Está claro que Javier Milei es una bisagra, aunque no deja de sorprender la magnitud de la apertura que genera. Emergió de una crisis política y desde allí es –él mismo– el epicentro en torno del cual todo el sistema de partidos se está redefiniendo.
Algo similar sucede en lo económico, terreno donde con audacia, pero sin anestesia, impuso un cambio de régimen macro que obliga a particulares y a empresas a “cambiar el chip” a alta velocidad.
El mayor éxito de su programa es la baja de la inflación. El costo, hasta ahora, es lo caro que está saliendo. Lo cierto es que sus 20 meses de gobierno sacaron a la gestión nacional de la inercia decadente en la que venía atrapada, de esa lógica de pretender resultados distintos insistiendo una y otra vez en lo mismo.
Suspendamos juicios por un momento y analicemos un caso más que interesante: el de la política de “coordinación de salarios” que consiguió el libertario. Un anhelo perseguido durante los últimos años de aceleración de precios por la gestión peronista y por la de Mauricio Macri, en ambos casos sin éxito.
Desde la seducción y el diálogo la primera, y con mayor confrontación el segundo, ninguno tuvo éxito en lograr que el ritmo de las negociaciones paritarias –mueven los sueldos de 6,5 millones de trabajadores formales– metiera un rebaje como un modo de frenar también a los precios.
Ni por asomo se acercaron a lo que por estos meses consiguen los violetas: “Ver a un gobierno libertario, que comenzó diciendo que las paritarias eran un arreglo entre privados, tener el nivel de intervención que hoy logró en esas negociaciones, es inesperado; incluso para mí que soy especialista en política salarial y la sigo desde hace años”, revela el economista Federico Pastrana.
El experto en paritarias reconoce que la situación tiene ribetes casi inéditos: “Incluso cuando las partes acuerdan recomponer salarios porque vienen debajo de la inflación, entra el Gobierno y dice ‘no, la suba seguirá por abajo’. Y le hacen caso”.
Pastrana ejemplifica que lo firmado hace días en el sector comercio, protagonista de la paritaria más masiva, junto con lo homologado por otras cámaras y gremios, empieza a confirmar un techo oficial promedio del 1% para los incrementos. Una cifra claramente por debajo de los niveles de inflación presentes y los estimados para los próximos meses.
“Esto confirma que para el Gobierno el objetivo de desinflación se impone sobre cualquier otro, aun a costa de usar los salarios formales como ancla. El peligro de esta dinámica, que se inició luego del primer trimestre de este año, es que conduce a una espiral descendente que termina en recesión. Veremos cómo sigue y si registra cambios en los próximos meses”, concluye el titular de CP Consultora.
Fulminante política de coordinación salarial: paritarias y sindicalismo domados.
Aprendizaje positivo: no era imposible detener la calesita de precios, salarios, precios, salarios.
Lo objetable en este caso es que se está logrando a costa exclusiva del esfuerzo de los asalariados y su poder adquisitivo.
Para los empleadores, el proceso ayuda a licuar uno de los costos más sensibles en su ecuación. Sin embargo, del otro lado del mostrador, les profundiza la caída de la demanda y el parate en el mercado interno.
Por esa vía, la de inducir menor actividad y sacar dinero de la calle, el impacto de esta política también castiga a los cuentapropistas que sobreviven fuera del sueldo de convenio. Y tampoco deja indemne a los informales, cuyas remuneraciones siempre siguen, con delay, la de sus pares registrados.
El antimanual electoral
Todo el cuadro previo se hace aún más llamativo porque en materia de conflicto gremial casi no vuela una mosca, incluso aunque sea este un año electoral.
Milei pisa los salarios y aplica el antimanual a unos 70 días de que los argentinos vayamos a las urnas a renovar buena parte del Congreso Nacional. En una elección donde él necesita sumar bancas como agua en el desierto y en la que su gestión resultará plebiscitada.
¿Cuán detenida llegará la economía a octubre? ¿Y los bolsillos de la mayoría al cuarto oscuro? ¿Hasta qué punto se votará con esa víscera o con la expectativa esperanzada de mejoras por venir? ¿Habrá perdido brillo el contundente logro de reducir la inflación?
Misterios que quedarán develados el 26 de octubre, bien pasadas las 6 de la tarde.