El sueño del vino propio es más accesible de lo que uno cree. Algo que parece un sueño de millonarios o privilegiados, es posible hacerlo a gusto propio y ajustado a todos los refinamientos de cada uno para crear una línea de vino llave en mano.
El vino es mucho más que una bebida placentera. El vino tiene un componente emocional, tanto a la hora de consumir como de elaborar. Nada más glorioso que ver reflejada en una etiqueta de vino lo que uno es o lo que uno quiere mostrar.
Regalar un vino con la propia etiqueta, casarse con un vino de diseño propio, engalanar el cumple de 15 de la hija, festejar un aniversario, proyectar un negocio o simplemente brindar con amigos con el propio vino es algo posible.
Sin necesidad de tener viñedos ni bodega, crear la propia línea de vinos es lo que Francisco Evangelista presenta a través Crowdfarming Wine, la empresa que creó en 2018.
Francisco es mendocino, ingeniero agrónomo orientado a la enología, y como mendocino estuvo expuesto desde siempre a la industria del vino, con una familia productora de uvas y un padre que fue administrador de varias bodegas.
Empezó a hacer vinos desde joven y trabajó en California y cuando volvió vio una luz en el mercado, uno de esos océanos azules para los que hay que tener visión primero y consistencia después.
Buscando la conexión cordobesa
“La idea es dar acceso a cualquier persona, con todo el soporte necesario para que tengan su propia marca de vinos desde una posición segura y propia” explica Francisco.
El funcionamiento es simple: el cliente llega buscando tener su propia marca de vinos y primero que nada se dibuja el perfil del cliente para guiarlo en la creación de su propio vino.
“No tenemos reglas fijas, nos adaptamos a cada perfil de cliente, porque se puede participar en la medida en que se tenga tiempo y ganas. Algunos lo hacen a distancia y sin inmiscuirse mucho, otros están en cada uno de los pasos de la creación del vino, desde la selección del blend, hasta el diseño de la etiqueta, la elección de la botella y del corcho”.
La historia de Crowdfarming tuvo un perfil de aventura, porque a poco de ser creada vino la pandemia y eso los obligó a improvisar nuevas estrategias para seguir activos, como enviar las muestras de los vinos por correo y probar desde diferentes lugares de Argentina y hasta del mundo. En función del cliente se define el tipo de vino que quiere y la estrategia de venta del vino.
Crowdfarming tiene tres viñedos y 15 varietales plantados y además compra uva, para tener la mayor disponibilidad de opciones de acuerdo a los interesados.

Buscan uvas desde Salta hasta la Patagonia y ahora también están buscando en Córdoba de donde proviene una parte importante de sus clientes. Incluso ahora están asesorando para crear los propios viñedos.
“Córdoba se presenta como un mercado ideal para lo que estamos desarrollando. Estamos buscando todo tipo de intervención, desde plantar a desarrollar viñedos y comprar uvas en Córdoba, para darle a los clientes la opción de incorporar un vino de Córdoba, que con sus paisajes y entorno le da una potencia enorme para lo que proponemos” dice Francisco. Y agrega que en Córdoba hay varios clientes que ya se han sumado y tienen su propia línea de vinos para placer propio.
Vinos a medida de cada cliente
¿Qué tiene que hacer alguien interesado en tener su propio vino? Francisco explica que una vez que tienen el perfil del cliente empieza el proceso que se divide en cuatro fases: primero seleccionar insumos, como botella, corcho, cápsula. Luego viene la parte creativa definida por el material gráfico, el diseño de la etiqueta, la identidad de marca, el nicho de mercado al que apunta, la definición de la estética. El tercer paso es la selección del vino, que es la parte más divertida y también difícil, porque consiste en degustaciones y muchas veces los clientes no tienen ni idea de varietales o estilos y otras son casi especialistas. Y por último se define el aspecto contractual, con una estrategia para llevar el vino a los consumidores. Lo que se dice, un negocio “llave en mano” porque la patente queda propiedad del cliente.
Estos pasos le confieren una seriedad que define la consecución de los objetivos. Además se ofrecen diferentes categorías de vinos, partiendo desde una entrada de gama hasta vinos ícono, en las que el cliente puede elegir entre un mínimo de un tonel hasta 30 mil botellas de acuerdo a los objetivos que se plantean.
“Es increíble la variabilidad de clientes, hay desde jóvenes que quieren divertirse y realizar un negocio paralelo, restaurantes que quieren el vino de la casa con la propia etiqueta, hasta una revista que quiere lanzar un vino aniversario. El vino representa algo así como un sueño, porque es atrapante, y cuando lo disfrutas te das cuenta de que es increíble, porque te expone a circunstancias muy lindas para el alma” dice Francisco.
Vinos: la customización del consumo
Para tener en cuenta, Francisco señala que tener la propia marca de vinos es un sueño accesible porque partiendo de unos 9 mil dólares ya se puede tener la primer partida de vinos, etiquetada y lista para disfrutar. “Esta tendencia a tener el propio vino va de la mano con el fenómeno actual de la customización de los productos, en el sentido de que el consumidor ya no quiere que las grandes marcas impongan su producto sino hacerlos por nosotros mismo. El producto customizado se está imponiendo en el mundo y el vino forma parte de esta tendencia” agrega Francisco, que tiene unos 80 clientes y más de 450 líneas de vino, entre ellos músicos como Pedro Aznar, Melingo, Juanchi Baleirón, un oftalmólogo y una familia de juristas cordobeses, hasta gente de Estados Unidos.
“Este modelo impone ser creativo, saber leer al cliente, abrir el juego porque el consumidor está mucho más despierto, ya no sigue las normas, no cree tanto en la publicidad y no se deja convencer tan fácilmente. Por eso hay que estar creando acciones nuevas y formas diferentes de ofrecer el vino” dice Francisco. La flexibilidad en crear un vino nuevo es la gran ventaja, porque se puede elegir de dónde provienen los vinos, las acciones para venderlo o para etiquetarlo de acuerdo a parámetros adecuados, siempre con el orgullo de que es el propio vino.