen en condiciones desfavorables: casi el 40% de las asalariadas en estos hogares trabaja en la informalidad, con jornadas laborales reducidas, o en múltiples empleos para cubrir sus necesidades económicas.
Un aspecto clave de las desigualdades laborales se asocia con que las mujeres suelen elegir empleos más flexibles para atender responsabilidades familiares, lo que les dificulta acceder a posiciones que exigen mayor disponibilidad. De acuerdo a la Encuesta de Uso del Tiempo del Indec de 2021, las mujeres dedican en promedio 6,3 horas diarias a tareas domésticas y de cuidado, en comparación con las 3,4 horas diarias que dedican los hombres.
¿Qué desafíos se presentan para el futuro?
Los hogares monoparentales liderados por mujeres representan una realidad creciente en Argentina. Sin embargo, la falta de políticas específicas que aborden sus necesidades perpetúa las desigualdades sociales y económicas que enfrentan. Reconocer el rol de estas mujeres como jefas de hogar es un primer paso necesario, pero no suficiente. Para generar cambios significativos, es indispensable avanzar hacia políticas que promuevan la equidad laboral y garanticen el acceso a servicios de cuidado de calidad.
Es fundamental que se diseñen políticas integrales que apunten no sólo a mejorar la situación económica de los hogares, sino que también consideren la distribución equitativa de las tareas de cuidado. La carga desproporcionada de estas tareas recae mayormente sobre las mujeres, limitando su acceso a oportunidades laborales más favorables.
